Capítulo 49

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La muerte.

Nunca me había detenido a pensar en ella. No es tan solo el final de la vida. Ya que esta tiene más vidas que un gato. Hay tantas formas de morir. Lo irónico es que yo he muerto tantas veces y aún sigo viva. Morí aquel día en el que mi padre se fue. He ido muriendo día a día. Cada vez que mis ojos se empapaban de lagrimas o el llanto de mi alma al alumbrar mil albas.

Lo increíble, es que a veces puedes morirte por buenas razones por ejemplo morir por otra vida, como un soldado en una guerra. La madre que decide darle vida a su bebe aunque eso suponga el fin de la suya. O como aquellos que murieron por defender sus ideales. Aquellas muertes que nos dieron una mejor vida a otros.  

O simplemente, aquellos que hemos muerto, por amor, por la risa, por la alegría. "Morir" a veces significa ver la famosa luz del túnel.

Por desgracia, nunca había estado tan cerca de la muerte como ahora. Hablo de la verdadera muerta, la que finaliza con nuestras vidas. A veces en mi mente vagaba la fragilidad de mi humano corazón.  Lo cierto es que, cuando tiene que llegar tu hora, llega, aunque sea por una pequeña enfermedad como la gripe. Quizás había llegado la mía, mi hora, la de irme. 

Triste. Triste no haberme convertido en quién deseaba ser. Entonces, llegue a una conclusión.

A dónde quiera que vaya cuando muera, hablemos de mi cielo ¿Les importara en aquel lugar, mis títulos académicos? ¿Mis logros en la biblioteca? ¿Mis incontables noches estudiando contabilidad?.

No creo que cuando la gente muere, pongan en sus lápidas: Estudiante, Matemático/a, Catedrático/a... Mil títulos más. Normalmente, se les reconoce por las personas que fueron, no por lo que estudiaron. ¿No?.

Entonces, ¡Qué diablos importaba no haberme convertido en la estudiante que deseaba ser!.

Lauren, Lauren la lista, la responsable... Pero no la feliz, aquella solo la conoció Charlie.

¿Dónde estaba Charlie?. Mi mente deliraba y deliraba, pero él no estaba.

Llevaba horas atada a esta reja. Había perdido sangre, mucha diría yo. La suficiente como para morir en unas pocas horas. ¡Para algo me sirvieron aquellos veranos de auxiliar de enfermería!. Nunca había pensado en que me sirviesen para algo y mucho menos para calcular, que a causa de la deshidratación, la perdida de sangre y las insuficiencias que mi cuerpo está teniendo. Quizás dos horas me queden...

Tenía los ojos cerrados, para ver la nada. La que siempre me acompañaba. De repente siento que alguien me tira un liquido, al abrir los ojos, veo a este hombre pelirrojo en frente, burlándose. Mi capacidad de entendimiento, comenzaba a ralentizarse, no sabía lo que sucedía. ¿Porqué se reía?. 

El oxido empezó a llegar a mi nariz. Era sangre. Aquel malvado hombre me había arrojado sangre. ¡Dios mío!. Estaba tan débil, que lo único que salía de mi eran lagrimas, ya que ellas nunca me dejaban.

- Esta es la sangre. Sangre de inocentes como tú.- dice entre burlas.- Pronto tu cuerpo no será más que litros de sangre que dejaran de bombear un corazón sin vida.

Era tan asqueroso. Estaba empapada de sangre humana. Horrorizada. Vomité. Aunque en mi estomago no quedaba nada, aún había bilis, y aquella me destrozo la garganta, quemándome. El dolor era intenso, como el olor a sangre.

- O-oja-ala te va-a-a-yas  al infierno- tartamudeo.

Este hombre me miraba con autosuficiencia. Disfrutaba con mi dolor. Con mi agonía. Era un psicópata.

-Cierto, pero cuando yo vaya al infierno, tu ya estarás muerta.- ladra. Acto seguido, ríe y ríe sin cansarse.

-¿Porqué sientes tan-to odi-o?- consigo decir.

Las Sombras De CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora