ESPECIAL 1

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Especial 1


Roland.

Recorro cada rincón de la habitación de Nathan con la mirada y no encuentro nada, no encuentro nada de ese pequeño niño que amaba jugar a las escondidas conmigo por toda la mansión, que se colaba en las noches a dormir en medio de Janine y yo, ni que lloraba cuando veía a otros comer chocolate porque él no podía hacerlo.

¿En qué momento le hicimos tanto daño, que no logro reconocer a mi hijo?

¿En qué momento, lo que pasó entre Janine y yo le afectó tanto?

¿En qué momento me encerré tanto en el trabajo, que se me olvidó que había un pequeño en casa esperándome para jugar?

Esas preguntas no tienen respuesta, o al menos no las encuentro. Creí que todo tenía que ser así desde que eso pasó. Yo, odiando a Janine, metiendo en mi cama a cada mujer que se me cruzaba en el camino solo para fastidiar a mi esposa y ella odiándome, llenando su caja fuerte de joyas caras para hacerme pagar de alguna forma las burlas de mis amigos por tener un marido infiel, pero, se me olvidó que había alguien rodeado por la burbuja de felicidad que inventamos, y que en el momento que explotó, fue quien terminó cayendo en el abismo oscuro que rodeaba esa burbuja.

Nathan.

Ese pequeño, que llegó sin planearlo.

La expresión de sus ojos cuando su madre le gritó que me había aprovechado de ella una noche donde estaba ebria es algo que jamás podré olvidar. ¿Qué pensará de mí? ¿Que soy un violador? ¿Que todo fue parte de un plan para tener un heredero para la familia Binder?

Tal vez ambas. Porque a Janine se le olvidó decirle que yo estaba tan o más ebrio que ella. Fue la primera vez, después de meses casados, que dejamos nuestra guerra de lado y nos bebimos una copa en señal de tregua, aunque se nos pasó la mano y terminamos desnudos haciendo el amor.

¿Cómo iba a pensar que Janine iba a quedar embarazada a la primera, si en ese momento solo podía pensar en el cuerpo de mi mujer desnudo debajo del mío?

Salgo de la habitación de mi hijo y me encaminó hacia las escaleras, necesito salir de aquí. No sé cómo mi padre ama tanto esta casa, cuando yo siento –a pesar de su enorme tamaño–; que me asfixia.

La mujer que odio y que amo por partes iguales sube las escaleras contoneando sus caderas; Janine. ¡Dios! Como me gustaría estrangular su cuello con mis propias manos, pero, a la vez, me gustaría hacerla gemir bajo mi cuerpo. Eso es exactamente lo que ella despierta en mi desde la primera vez que la vi.

Pasa por mi lado ignorando mi presencia y ese solo acto hace que me hierva la sangre. Cierro los puños fuertemente y suspiro para tratar de regular mi respiración, pero lo único que consigo es que el olor de su perfume se adentre en mis fosas nasales y llene mi cabeza por completo. La odio, odio ese poder que tiene en mí, aunque no quiera reconocerlo, odio tener la sensación de su piel en mis manos después de tantos años sin tenerla, odio recordar el día exacto, de la última vez que la tuve en mi cama. Bajo las escaleras rápidamente antes de cometer una locura, llamo a mi guardaespaldas y salgo de la mansión rumbo al apartamento de lujo que tengo en el centro de la ciudad, ese que ha sido mudo testigo de cada una de mis estupideces.

Voy por el cuarto whisky cuando el timbre suena, con algo de dificultad me encamino a la puerta y la abro.

—Te ves horrible.

—Cállate y dame eso —Jack me da la bolsa con frituras que trae en su mano y rompe en carcajadas cuando ve mi asqueroso intento de caminar erguido.

—Chetos y whisky, que elegancia — dice en modo sarcástico cuando se sienta en un sillón frente a mí.

Better Than Me.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora