CAPÍTULO 33

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Capítulo 33

La guerra de miradas es totalmente unilateral, soy solo yo quien quiere esfumar al grandullón frente a mí.

¡De verdad lo odio!

Es un idiota. Un idiota que me mira como si yo fuera la cosa más fascinante, y eso es lo que más odio de él, que me mire de esa manera.

El mesero interrumpe mis miradas asesinas y deja frente a mí un gran plato de comida latina, esa que amo gracias a Marta, creo que mis ojos lo miran con adoración porque me sonríe y me guiña un ojo, escucho el gruñido de Eliot y sonrío de vuelta al mesero solo para molestar al idiota de mi novio. El chico se va y lo sigo con la mirada, es guapo, se nota su origen latino, con esos ojos café profundo y su piel tostada, además no es muy alto pero su trasero es bien formado. Eso me gusta.

—¿Puedes dejar de mirar a otro hombre? —gruñe.

—En mirar no hay engaño, si quisiera tocar ahí sí habría problema.

—¿Entonces yo también puedo mirar? —me mira divertido alzando una ceja. Se me revuelve el estómago de solo pensar que Eliot mire a otro hombre, en realidad a una mujer, él nunca ha mostrado que le interesen los hombres, solo en mí.

—No. Tú tienes prohibido mirar a alguien más —sonríe arrogante.

Comienzo a comer mi comida, amo esta cosa, sé que esto va directo a tapar las arterias de mi corazón con grasa, pero no me importa, Inés y Sarah han tratado de imitar la cocina latina de Marta para mí, pero, aunque ella incluso les ha dado la receta no quedan igual, hasta este plato que ha sido hecho en un restaurante latino no está a la altura de los platos de mi morena. Comemos en silencio, pero el grandullón no aparta la mirada de mí, la verdad ya no me molesta, que me haya traído a un restaurante latino ha hecho que bastante de mi molestia desapareciera en el momento que entré. Miro lo que él pidió y me pregunto como un cuerpo tan grande tiene con tan poca comida, solo dos tacos, mientras yo me como una porción para cuatro personas de lomo saltado.

—¿Me vas a decir donde has estado? —pregunto mientras como el último bocado y me aguanto las ganas de pasar el dedo por los últimos restos de salsa que quedan en el plato. Alzo una ceja esperando mi respuesta.

—¿Me extrañaste?

—No.

—Eso no es lo que dicen los treinta llamadas y cuarenta y cinco mensajes.

—¿Sabes que te odio con todo mi corazón?

—Yo te amo —no puedo evitar que mis mejillas ardan por sus palabras. Me ama. Muerdo mis mejillas por dentro para evitar sonreír como quinceañera enamorada.

—¿Entonces? —pregunto tratando de fingir indiferencia. Solo me mira por largos segundos y mete su mano por detrás de su chaqueta hasta su cintura, en el proceso puedo ver su dorso por encima de la camiseta que lleva y veo el arnés donde llevaba sus armas cuando era mi guardaespaldas. ¿Por qué lleva armas? —Eliot... —susurro. Sigue mi mirada, y se da cuenta lo que estoy viendo, suspira antes de poner algo en la mesa, lo cubre con su mano así que no puedo ver que es.

—Tengo un nuevo trabajo —saca la mano y bajo la mirada a la mesa. ¿Una placa?

Lo miro de manera interrogante. Una placa, la tomo en mis manos y paso mis dedos por cada trazo. Policía de Nueva York.

—Hace unas semanas cuando te dije que estaba viendo la posibilidad de un nuevo trabajo fue porque Arthur me llamó indicándome que estaba la oferta para hacer las pruebas. Cuando llegué ahí ni siquiera hubo necesidad de hacerlas, con ver mi expediente militar me aceptaron. Y... aunque no estoy seguro, creo que tu abuelo tuvo que ver mucho en eso.

Better Than Me.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora