Capítulo 2: Las crisis de Mara

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Narra Rossi

Una llamada me despertó sobresaltada. Creo que debería hacerle caso a Mía y cambiar el tono de mi celular. Contesto aún adormilada y tengo que carraspear para que mi voz no suene como si estuviera a punto de morir asfixiada.

— Aló

Rossi, soy Mara.

Oh, cumpleañera, ¿qué tal todo?—. Me incorporé lentamente apartando el cabello de mi rostro.

Quisiera decir que tuve la suficiente fuerza de voluntad para no rendirme ante mi bella cama y la "pequeña" siesta que hace un par de horas parecía tentadora.

Bien bien, en serio, es que quería saber si podías llegar antes, tengo... una crisis, y... bueno , ¿puedes venir?

El sueño que tenia pronto se había dispersado. Mara no lo dijo, pero realmente estaba mal.

Claro, en treinta minutos estoy ahí.

Gracias, Rossi.

Caminé hasta el cuarto de Mía pero como aún estaba vacío supuse que llegaría más tarde, o quizás iría directamente a la fiesta, en cualquier caso dejaría una nota.

Mientras alisto en un pequeño bolso las cosas que necesitaría para arreglarme en la casa de Mara, no evito pensar en lo difícil que debe ser para ella cargar con tanto peso sobre sus hombros. No es justo que a alguien tan bueno le hayan pasado cosas tan malas, e incluso, a pesar de todo por lo que ha pasado, reconozco que el carácter de Mara derrocha fortaleza, y una esperanza constante porque todo algún día mejore, y deje de doler.

Hace un par de años, cuando Mara finalmente se atrevió a contarnos acerca de los repentinos moretones, nos fue inevitables a Mía y a mi llorar, porque aunque gracias a Dios nunca habíamos tenido que pasar por algo tan horrible, Luci Danvers, mi mamá, realmente soportó un infierno, y cada día vive agradecida de haber podido curar sus heridas... Creo que eso pasa cuando te encuentras en el lugar correcto, con la persona indicada.

Actualmente, el exnovio de Mara, quien la maltrataba y hasta la hacía hacer cosas horribles en la intimidad, era una incógnita que agradecíamos. Por otro lado, el papá de Mara de alguna forma también fue parte de su dolor, hasta que finalmente cayó preso y pudo pagar por el daño que les hizo a ella y a su esposa. Aunque mi fuerte amiga intenta sobrellevar la situación, su mamá no corre con la misma suerte y valentía, pero como dije, Mara no pierde la esperanza.

Busco rápidamente unos pantalones para reemplazar el short de pijama que estaba usando, me lavo los dientes y una vez estoy "lista" tomo el bolso y salgo a paso apresurado.

Narra Mia

— Justin—. Susurré, sin poder contenerlo.

Frente a mi, mirándome como si quisiera escuchar más, estaba el amigo de Diego, quien se había presentado con el nombre de Drew, sin embargo, me recordó a aquel lindo niño del que estuve enamorada. Fue una punzada directa a mi pecho, o a mis costillas, lo sentí en todas partes.

No se cuánto tiempo lo miré, pero fue su sonrisa lo que me hizo volver a la realidad.

—No, yo soy Drew—. Respondió cortésmente, incluso su forma de hablar me recuerda a él, lo cual es algo ilógico. Justin y yo éramos unos niños cuando todo sucedió.

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