CAPÍTULO 1

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Capítulo 1

—Y dime ¿Quién fue esta vez? ¡¿tu secretaria, la recepcionista, la nueva ejecutiva?! ¡Oh, no! ¡Espera! ¡La nueva socia! Sí, ella debe ser.

—No te quedan las escenas de celos, cariño —aunque no puedo verlos me puedo imaginar la expresión de satisfacción en la cara de Ronald.

—¿Celos? ¡ya quisieras imbécil! Solo quiero saber quién es la zorra que se debe estar burlando de mi porque se folló a mi marido.

—¿Tu marido? Tú y yo nunca hemos sido marido y mujer, Janine. Sabes muy bien que esto es solo un negocio. Yo... jamás me habría fijado en una mujer tan insípida como tú.

Doy la vuelta en mi cama y tomo mi teléfono para ver qué hora es. Las dos de la madrugada y los gritos de mis padres inundan la casa perturbando el silencio de la noche. Aun no entiendo cómo es que después de años de peleas e infidelidades no se divorcian de una vez por todas, sería lo mejor para todos.

¿Será que los negocios son tan importantes como para pasar tu vida con alguien a quien preferirías muerto?

El matrimonio de Ronald y Janine fue un negocio desde el principio, un mero trámite para afianzar la sociedad de ambas empresas familiares cuyo sello del contrato, fui yo. Lo que no entiendo y jamás haré es por qué no se negaron. Ronald siempre ha sido seguro de sí mismo, independiente y decidido, no me cabe duda que si hubiese querido se habría podido oponer a la voluntad del abuelo y Janine, ella siempre ha sido una rebelde, negada totalmente a las órdenes de mi abuelo y sobre todo a las de mi padre. En el tiempo que la obligaron a casarse de hecho ella, salía con uno de los empleados de su casa, aunque la verdad desconozco esa historia.

Odio vivir en este mundo de falsedad, donde las apariencias son lo único que importa, donde de lado queda tu opinión, tus deseos y por, sobre todo; tus sueños.

Me levanto de la cama ya que la pelea de mis padres está llegando a detalles que ningún hijo quiere saber. Salgo de mi habitación y en el pasillo me encuentro con mi abuelo. El culpable de todo. Que al igual que yo seguramente se despertó con los gritos.

Jonás Binder a pesar de sus más de sesenta años tiene una apariencia imponente, alto, de un cuerpo fibroso que ya se quisiera un hombre de cuarenta, de rasgos serios y duros, una mirada verdosa que tanto mi padre como yo heredamos y el cabello canoso que en vez de hacerlo parecer mayor le da un aire interesante y misterioso que atrae a las mujeres. Incluso jovencitas. El presidente de la corte de justicia, un hombre que impone miedo y respeto por igual. Pero a la vez, la única persona en esta casa en la cual confío sin dudar.

—¿Dónde vas Nathan? —me pregunta con voz gruesa.

—Me aburre el show.

—Las cosas se van a arreglar, hijo.

—Eso ni tú te lo crees, abuelo —respondo sin mirarlo.

Después de tantos años de escucharlos pasar de pelea en pelea debería estar acostumbrado, pero por el contrario cada una de ellas duele igual que la primera vez que los escuché cuando tenía ocho años.

Bajo las escaleras y el frío de la casa me hace temblar. La enorme y desolada mansión Binder, me gustaría entender por qué el abuelo mando construir una casa tan grande. Tal vez para no tener que encontrarnos continuamente. Sí, esa podría ser la explicación. Esta casa para lo único que sirve es para acumular polvo y darles más trabajo a las chicas de la limpieza. Con diez habitaciones libres que jamás son usadas porque nunca tenemos visitantes, un comedor para treinta personas que jamás es usado porque no comemos juntos —a no ser que el abuelo lo exija—, un enorme salón que solo sirve para transitar y para de vez en cuanto recibir a los socios de Ronald en esas aburridas reuniones llenas de hipocresía. La enorme piscina a un costado de la casa que no recuerdo cuándo fue la última vez que usé y el hermoso y cuidado jardín que en realidad nadie se para a admirar.

Better Than Me.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora