Capítulo 36

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- ¿Qué fue lo que te pasó? – dice Alma mientras estamos a solo un par de minutos de llegar a la mansión

- Nada – alza una ceja

- Los sueños de Horace siempre se cumplen... bueno, no te voy a presionar – paso un brazo por detrás de su cabeza y le doy un beso en la frente – Los niños probablemente estén en el patio

- ¿Por qué en el patio?

- Para el gran espectáculo

- ¿Qué espectáculo? – la obligo a detenerse

- El que han querido mostrarte desde el día en que llegaste, es nuestro pequeño show diario

Cuando llegamos casi al límite del bosque me detiene 

- Cierra los ojos

- ¿Por qué?

- Porque si

- Okay... - los cierro

- Ahora escucha atentamente; vamos a llegar, vas a saludar y vas a estar atento a tus sentidos, en algún momento te voy a dar la orden de abrirlos ¿entendido?

- Si directora – digo con tono burlón. Me da un corto beso en los labios, dejando una electricidad recorriendo mi cuerpo. Curvo las comisuras – pude sentir como sonreías

- Cállate y escucha

Alma camina en el frente, con mi mano entre la suya tirando de mí. La brisa habitual agita las ramas y ese característico olor a pino nos inunda.

- ¡Au! – digo al chocar con algo macizo. Lo palpo con las manos y siento corteza. Escucho una risa - ¿Lo hiciste a propósito?

- ¿No? – dice apenas aguantándose la risa

- ¿Puedo abrir los ojos?

- No – toma mi mano nuevamente para seguir caminando, pero yo la tiro hacia mí; siento sus manos en mi abdomen y su respiración en mi cuello, con delicadeza busco sus labios con mis dedos, los encuentro y comienzo a besarla. El beso cada vez pasa a tener más deseo, ya no son solo los labios, es un intenso reconocimiento que trata de hallar hasta el más mínimo escondrijo. Tomo sus muslos, ella se engancha a mi cuello sin dejar de besarme, doy media vuelta y la apoyo en el árbol. Mis venas retumban de la presión, siento cada centímetro de su cuerpo contra el mío. Me separo de ella para recuperar el aliento

- ¿Ya puedo abrir los ojos?

- No – apoya su cabeza en mi hombro, aferrándose a mi espalda. Se queda ahí un momento para luego separarse y susurrar en mi oído: - Debemos seguir

Doy un paso hacia atrás para separarnos del árbol y la bajo, aun con los ojos cerrados. Luego la mano que sostendría por siempre toma la mía y me incita a seguir caminando


- Llegamos – dice Alma luego de detenerse

- Ya puedo, por favor, abrir los ojos

- No – dice dejando un beso en mi mejilla – Iré a avisarle a los niños ¿sí? – asiento. Siento unos apresurados pasos alejarse y luego un silencio que te provoca una calma extrema

- ¡Chris! – oigo decir una vocecita - ¿Qué haces aquí?

- ¿Quién es?

- Claire

Miss Peregrine y el extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora