Capítulo 24: Tu también le gustas

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Narra Mia.

Sabía que algo estaban tramando o escondiendo Rossi y Matt, pero joder, no me esperaba que estuvieran en un plan romántico... o sexual.

— No, no—. Dijo nerviosa—. Yo no tengo nada y sólo te pusiste de acuerdo con Matt para hacerme asustar.

Quise reír.

— No se que de hablas, pero puedes ocultar todo menos ese jodido morado que supongo la boca de Matt dejó en tu cuello... Dios, es enorme—. No me aguante y reí, ella me fulminó con la mirada y rodó los ojos despues.

— Esto no es bueno, no puedo andar por ahí y que todos vean esto, o lo que sea que tengo aquí—. Señaló su cuello, seguí riendo y caminé hacía la cama sentandome en el borde.

— Sabes—. No preste atención a lo que dijo y decidí decir algo que seguro la cabrearía—. Sí no te conociera y no supiera que eres tan virgen como yo, juraria que tuviste una noche apasionada con Matt, porque dejame decirte que... —. No me dejó terminar ya que me avento una almohada del pequeño sofá púrpura, logré atraparlo— ¡Oye, no a la violencia!—. Me quejé.

— Bueno, no fastidies—. Dijo acercándose—. No se que voy a hacer con esto aquí—. Lloriqueó.

— Bueno... no es la gran cosa, quizá con maquillaje puedas cubrirlo.

— Estamos rodeadas de agua, sería inútil.

— Al diablo con eso, ¿que más da que lo vean? este lugar está lleno de adolescentes locos y desenfrenados, no creo que seas la única en esas condiciones.

La vi pensar lo un momento y luego me miró.

— Tienes razón...pero creo que igual golpearé a Matt.

— Esa es la Rossi que yo conozco, de hecho es extraño que no lo hubieras apartado por haberse acercado tanto...

— No sentí que...

Oh no, no mentirás Rossi.
Achiné los ojos y la mire acusadoramente.

— ¿Te gusta Matt?

Su mirada viajó a algún lugar del suelo, y divise un pequeño, casi invisible rubor en sus mejillas.

¡Bingo, le gusta!

— Se que no le dirás a nadie, así que sí, me gusta ese idiota...—. Creo que iba a seguir hablando, pero antes de que lo hiciera me abalancé sobre ella y la abracé chillando de felicidad.

No es secreto que Rossi detestaba todo lo que era o tenía que ver con el amor, hubo un chico llamado Fernando que no la valoró ni trató como debía, al contrario fue un patán e idiota, y a pesar de que ella decía no afectarle, lo hacía.

— Sí sí, aún estoy con mis dudas, es que el a veces es muy tierno, luego chistoso y lindo, pero es como si no le durara demasiado, ya que siempre terminamos peleando y el sale con un comentario idiota—. Rodó los ojos.

Yo me levanté pensando y deje el cojín en el asiento para dirigirme a la otra cama cerca de la ventana, me acosté libremente y pensé.

— Tu también le gustas, es obvio, te mira de una forma distinta, y a pesar de esas peleas sin sentido y todo, se nota que se siente atraído por ti... además recuerda que Drew dijo que era un idiota por naturaleza, y las dos sabemos que las viejas mañas no se olvidan—. Me burlé.

Ella suspiró y caminó hacía el que parecía ser el baño, al salir tenía el rostro lleno de agua, y lo secaba con una toalla verde agua.

— Quizás tienes razón... ¿qué crees que deba hacer?

— Tal vez deberías ser más despreocupada, estar con él no va a matarte, intenta conocerlo y descubre ahí si él siente algo por ti.

— Bien, intentaré ser directa con él, ya sabes, sincera y hablarle sobre lo que siento, si se aleja al diablo, y si se queda pues bien. No quiero complicarme después.

La mire y asentí.

— Vale, iré a ver a Drew.

— Bien, por cierto, me alegra que sea oficial—. Me guiño un ojo.

— A mi también—. Y así sin más, salí de la habitación.

Narra Drew.

Mara y Diego estaban en su habitación. Teníamos tres, la 168, que era para Mia y Rossi, aunque los planes habían cambiado. Esa sería para Mia y para mí, tenía una sola cama, era grande. La 172 que iba a ser la de mia y de Matt, y ahora, para mi hermano y para Rossi.

Era buena idea, tenía dos camas y así no había más problema y por último la 200 que claramente sería para Mara y Diego.

Las maletas estaban en la habitacion y caminé hasta la de Rossi, ya que mi hermano supongo estaba con ella. Una vez frente a la puerta un chillido de mujer se escuchó, era Mia.

Al llegar la vi por la ventana entreabierta, abrazando a Rossi.

— Sí sí, aún estoy con mis dudas, es que el a veces es muy tierno, luego chistoso y lindo, pero es como si no le durara demasiado, ya que siempre terminamos peleando y el sale con un comentario idiota.

¿Hablaban de Matt?

Mia caminó hacia un sillón cerca de la ventana, tuve que esconderme, luego la vi caminar hacia una de las camas.

— Tu también le gustas, es obvio, te mira de una forma distinta, y a pesar de esas peleas sin sentido y todo, se nota que se siente atraído por ti... además recuerda que Drew dijo que era un idiota por naturaleza, y las dos sabemos que las viejas mañas no se olvidan.

Sonreí recordando el día en el que les dije eso. Rossi se levantó, entró al que parecía ser un baño y luego salió.

— Quizás tienes razón... ¿qué crees que deba hacer?

Se qué está mal espiar, pero para este punto de la conversación yo ya estaba bastante intrigado.

— Tal vez deberías ser más despreocupada, estar con él no va a matarte, intenta conocerlo y descubre ahí si él siente algo por ti.

— Bien, intentaré ser directa con él, ya sabes, sincera y hablarle sobre lo que siento, si se aleja al diablo, y si se queda pues bien. No quiero complicarme después.

— Vale, iré a ver a Drew.

Cuando dijo eso, me alejé abruptamente y caminé hacia las escaleras que estaban de frente, era un tipo de balcón. Esperé unos segundos y luego dos pequeñas manos taparon mis ojos.

— Creo que ya dije que reconozco tu dulce olor, Mia—. Puse mis manos sobre las de ella y las bajé con delicadeza, para luego mirarla, tenía el entrecejo arrugado. Se ve tierna.

Pasé mis dedos por su frente alisando la piel de la zona y luego la besé, primero en la frente y luego en los labios. Sonrió entre el beso.

— Te quiero—. Susurré sobre su pelo, ella río y me abrazó.

— Pues yo te quiero más. 

La mire simulando estar confundido.

— No, yo lo hago.

— ¿Ah si?—. Dijo separándose de mi, y vaciló al hablar—. Entonces alcanzame y demuéstralo—. Dijo y así sin más echó a correr.

Me reí y sin dejar el tiempo pasar la perseguí con la clara idea en la mente de que la quería desde antes y la querré por siempre.

No hacerlo sería imposible.

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