Cinco años después...
El aire fresco se filtró por mi nariz en cuanto espiré profundamente al salir de casa. Aguardé pacientemente a que los niños me siguieran afuera, ya se había convertido en una especie de tradición correr por el bosque todas las mañanas. Aunque se había vuelto un poco más dificultoso con dos adolescentes insertos en las travesuras sin ningún parámetro del peligro, y una revoltosa pero ágil niña de cinco años quién era la encargada de acabar con mi energía en tiempo récord. Pero al final del día el cansancio no importaba demasiado, nada importaba si yo había estado junto a ellos para verlos llorar y verlos reír.
-¡Vamos mamá ¿Qué esperas?!.- Exclamó Nigel saliendo disparado hacia los árboles cruzando todo el jardín trasero en tres zancadas.
-¡Mamá se está haciendo más vieja!.- Se burló su gemelo y fruncí el ceño indignada ante su comentario mientras me acercaba a las escaleras del porche para ayudar a Mily a descender.
-Eso no es cierto, aún tengo mucha energía podría correr todo el día ¿No es así princesa?.- Cargué a mi hija tomándola desprevenido y provocando soltase aquellas adorables carcajadas arrugando su nariz al sonreír tal y como lo hacía su madre.
-¡Mami es la más rápida!.- Ella estuvo de acuerdo y yo besé su mejilla complacida.
-¡Entonces veamos si pueden alcanzarnos!.- Gritaron al unísono para luego perderse entre los árboles con rapidez.
-¿Lista mi sol?.- La pequeña castaña asintió y la cargué sobre mi espalda asegurándome de que sus bracitos rodearan fuertemente mi cuello antes de ir tras los gemelos a los cuales aún olía.
Sus risas hacían eco entre las copas de los altos árboles del viejo bosque de la ciudad, algo que ellos no tendrían en un lugar como Nueva York. Es por eso que jamás había estado en discusión la idea de mudarnos a la gran ciudad de grandes rascacielos y lugares de comida rápida. Los gemelos eran cada vez más veloces casi tanto como yo podía serlo y Joe aseguraba que su rapidez era una de las tantas maravillas de ser Deltas hijos de un Alpha verdadero. Su primer cambio estaba cada vez más cerca y habíamos tenido que lidiar con algunos arranques durante las pasadas Lunas Llenas.
-¿Qué sucede? ¿Has perdido velocidad?.- Me preguntó Nick en tono de burla en cuanto me detuve dejando a Emily sobre la hierba húmeda junto a mí.
-Por supuesto que no enano.- Revolví su cabello haciéndolo reír- Quiero mostrarle a Mily el arroyo.- Murmuré tomando la pequeña mano de la castaña quien sólo rió siguiendo mis pasos.
-¿Dónde está Nigel mami?.- Preguntó mirando en todas las direcciones en busca de su hermano mayor.
-¡Por aquí!.- Escuchamos la voz del ojiverde y nos encaminamos a través de unos cuantos arbustos para dar con el arroyo.
Nigel ya admiraba embobado el hermoso color turquesa del agua y una pequeña cascada que se había formado, eso era algo nuevo. Emily soltó mi mano para correr hasta estar junto a su hermano admirando el agua aún más emocionada que él. Nick se les unió enseguida y los tres se arrodillaron a orillas del arroyo para ver su propio reflejo en el agua.
-Se parece mucho al color de nuestros ojos cuando resplandecen.- Dijo mi hijo estirando su mano para acariciar el agua.
-Sí lo hace. Mamá y yo solíamos venir aquí seguido.- Comenté y los tres se giraron para verme de inmediato- A ella le encanta la tranquilidad de este lugar.
-Es como un espejo.- Murmuró Mily sin poder dejar de mirar su reflejo en el agua cristalina- Me gusta.- Sonrió enseñándome su blanca dentadura llena dientes de leche.