CAPITULO 20

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CAPÍTULO 20

Eliot

Acaricio la espalda desnuda de mi niño bonito que duerme profundamente boca abajo con su cabeza entre sus brazos cruzados tapado con solo una sábana hasta sus caderas. Paso mi dedo por las marcas que sin darme cuenta dejé en su nuca y a lo largo de su espalda, también la marca de mis dedos en su cadera.

¡Dios!

Hacer el amor con él fue lo más hermoso que he vivido en mi maldita vida, los gemidos que se escapaban de sus labios entre abiertos y la manera que se retorcía, creo que no se dio que movía su lindo trasero contra mí, tuve que hacer de toda mi fuerza de voluntad para no descargar toda mi lujuria. Llevaba bastante tiempo sin sexo.

Nathan se remueve y gira su rostro hacia mí y sonrío porque su mejilla tiene marcada cada arruga de la almohada. Abre sus ojos lentamente y me mira, me acerco a él y dejo un corto beso en sus labios.

—Hola —saludo pasando mi mano por su cabello alborotado.

—¿Qué hora es? —pregunta en un bostezo. La verdad es que no tengo idea, desperté hace un largo rato, pero me quedé viéndolo dormir. Busco con la mirada algo que me indique la hora y veo que hay un reloj en la mesa de noche.

—Nueve y cuarenta y seis.

—¿Despertaste hace mucho?

—Hace un rato... ¿estás bien? —pregunto preocupado porque se mueve y hace una mueca.

—Sí, no duele, solo se siente incómodo, pero mucho menos de lo que pensé que lo haría —sonrío, me preocupaba el haberlo lastimado.

—¿Tienes hambre? Iré a preparar el desayuno.

—No lo vayas a quemar... ¡aush! ¡Salvaje! —se queja entre risas cuando azoto su trasero en cuanto hace alusión al hecho que quemé la cena. No ha dejado de molestarme con eso desde que ocurrió.

—Eso fue tu culpa —me defiendo.

Estiro mi brazo hacia él y de pega a mi cuerpo, rodea mi cintura con su brazo y quejándose pasa su pierna por encima de las a mías, me besa lento y suave, mis manos recorren su espalda hasta la curvatura de su trasero. Nada en este beso dice sexo o pasión, más bien somos solo nosotros transmitiendo los sentimientos que nos embargan.

—Te huele la boca —susurra antes de esconder su rostro en mi cuello.

—¿Cómo que me huele la boca? —digo indignado. Comienzo a hacerle cosquillas en los costados de su cuerpo y Nathan se retuerce suplicando que pare, pero no lo hago.

Giramos una y otra vez, y no sé cómo terminamos enredados en la sábana sin poder movernos igual que un burrito. Mi niño bonito jadea entre risas bajo mi cuerpo y me mira con sus hermosos ojos verdes iluminados por las lágrimas que se han agolpado en ellos después de tanto reír. Adoro que sonría, me gustaría poder hacerlo reír cada día y que jamás tuviera que adoptar esa máscara que usa para evitar ser herido.

—Adoro tu mal aliento grandullón —dice con la respiración agitada. Solo alzó mis cejas en respuesta, ayer bebí unas cuantas cervezas así que tal vez si tenga algo de mal aliento.

Me muevo para tratar de salir de las sábanas y sin querer —juro que no lo hago adrede—, rozo mi miembro con el suyo y un gemido se le escapa, lo miro sorprendido y repito el movimiento.

—¡Eliot! —golpea suavemente mi hombro.

Agarro sus manos cuando planea moverse y las atrapo sobre su cabeza con una de las mías sujetando fuertemente sus muñecas, estiro la otra y tomo el bendito aceité para masaje que encontré ayer en el baño, quito la tapa con los dientes sin alejar la mirada de los sorprendidos ojos de mi niño bonito. Vierto un poco en mi mano y lo vuelvo a su lugar como puedo meto mi mano entre nuestros apretados cuerpos y lo tomo en mi mano haciendo presión. Nathan trata de mover sus piernas, pero las apreso con las mías y dejó caer mi peso sobre él.

—No, para... —dice cuando comienzo a mover mi mano de arriba a abajo.

Su tono de súplica despierta el lado más perverso en mí, quiero verlo retorcer de placer y quiero ser yo quien lo cause. Paso mi lengua por su garganta y dejo un beso húmedo en su cuello, puedo sentir en mis labios como su pulso de acelera, sus jadeos llenan mis oídos y hago más presión, quiero escucharlo gritar.

Tira de sus manos, pero hago más presión en sus muñecas. Siento que su cuerpo se tensa, está a punto de correrse y la tentación de poner mi dedo para evitar que lo haga me seduce, pero creo que ya es suficiente tortura. Aumento la velocidad y diciendo mi nombre en un grito ahogado se corre, siento en mi mano su caliente emisión fruto de mi esfuerzo, recorro su vientre esparciendo su esencia mientras me embriaga en su olor y mi niño bonito jadea tratando de recuperar su respiración.


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—¿Vamos a la playa? —pregunto con una sonrisa inocente mientras el chico que muerde con desdén una tostada parece estar pensando miles de maneras para mi muerte, no me contesta y eso me hace sonreír más.

Amo esa parte engreída de él, me encanta su rostro enojado tanto como lo hace su sonrisa y su rostro excitado. Sus mejillas se inflan y una de sus se alza, sus ojos se entrecierran y sus labios se fruncen formando unas pequeñas arrugas bajo su nariz. Nathan está molesto por lo que hice esta mañana, o eso dice él.

—Creí que querías ir a nadar —una vez más no me contesta. Se levanta, estiró mi cuerpo y tomo su mano, tiro de él y hago que se siente en mis piernas y lo abrazo, pensé que se iba a quejar, pero enlaza sus brazos a mi cuello y pone su rostro en mi hombro. Nos quedamos en silencio por un buen rato, hasta creo que Nathan se ha quedado dormido.

—Tengo una duda —se separa de mí, y me mira con ojos curiosos. Me recuerda cuando nos presentaron y me preguntó cuánto mido.

—¿Sobre qué?

—Tu... ¿cómo sabías que hacer? —me sorprende su pregunta. Sé que se refiere a anoche.

—Pues... he tenido sexo anal antes, con algunas mujeres. Y aunque no es exactamente igual, es básicamente lo mismo —contesto algo incómodo.

Nathan me mira sin decir nada y comienzo a ponerme nervioso.

—Ya veo —Nathan asiente y se levanta.

—¡Hey! —me levanto y lo miro desde arriba, su rostro no muestra nada y eso me asusta más.

—No te preocupes, no pasa nada, solo quería saber. Tampoco creía que eras virgen así que... —se encoge de hombros quitándole importancia al asunto.

—¿Y tú?

—Eres el primero en estar dentro de mí... aunque...

—Has hecho otras cosas —interrumpo y asiente. Sé que no debo hacerlo, en mente hay una alarma que me dice que no lo haga, pero las palabras salen sin más de mi boca— ¿Qué cosas?

El niño bonito me mira sorprendido de que haya preguntado eso, pero se recompone y me mira malicioso, sus ojos se iluminan por lo macabro de lo que debe estar pensando.

—Pues... —se muerde el labio inferior y me recorre con la mirada de pies a cabeza deteniéndose en mi entrepierna que vibra. Es la primera vez que lo veo hacer ese gesto para algo que no sea evitar llorar.

Se acerca a mí y engancha sus dedos al borde del pantalón de deporte que llevo rozando el inicio de mi vello púbico, pasa su lengua por la comisura de sus labios. Tira mi pantalón y mira hacia adentro, siento que mi pene comienza a despertar y reclamar atención.

¡Este chico es malvado!

—Nathan... —mi voz sale completamente excitada y ni siquiera me está tocando. Junta los labios, pasa su lengua por el interior de sus mejillas y estas se hinchan por cada lugar donde la pasa.

No está insinuando lo que creo que está insinuando ¿o sí?

Yo creo que sí. Es mi propia mente quien me contesta.

—Nathan, tu... —quita su dedo que hasta ahora ha estado jugando con el borde de mi pantalón, se lo lleva a la boca y me guiña un ojo.

Se gira y se va a su habitación. Me quedo como idiota mirando el camino por donde se fue mientras una serie de imágenes de la insolente boca de mi niño bonito sobre mí en este instante necesitado pene inundan mi cabeza.

Better Than Me.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora