Capítulo 57: Drogas y sustancias

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El peligro se convirtió en un olor. Un olor que se mezcló con la sangre, con el cuerpo en putrefacción del animal y con los pedazos de personas mutiladas en el suelo.

El miedo de la comprometedora escena sepultó cualquier atisbo de esperanza. El dolor que sentí y la vergüenza de que aunque era lo que más que quería, no había tenido la razón.

Me había equivocado respecto a tanto...

En mis ojos picaron las lágrimas cuando la mirada perdida de Justin conectó con la mía. Rossi mantenía su rostro en el suelo, observando el desastre sobre el que estábamos paradas. Nadie en la habitación hizo nada. Y luego de lo que parecieron varios minutos, el sollozo de una de las chicas nos devolvió a la realidad en un segundo.

— Rossi.

La voz de Dylan fue la primera en oírse. Había terror en sus palabras. Había confusión. Y Rossi ni siquiera podía mirarlo.

— ¿Que... ? —. Intenté hablar tomando fuerzas. Avancé por omisión sintiendo por primera vez la viscosidad bajo mis zapatos—. ¿Qué diablos hicieron?

La tenacidad en mi voz no pareció sorprender a nadie. A mi por el contrario si me había dejado sorprendida.

Algo ardía recorriendo mis manos.

— ¿¡Qué demonios es esto!? —. Grité sin poder controlarlo. La adrenalina me había invadido.

— Mia, por favor... —. El ruego de Rossi no me importó en ese momento.

Apretando los puños intentando contener el enojo di grandes zancadas hasta estar frente a Justin. Su cuerpo no se movió ni un centímetro. Mis manos chocaron contra su pecho tan pronto como un pitido ajeno a nosotros se escuchó. Miré sus ojos con determinación. Estaban rojos, acuosos e hinchados. Dylan se veía igual.

Y entonces note algo en todo esto.

Una cabeza humana sobre un escritorio viejo dentro del gran cuarto que habían dejado a la vista las puertas abiertas. La cabeza hacia un sonido extraño y de pronto la mandíbula se le desprendió del resto del rostro y dejó a la vista una pequeña grabadora incrustada en el orificio de lo que antes era la garganta.

Sentía que ya nada me sorprendía.

— ¿Es... Es una broma? —. Susurró Rossi a mis espaldas. Ella se había acercado con cautela porque nunca logré escucharla. Nadie decía nada, excepto esa asquerosa grabadora.

"Tic-tac, Mia y Rossi".

Esa voz...

Las botas...

Una foto...

El resto ocurrió muy rápido. El cuerpo de Dylan se desplomó seguido de una convulsión y sangre empezó a salir de su boca. Justin le siguió, aunque era más parecido al vomito lo que salía de su boca.

Y luego, las luces volvieron a irse.
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El doctor se acercó a mi, manteniendo su semblante neutro, sin permitirme intentar descifrar lo que iba a decir, y por supuesto, aumentando mis nervios. Maldije el hecho de que Rossy se estuviera tardando tanto desde que fue al baño.

— Ellos están estables —. Dijo y el aire salió de mis pulmones —. La chica, su hermana, me pidió que le entregara esto.

Fruncí el ceño confundida y tomé la hoja de papel que me extendía el doctor. Sin decir nada asentí y pronto volví a estar sola. Comenzaba a odiar los hospitales cada vez más.

Empecé a leer sintiendo los nervios revolver mi estómago.

Este hospital es una mierda.
No hay máquinas y yo necesito saber con urgencia qué pasa conmigo. Me hice unos exámenes y debes retirar el resultado, haz lo mismo y espera mi llamada. No te preocupes. Solo quiero lo mejor para todos, te quiero.

La confusión me cegó, y como una loca corrí hasta el piso de laboratorios. Debía hacer esto rápido, había algo que me decía que en verdad no tenía tiempo, y necesitaba actuar con urgencia.

— Rossy Novak —. Repetí cuando la antipática recepcionista que entrega las muestras me preguntó. Sus ojos me recorrieron y volvió a buscar entre sus papeles.

— Tengo a Rosetta Novak, ¿usted es Mía Novak? —. Asentí —. Bien, entonces debe entrar.

La observé presionar un botón en la parte baja del escritorio en el que se encontraba y a unos cuantos metros la primera puerta se abrió. Me pareció extraño pero hice lo que me dijo y entré. El olor a desinfectante me invadió en seguida, mezclándose con un olor a chicle de fresa.

— Siéntese aquí —. Ordenó —. Esto va a doler un poco, pero no tarda nada nada.

Asentí. No entendí que sucedía pero ella parecía familiarizada con todo. De pronto el pinchazo en mi dedo pulgar me hizo quejar. Cuando me di cuenta un poco de mi sangre había sido absorbida por una pequeña maquinista filosa que tenía cierto parecido a un termómetro.

La enfermera me ofreció un algodón con alcohol y se alejó unos cuantos pasos moviendo de un lado a otro la pequeña muestra. Desde donde me encontraba podía ver que se mezclaba con una sustancia parecida al aceite.

— Esto no suele hacerse, de hecho es como la prueba para saber si has consumido drogas, aunque no detecta cualquier tipo, por eso casi ya no se utiliza.

Por primera vez la chica hablaba sin aparentar ser la dueña del mundo. Pero eso claramente no era lo más importante, sino el hecho de que Rossi haya querido que me haga una prueba de control de sustancias.

— Pero la gente consume drogas a diario, ¿por qué ya no se hace?

— ¿Nos has visto cara de detectives o de hospital de criminología? —. Respondió y ahí estuvo otra vez su mal carácter —. Obvio que no, por eso no lo hacemos, porque esto detecta sustancias terminales.

Abrí mis ojos con sorpresa cuando la escuché.

"Sustancias" puede parecerse a "drogas", pero en este contexto definitivamente no es lo mismo. Mierda, estaba empezando a entender esto.

— ¿Puede decirme rápido que salió en la prueba?

— ¿En la suya o la de su hermana?

Me contuve de golpearla y rodar los ojos.

— ¡Ambas!

— Bien, su hermana no parece haber consumido nada, por otro lado usted... tiene grandes cantidades de Stilnox, que es un tipo de hipnótico, no suele utilizarse porque al menos en este Estado se prohibió hace años...

Sabía de que se trataba, y si no quería volver a temer por la vida de Rossy debía encontrarla rápido.

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