Las frustraciones recorría mi cuerpo. Me sentía como una delincuente custodiada. A cualquier lugar para el que mirara me encontraba con un gorila armado hasta los diente, y por supuesto nadie se atrevía a mirarme a mi, mucho menos a decirme por qué rayos mi propio papá me había secuestrado, porque para ser honesta no le encontraba otra definición al haberme sacado a rastas del hospital. Por Dios, si habían llegado como en una emboscada, y solo era yo, que a duras penas podía lanzar un par de puñetes antes de que se me durmieran las manos del dolor.
Definitivamente estaban exagerando.
— No estamos exagerando—. Apareció mi papá de repente, por supuesto hablando como si hubiera leído mi mente.
— ¿A no? —. Me atreví a protestar y me levanté tambaleándome un poco porque tenía los tobillos atados. Esto era humillante —. ¿Y de cuando acá puedo tumbar a alguno de estos sujetos que necesitas enviar a un jodido ejército a buscarme?
Mis palabras estaban teñidas de enojo y frustración. Primero me dice que no va a hacer nada sin darme una explicación, y ahora me tiene atada de manos y pies... ¡Sin darme una explicación, joder! ¿¡Que sentido tiene esto!?
— Mia, ¿cuántas veces tengo que explicarte que lo único que quiero para ustedes es su bienestar? —. Gruñó y vi como presionaba un botón en el teléfono fijo que yacía sobre su escritorio. Su mirada fría sobre la mía no me gustaba, desde pequeña no me gustaba ese lado oscuro que sabía que tenía pero que pocas veces había visto. Fruncí el ceño e intenté verme lo menos intimidada posible.
— ¡Explícame por qué haces esto! —. Gruñí con más fuerza y me removí con rabia en el asiento. Mis muñecas ardieron. Las ataduras no me lastimaban, estaban hechas de forma segura, pero tanto movimiento no era bueno.
Vi sus labios apretarse cuando la puerta se abrió y tal como lo habían hecho conmigo, dos grandulones súper poderosos traían a Rossy de la misma forma, atada y cabreadísima.
— ¡Con cuidado imbéciles! —. Gruñó mi papá y sujetó su cien. Rossi pisó con fuerza el pie de uno de ellos y pude ver cómo se tragaba una blasfemia mientras asentía a la orden de mi papá. Sonreí de lado sintiéndome orgullosa. Esos idiotas estaban siendo un maldito dolor de cabeza.
Mientras observaba cómo la guiaban a un asiento a mi lado, recordé el hecho de que cualquiera de ellos podía ser un bocón. Después de todo había una intrusa en la casa, y con tanta seguridad la única opción de poder entrar era tener un aliado de antemano dentro.
No podía confiar en nadie.
— ¿Por qué tienen capucha? —. Pregunté en un impulso con una loca idea en la cabeza.
Mi papá no pareció inmutarse por mi comentario y negó revisando unos papeles, respondiendo sin prestar mucha atención.
— Estos hombres son lo mejor en mercenarios, hay hombres de logística aquí, imagino que fue idea de alguno de ellos.
No me lo podía creer. Después de todo si pueden pasar cosas sin que mi papá se entere. Justo ahora podríamos estar corriendo peligro todos aquí.
Le eché un vistazo rápido a la habitación. Las puertas estaban cerradas. Todos estábamos aquí. Nadie se veía sospechoso a simple vista. Rossi me dedicó una mirada de confusión, claramente no entendía por qué mis preguntas.
— ¿Se necesita logística para la simple misión de traer a tus hijas hasta aquí? ¿Te comentaron ese detalle de logística?
Los ojos de mi papá conectaron con los míos de pronto. Había confusión y curiosidad. En el ambiente se sentía algo diferente.
— Hay un infiltrado aquí, es pelirrojo y tiene ojos celestes —. Sentencie. Sabía que habían probabilidades de que me estuviera confundiendo, pero si unía las piezas de este retorcido rompecabezas no podía estar alejada de la realidad.
Los resultados de los exámenes no mentían. Yo tenía en mi sangre Stilnox, la enfermera lo dijo, es un hipnótico prohibido en este estado, prohibido porque solía utilizarse en métodos poco ortodoxos en consultas terapéuticas. Sirven no solo para inducir al sueño, sino también para provocar alucinaciones, pérdida de memoria o para inducir a a crear realidades alternas.
Los sueños repetidos de Rossi debieron haber sido inducidos por lo mismo. Tal vez si se mezcla con algún dilutor en la sangre pase desapercibidos para exámenes poco profundos, por otro lado, la persona que lo hizo o tuvo un erro conmigo o quiso que yo sacara mis propias conclusiones.
— ¿De qué hablas, Mia?
— Yo lo recuerdo, por alguna razón recuerdo cosas que viví pero no soy consciente de eso —. Las palabras se filtraban de mis pensamientos y estaba tan nerviosa que mis manos estaban frías —. ¡Desátanos!
Los ojos de mi papá se abrieron como platos, sin embargo, no se movió. Nadie en la sala lo hizo. Mi respiración podía ser lo único que se escuchaba.
— No puedo hacer eso, Mia.
Sabía que no estaba en posición de exigir. Yo había desobedecido y no había tiempo de volver a ganarme esa confianza. Debía ser rápida. Le dediqué una mirada a Rossi y ella aunque asustada, pareció entender.
— Bien, entonces haz que todos se quiten las máscaras y comprueba lo que te dije, por favor.
Mi súplica tardó en ser respondida, pero finalmente lo fue. Hubo un gran silencio y nadie se movió, así que esta vez mi papá con más vehemencia dijo:
— ¡Que se quiten todos las malditas máscaras!
Y entonces mi corazón empezó a latir con demasiada fuerza, porque a unos metros de mi estaba aquel hombre que recordaba. Tenía una apariencia exótica y estaba segura de que nunca lo había visto, al menos no cociente. Pero lo recordaba, de eso estaba segura.
— Él...
— No, señor —. Empezó diciendo el sujeto y retrocedió un paso. Si estaba fingiendo lo hacía muy bien —. Se lo juro que yo no me atrevería a lastimar a sus hijas. Usted alimenta a mi familia, yo no lo traicionaría.
Mi respiración se volvió irregular. Estaba frustrada de verdad. Estaba segura de que era él, tal vez no la persona que me drogó, porque algo me decía que eso era obra de aquel chico pelinegro Velkan, pero él era el intruso. El había dejado el paso libre a la pelirroja.
Aún así, se veía tan convencido y yo... yo lo recordaba de algo que parecía más un sueño que la realidad.
¿Y si me estaba volviendo loca?
— ¿Eres... ruso?
Las palabras de Rossi salieron después de lo que pareció una eternidad. Los ojos de todos se posaron en ella. Y un brillo indescriptible surcó los ojos del sujeto, más no hubo respuesta.
— Oh por Dios —. Susurró y miró a mi papá con miedo —. Has que levante su manga.
No hizo falta que papá ordenara eso. El pelirrojo empezó a reír y como si de una persona totalmente diferente se tratara, un acento horriblemente marcado se le acentuó, mientras levantaba la manga de su traje oscuro y dejaba a la vista el horrendo tatuaje de la letra K envuelta en una serpiente.
Un arma brilló en su mano.
Lo siguiente de lo que fui consiente fueron tres disparos y entonces el shock me paralizó por completo.
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Me encantan su comentarios,
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DESTINOS © ✅
RomanceMia y Rossi son hermanas por elección. El destino jugó a su favor cuando apenas eran unas niñas, pero los años pasaron y su pasado las persigue. Justin y Dylan tuvieron una infancia desafortunada. Crecieron llenos de rencor y con una nueva identida...