-No puede ser.- Negué con la cabeza caminando de un lado a otro- ¿De qué se trata todo esto?
-No lo sé Camz, pero lo descubriremos. He hablado con Dinah para pedirle que este al pendiente de la situación.- Contó la pelinegra.
-¿Por qué Enzo?.- Pregunté sin entender- ¿Crees que Peyton también...?
-No.- Me cortó- Ella sigue siendo del todo humana. Lo hubiese olido a kilómetros como lo hice con Enzo.
-Es impresionante que aún estando lejos de todo aquello tengamos problemas.- Bufé pasando con frustración una mano por mi cabello- Aunque dudo que Enzo sea un problema.
-Por supuesto que lo es. No sabemos qué es lo que quiere o porqué lo convirtieron a él Camila.- La ojiverde me miró como si me hubiese vuelto loca.
-Lo conozco desde hace cuatro años, creo que sería incapaz de hacernos daño.
-¡No seas ingenua Camila! ¡Jamás terminamos de conocer a las personas!.- Exclamó Lauren alzando ligeramente su tono de voz.
-¡Sólo estás hablando desde la perspectiva que tus celos te dejan ver!
-Él no pensaba decírtelo.- Argumentó sin dejar que su penetrante mirada abandonase mis ojos.
-¿Y tú sí?.- Pregunté cruzándome de brazos. Abrió su boca para decir algo pero simplemente guardó silencio- Eso creí.
...
Estaba odiando el tenerla a centímetros y no escucharla hablarme. Seguía enfadada conmigo, pero no entiendo aún porqué exactamente. La observé de reojo recargada contra la barra de la cocina ella preparaba la cena completamente en silencio. A lo lejos se escuchaba el murmullo de la televisión en la sala, nuestras respiraciones relativamente relajadas y el bullicio de las calles de la ciudad.
-¿Cuánto más pasará hasta que me dirijas la palabra?.- Decidí romper la tensión, ella me dio una mirada rápida y luego volvió a lo suyo.
-No lo sé. ¿Cuándo confiarás en mí?
-Camz, sabes que confío en ti. Si no te quise decir nada acerca de Enzo, fue porque quería estar segura de sus intenciones.- Ella se volvió a verme y yo me incorporé.
-Pero yo podría ser de ayuda para eso, ¿No crees? Lo conozco hace cuatro años. Creo tener una vaga percepción de sus intenciones.- Reclamó sin dejar de mirarme fijamente.
-Lo sé y lo siento. Pensé que sería buena idea mantenerte ajena a todo esto para que puedes enfocarte en tus clases.- El silencio regresó por algunos segundos antes de que ella corriera había mi para abrazarme.
-Odio estar enojada contigo.- Murmuró contra mi pecho en donde escondía su rostro. Reí y dejé un beso en su cabello.
-Y yo odio que lo estés.- Tomé su barbilla para hacerla levantar el rostro y sin pensarlo atrapé sus labios con los míos.
Llevaba casi una semana sin tocar sus labios y estaba siendo una verdadera tortura para mí todo aquello. Extrañaba la suavidad de su boca y como su lengua se colaba entre mis labios para jugar con la mía en una dulce y exquisita danza. Sus brazos rodearon mi cuello y yo comencé a dar pasos haciéndola retroceder hasta que su cuerpo chocó contra la mesada de la cocina. La tomé por los muslos y la senté sobre la superficie abriéndome paso entre sus piernas, mis labios dejaron los suyos para atacar su cuello erizando la piel de la zona. Aquellos pequeños y casi inaudibles gemidos que escapaban sin permiso de su garganta despertaban el animal hambriento que vivía dentro de mi haciéndome perder por completo el control.