Capítulo 8

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Esperé sentado en una de las múltiples rocas de la playa, apreciando el hermoso atardecer que poco a poco se llevaba la cálida luz. Sujetaba mis piernas contra mi pecho, enterrándome todas las piochas en los muslos para recordarme que no estaba soñando, que esto era real. Las bandadas de pájaros que volaban sobre el mar y el sonido de las olas le daban el toque de tranquilidad a un agitado día martes. Cuando el sol estaba casi completamente sumergido en el mar un bote rojo apreció en el horizonte. Pacientemente esperé a que el señor Cameron llegara a la orilla. Cuando estaba a punto de lograrlo gritó:

- ¿Cómo estaba el familiar?

- ¿Qué fami?... ok...buena broma

Encalló la punta del bote en la arena y descendió de la barca ágilmente. Me dio un apretón de manos e inmediatamente me ayudó a subir al bote. Cuando nos despegamos de la orilla de la isla me pregunté cómo era posible que fuera a ser bombardeada, si era la isla más perfecta que había visto. Tenía árboles, un faro, arena blanca, aguas cristalinas y tenía a Miss Peregrine... la mujer más bella que jamás haya visto. En el resto del recorrido relaté parte por parte mi día al señor Cameron, incluyendo todas las desgracias

- ¿¡Cómo no pudiste ver un árbol?! - dijo con una sonrisa

- No lo sé - dije entre risas - creo que ni siquiera sabía hacia donde iba

- ¿Y qué piensas de Miss Peregrine?

- Bueno, creo que es fantástica

Dylan dejó de remar por un segundo y apoyó sus codos en sus rodillas acortando la distancia que nos separaba

- Quiero decirte solo una cosa - dijo seriamente - esas personas que conociste hoy no estarán en peligro esta noche. No quiero que sufras la misma angustia que yo sentí la primera vez que escuché los aviones. Se te nota en la manera de hablar de ellos que te encariñaste. Así que cuando escuches los aviones y tu corazón se empiece a acelerar quiero que recuerdes estas palabras: ellos no estarán ahí. Así que por favor no te preocupes, créeme que estarán bien - Asentí, pero creo que cuando escuche los aviones mi corazón va a retumbar dentro de mi pecho.

Llegamos al puerto con los últimos rayos del sol. Todo seguía exactamente como antes.

La ciudad, vista desde un bote, parecía menos agitada; las embarcaciones estaban limpias y guardadas, la cantidad de gente en la calle había disminuido y los locales comerciales, exceptuando bares, hoteles y restaurantes, empezaban a sacar las últimas cuentas del día. El señor Cameron dio unas últimas remadas y estirando todo su cuerpo se aferró al muelle. Con una cuerda, y luego de espantar a una gaviota, amarró el bote a un poste con un nudo que parecía que lo podría haber hecho hasta dormido. Me levanté del tablón de madera y caminé con cuidado a través del bote, tratando de no pisar las redes. Llegué a la punta de la embarcación y con ayuda del señor Dylan me paré en el muelle. Tras una hora de viaje por el mar mis pasos eran oscilantes. Cameron mientras tanto sacaba sus redes y otras cosas.

- ¿Necesita ayuda?

- No, estoy bien - contestó el pescador mientras recogía una última red

Después de unos segundos el señor Dylan ya estaba listo. Caminamos en dirección a la ciudad por el sonoro muelle. Nos despedimos en la calle principal con un enérgico apretón de manos. Di un último vistazo más allá del muelle, hacia la isla; ahí estaba, verde, sola y perfecta. Una sonrisa se formó en mi rostro.

Caminé lentamente por la, ya casi, oscura avenida. Además de los faroles, las luces de los restaurantes daban la suficiente luz para saber por dónde caminar. Cuando ya llevaba un par de cuadras me encontré con una de mis reclutas, estaba de pie afuera de un bar con el rifle sobre el pecho

- Buenas noches James - dije con mi tono de capitán (era mucho más grave y severo)

- Buenas noches capitán - respondió James mientras se formaba

- ¿Algún inconveniente?

- No señor

- Bien. Te veo por la mañana - y diciendo esto seguí mi camino

Por primera vez en mi llegada leí los carteles de los locales que estaban en el costado de la calle. Estaba el restaurante langosta, la boutique Mademoiselle, el mini supermercado family, el bar "el hoyo del sacerdote", entre otros creativos nombres. Doblé un par de esquinas, caminé algunas cuadras extras y finalmente llegué a la base.

Además de un par de guardias no avisté a nadie más, así que di una vuelta por el escuadrón que estaba bajo mi mando para verificar que todo estaba bien. Las camas hechas, la ropa ordenada...perfecto. Eran casi las 9 pm cuando llegué a mi habitación. Una cama, un velador y un closet me daban la comodidad para sobrevivir a Gales. Me senté en la cama y cuando me disponía sacar las botas alguien tocó la puerta. Me levanté y abrí

- Capitán Häusser

- Coronel Ax - dije formándome frente a el hombre que estaba de pie en el umbral de la puerta

- Descanse ¿Cómo le fue hoy?

- Excelente

- ¿Excelente? ¿Qué le pasó en la cara?

- Una piedra suelta

- Ya veo... ¿Descubrió algo?

- Aparte de la piedra - dije riéndome - una playa de arenas blancas

- Que agradable... ¿Será mucha la pérdida que habrá con el bombardeo?

- No, creo que no - dije mirando hacia el suelo recordando los rostros de las estupendas personas que había conocido

- Bueno, solo quería saber cómo estaba

- Agradezco la preocupación coronel

- ¿Cómo va su herida? - dijo apuntando a mis costillas

- Mejorando

- Me alegro. Hablando de su herida, hoy hablé con Steve (el doctor) y dijo que en un par de semanas estarás mejor - asentí - hasta entonces puede hacer lo que se le dé la gana, pero no se lastime de nuevo para la próxima batalla necesito a mi mejor soldado... ¿Todo claro?

- Todo claro coronel

Terminada la conversación y solo en mi habitación cerré la puerta y reanudé lo que estaba haciendo. Me saqué las botas, los pantalones, la chaqueta y la camiseta. Fui rápidamente al baño a ducharme y después de esto me acosté. Puse uno de mis brazos bajo mi cabeza y comencé a sentir como el cansancio se apoderaba de mi cuerpo, pero cuando me estaba quedando dormido me di cuenta de la inmensa sonrisa que tenía. Había sido un día fantástico. Pensé que por primera vez en mucho tiempo no me iba a despertar sudando y agitado por la pesadilla que soñaba noche tras noche sobre las trincheras, esa angustia había sido reemplazada por gente nueva, gente extraordinaria...gente peculiar.

Ciertamente me dormí como un bebé, hasta que desperté con el fuerte zumbido del primer bombardero

Miss Peregrine y el extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora