Mi padrastro es mordido por una mujer serpiente. "Lurygon"

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No soy Percy. Soy sólo un amigo suyo, mi nombre es Lurygon Arthur Harington. Le pedí que no hablara de mí porque yo quería contar mi propia historia. Ahora, empezaré diciendo que yo estuve ahí en el Mar de los Monstruos, el Laberinto de Dédalo y en Manhattan pero no quise opacar a Percy. De acuerdo, eso
último fue broma, pero el caso es que ésta es mi historia y comenzaré hablando de mí y mi lugar de origen.

Nací en Londres, Inglaterra un 29 de octubre de 1993, hijo de una actriz semi famosa llamada Emily Harington. Por lo general, mi madre interpreta papeles de mujeres guerreras y fuertes que golpean muy duro (policías, soldados, guerreras medievales, romanas y griegas). Pero no sólo interpreta dichos personajes, sino que en la vida real ella es así, fuerte, segura, independiente, y pudo criar ella sola a un niño problemático por casi diez años.

Verán, mi padre se fue poco después de que yo nací así que jamás lo conocí, pero mi madre decía que tenía el mismo espíritu guerrero que ella y por eso se enamoraron. Aunque mi padre se marchó, mi vida temprana fue maravillosa. Mi madre era una mujer muy amorosa conmigo, me llamaba su "soldadito", y como siempre tenía trabajo nunca me hizo falta nada. Durante un tiempo, todo fue perfecto, hasta el día en que atacó el primer monstruo.

¡Oigan! ¡No fue mi culpa! Yo no sabía nada del olor de semidiós. Me baño una vez al día, no es lo más pulcro, pero tampoco soy un sucio.

Sucedió un día normal de escuela, yo caminaba solo a la hora del almuerzo, sin molestar a nadie cuando vi a un chico grandullón molestando a un niño pequeño; naturalmente, intenté ayudarle.

—¡Hey! Déjalo en paz —le grité al bravucón. Se veía muy grande para tener siete años, era mayor que yo en edad y estatura.

Me miró y sonrió con unos espantosos dientes amarillos como diciéndome: "Mordiste el anzuelo". Se acercó tronando los nudillos.

Comencé a retroceder aterrado, el grandullón levantó su puño hacia mi cara dispuesto a tirarme todos los dientes; en ese momento sentí una descarga de adrenalina que me recorrió el cuerpo y no supe que pasó después, sólo recuerdo que me encontraba de rodillas sobre un montón de polvo dorado rodeado de un montón de niños pequeños con miradas horrorizadas.

Obviamente llamaron a mi madre y me expulsaron de la escuela, la primera de muchas. La mirada de mi madre era de preocupación y decepción, pero no dijo ni una palabra al respecto. La situación no
hizo más que empeorar.

Una vez cuando tenía ocho años, una mujer pájaro con afiladas garras, creo que se llama arpía, se llevó a mi madre a la punta de un edificio. Cuando llegue a donde estaba volví a sentir esa descarga
de adrenalina y no supe lo que pasó después. Según mi mamá, estrangule a la criatura con mis propias manos.

Otra ocasión fuimos de excursión con los padres a conocer el mecanismo del Big Ben, ya saben esa torre del Palacio de Westminster con un reloj gigante, en Londres. Durante la visita el guía intentó atacar a mi madre y yo lo empujé o, según dijeron los demás padres a la policía, lo arrojé literalmente hacia los engranajes y lo aplastaron. Te preguntarás si volaron intestinos y viseras, pues no, afortunadamente se deshizo en polvo dorado igual que la mujer pájaro.

Podría estar todo el día hablando de mis encuentros con monstruos y esas cosas, pero me tardaría mucho, así que únicamente diré que cuando los ataques se hicieron más frecuentes, mi madre comenzó a odiarme. Tal vez fue el hecho de que mi padre no estaba y no había nadie más a quien culpar, porque yo estoy seguro de que no era mi culpa, yo no tenía idea de nada. Pero en fin, cuando ella supo que mi padre ya no volvería, decidió volver a tener citas y eso fue la gota que derramó el vaso.

No es fácil ser un semidiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora