Mis amigos se convierten en paletas heladas. "James"

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Ahora les contaré lo que pasó abajo en la guarida de Anteo y sobre el sacrificio de Lorraine.

Primero, ella y yo disparamos flechas explosivas para derribar las rejas, y los monstruos bajaron de las gradas para rodearnos. Fue ese momento cuando Lorraine y yo supimos que no podríamos escapar con el plan de Lury, al menos no así como él lo planteó. Antes de correr con nuestros amigos, Lorraine sacó un objeto de su mochila, una cuerda larga con un gancho de bronce.

—Está cuerda me la dieron los hermanos Stoll— había dicho Lorraine—. Tienes que lanzar el gancho en cualquier dirección y transportará a todos los que sostengan la cuerda al lugar seguro más cercano en un radio esférico igual a la longitud de la cuerda.

Me la entregó. Me di cuenta que no planeaba ir con nosotros, quería salvarnos porque éramos sus amigos. Sé que debí discutir con ella, pero se veía tan decidida que no supe que decir para persuadirla de no hacerlo.

Después corrimos hacia los demás y ella hizo magia como toda una experta, le lanzó una cuerda de la nada a Anteo y lo inmovilizó temporalmente mientras yo abría una brecha en la formación de enemigos que nos rodeaban.

Corrimos por el túnel por mucho tiempo, hasta casi desfallecer de cansancio. No podía lanzar el gancho con los monstruos tan cerca. Lury cayó en un charco de agua y se estaba rindiendo, pero Gab y yo nos negamos a abandonar a nuestro mejor amigo. De la nada, los tres invocamos un nuevo poder extraordinario, sentí una corriente eléctrica recorrer mi espina dorsal y un arco cargado con una flecha apareció en mi mano, no hubiera sido raro si el arco no estuviera compuesto de pura electricidad, como si fuera un rayo.

En ese momento me sentí como si pudiera enfrentar a todos los monstruos del mundo. Lury invocó un tridente de agua comprimida y Gab una espada de hueso, los tres juntos provocamos una explosión que detuvo a los monstruos el tiempo suficiente para que pudiéramos escapar con el gancho de los hermanos Stoll.

En cuanto estuvimos fuera de la guarida de Anteo, me desplomé sobre la nieve debido a que estaba cansado por la carrera y triste por Lorraine.

Nos encontrábamos en un pueblo abandonado en algún lugar de Quebec (creo). Todas las casas estaban cubiertas de nieve y aparentemente vacías, había un pozo en la parte central del caserío, seguramente vacío o congelado. No había forma de decir que día era, probablemente sólo habíamos pasado una o dos horas en la guarida del gigante así que seguramente era ocho de enero, aun teníamos cuatro días para encontrar a Edward y a los dioses rebeldes.

Todos nos levantamos, las chicas y Lury también lloraban por Lorraine, pero sabíamos que no podíamos quedarnos llorando, debíamos completar la misión, eso habría querido ella.

—Debemos hacer un inventario de lo que nos queda— dijo Lury, limpió su nariz con la manga de su chamarra—. Podríamos descansar en una de estas casas abandonadas y por favor, si ven una delta griega azul, no la toquen.

Lanzó una mirada de reproche a Aldo y recogió las cuatro mochilas que nos quedaban.

Me acerqué a hablar con él mientras las chicas iban a revisar el pozo para intentar conseguir un poco de agua. Lury vacío el contenido de las mochilas con furia. No podía culparlo por sentirse de esa forma, como líder de la misión, él se sentía responsable de todos nosotros y seguramente creía que la partida de Lorraine era culpa suya.

— ¿Necesitas ayuda, compañero?— le pregunté.

—No, gracias— respondió con frialdad.

—Es mi culpa, lo reconozco. Ella me entregó el gancho y me dijo que huyéramos mientras ella distraía a Anteo.

No es fácil ser un semidiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora