Capítulo 43: Esto no es un cuento de hadas

3.3K 238 1
                                    

Narra Mía

Más de media noche, oscuridad total y ese extraño sentimiento de ausencia que alberga mi pecho. Recuerdo con claridad la primera vez que mamá nos contó, a Rossi y a mi acerca de lo que su padre y su ex novio Ben le habían hecho. Rossi no evitó llorar y yo simplemente no dije nada, era abrumador, sabía que decir que lo sentía era imposible, quizás ni imaginarlo sería suficiente, sin embargo, por quien sabe que extraña razón me siento como creo que mi mamá se debió de haber sentido.

Encerrada, sin posibilidades de nada. Muy triste, o quizás impotente. De cualquier forma, tener estas sensaciones no ayuda en nada, estoy de manos atadas, el rencor sin dirección que crece dentro de mi no deja paso a ningún sentimiento de temor, no al menos hasta que pienso en Rossi, ella seguramente no entiende nada, al igual que yo, pero si se entera de esta forma acerca de Dylan... No se lo que pueda sentir.

Hacía mucho frío a pesar de que la habitación no tenía ventanas ni mucho menos aire acondicionado, en realidad eso sería descabellado, mucho más con la apariencia de estos sujetos.

— Mia—. La voz de Drew me sobresalta cuando lo veo entrar en la habitación. Su rostro tiene un pequeño corte en su labio inferior y su pómulo parece inflamado, rojo.

— ¿Qué... qué te pasó?—. Consigo decir, mi voz demuestra los nervios que invaden mi cuerpo.

Sus ojos encuentran los míos y los devuelve hasta la puerta por la que entró, siento que hay algo que quiere decirme, pero a pesar de todo mis esfuerzos por entenderlo no lo consigo.

— No... no tenemos mucho tiempo, escucha con atención, ellos tienen a Rossi y a Dylan, Diego hace mucho que sabe de esto y tiene claro lo que debe hacer, pero...—. Su voz sale tan deprisa que debe respirar entre oraciones—. Mara no entiende ni un poco, y está desaparecida... O quizas eso es lo que ellos quieren hacernos creer, de cualquier forma, no dejaré que nada les ocurra a ninguna de ustedes, por ahora eres mi prioridad, Mía.

Mi mente procesa enseguida lo que Drew dice, sus ojos buscan desesperados una respuesta de mi parte, pero no hago más que asentir, sin embargo, eso parece bastarle.

— Necesito que guardes esto—. Saca de su pantalón un anillo con una piedra verde, la cual quita dejando a la vista una aguja algo gruesa —. No se lo que están pensando hacer esos hijos de puta, pero no pienso arriesgarte por nada del mundo, si uno de ellos llega a acercarse demasiado saca la piedra e inyecta esto en su cuello, si no puedes hacerlo ahí asegurate de que sea en un lugar donde la tela de su ropa no estorbe, ¿está bien?

La forma en la que me explica todo me aterra, me hace pensar que definitivamente este no es el Drew o Justin al que conozco, pero entiendo que su vida no ha sido fácil, en ningún momento tuvo a alguien que lo cuidara, por lo que debió aprender a hacerlo por el mismo.

Por un segundo siento unas ganas inmensas de llorar y abrazarlo a mi, jurarle que todo irá bien aunque yo no esté segura de eso, sin embargo sé que eso no serviría de nada, lo único que puede ayudar ahora es ser fuerte y seguir con cautela sus indicaciones.

— Dime por favor que me has entendido, Mia—. Dice suplicante volviendo a mirar hacia atrás.

Aparto con brusquedad los nervios que me envuelven y asiento.

—. Bien, yo no te dejaré sola, y por lo que más quieras no creas en nada de lo que te digan, pase lo que pase yo te sacaré de aquí y seremos sólo tu y yo al fin.

En este punto de sus palabras las lágrimas son imposibles de contener, y debo limpiarlas para exigirme internamente ser fuerte.

— No quiero alejarme de ti nunca, por favor dime que sabes lo mucho que te amo...

— Sí me amas como yo te amo para mi es suficiente, no hay límites—. Besa mi cabello y finalmente mis labios—. Voy a volver, tienes que ser valiente.

*** *** *** *** *** *** *** ***

Narra Rossi

El amor es un juego prohibido, adictivo y jodidamente necesario, no sabes cuando vas a perder o cuando vas a ganar, incluso cuando crees qué vas tomando delantera, pues no, estás equivocado, y puedes perderlo todo tan simple y fácilmente como mover la pieza equivocada.

Sabía desde siempre que si hablamos de amor podemos entrar en un laberinto interminable y confuso hasta los huesos, es cierto que esas mariposas que hace sentir y la sonrisa que nos provoca no se compara con nada, sin embargo, la desilusión de un amor idealista si se puede comparar claramente con el dolor de un cuchillo envenenado cruzando y abriendo a su paso el pecho, no es fácil de superar cuando el mundo que creamos se derrumba, mucho menos cuando entregaste todo esperando recibir nada menos que todo.

— Eso... ese movimiento de tus manos, ¿estás pensando en lo que te dije, no?

Su voz me recordaba que aquella horrible conclusión no era tan lejana y que el dolor de la verdad al descubierto puede realmente ser abrumadora.

— Rossi... sé como te sientes, sé que aquella furia que empieza a crecer en tu pecho te quema la sangre, y entiendo que no quieras llorar frente a mi, pero créeme, si quieres despejar esas ideas que te consumen, hazlo, derrama cada lágrima y no tengas reparos en expresar lo que sientes, al final, has sido tan engañada y utilizada por la persona que creías que te amaba...—. Las palabras de aquel sujeto se prendian como fuego en mi pecho mientras que a la vez se hacían muy lejanas. El zumbido de sus destructivas oraciones me rompían la cabeza.

— Estás tan sola...—. Rió, de pronto levantándose para caminar hasta estar junto a mi—. ¿Eres consciente de eso, no?

No me inmutó su cercanía, mucho menos la forma en la empezaba a acariciar mi pelo. Después de todo lo que está pasando, y de todo lo que ha dicho, no podría creer que su versión es lejana a mi realidadn pero, ¿qué es lo que me impide creer del todo?

— Podrías decirme lo que piensas —. Sus dedos pasaban por entre las ebras de mi cabello oscuro —. Podrías hacerme saber lo que sientes—. Susurró, tocando mi cuello con más precisión—. Decirme lo que quieres sentir—. Esta vez sus labios tomaban posición sobre la piel de mi hombro.

— Detente —. Hablé como pude, llorar me había quitado las fuerzas y al parecer la voz.

— ¿Qué me detenga?—. La confusión en su rostro era evidente, finalmente el enojo se desbordó por sus expresiones—. ¡No vas a decirme que hacer!

Cerré los ojos con fuerza cuando su mano se estrelló contra mi mejilla, con tal fuerza que el interior de esta empezó a sangrar.

— Oh, ¿te he hecho daño?—. Ironizó mientras de manera brusca agarraba mis brazos poniéndome nuevamente a su altura.

No se con exactitud lo que su mirada me dijo en aquel segundo, pero por alguna extraña razón recordé cuando mi mamá nos contaba a Mia y a mi sobre su pasado y sobre Ben. Recuerdo que cuando terminó de hablar lloré, pero ahora sé que eso no significó realmente nada. Nadie ayudó a mi mamá cuando ella necesito a alguien que lo hiciera, estaba sola.

Tan sola como me encuntro yo. Porque ni Dylan o Matt, o quien diablos sea va a venir por mi. Esto no es un cuento de hadas.

DESTINOS © ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora