Ceno con mi madre en el luau del terror. "James"

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Vivir en Hawaii no es tan de ensueño como crees. Ir de vacaciones y pasar unos días para librarte del estrés sí lo es, pero pasar toda la vida aquí tiene sus dificultades, sobre todo si te atacan monstruos con cabeza falsa.

Mi nombre es James Namakaeha Flowers, pero pueden llamarme James. He vivido con mi madre en el archipiélago hawaiano toda mi vida, en una casa de Honolulu en la isla de O'ahu. La verdad es que le va bien, ella es gerente en un hotel de cuatro estrellas y todos dicen que el hotel se vendría abajo sin ella.

Mi madre se llama Mónica Flowers, es una aficionada a la vieja religión hawaiana, a la música y la poesía. Cuando es tiempo de su periodo vacacional (sí, trabajar en Hawaii es cansado) es voluntaria en los hospitales y en los centros de damnificados cada vez que hay desastares naturales. En resumen mi mamá es la mejor persona del Universo y siempre tiene una sonrisa radiante como el sol.

El 15 de octubre de 1993 vine al mundo, mi madre suele decir que fui la luz que vino a iluminar su vida. Dijo que toda la habitación del hospital brilló cuando nací, siempre creí que bromeaba hasta que llegó el día del apagón.

Un día, cuando tenía tres años, una terrible tormenta tropical azotó Honolulu. Mi madre trabajaba y me llevaba con ella porque no era un niño problemático así que podia permanecer en el hotel sin que nadie se quejara.

Cuando se desató la tormenta a toda la gente que estaba fuera se le permitió entrar para refugiarse, mi madre no permitiría que se quedaran fuera, otra razón por la que es genial. La lluvia azotaba contra las ventanas, el viento silbaba con fuerza cuando soplaba a través de las hendiduras de las ventanas, los relámpagos iluminaban por momentos el oscuro cielo y los truenos hacían temblar el lobby.

Yo estaba sentado en el mostrador de la gerencia mientras mi madre se encargaba de atender a la gente. Trataba de no asustarme porque ella me había dicho: "No temas mi rayo de sol, el cielo pronto se calmara y Kane hará salir de nuevo el sol". Kane era el dios hawaiano de las criaturas salvajes pero a menudo se le representaba con el sol, así que por mamá, traté de permanecer tranquilo.

Claro que no duró por mucho. Toda mi tranquilidad se esfumó cuando la red eléctrica hizo corto circuito y todo quedó a oscuras. La gente comenzó a gritar de miedo o debido a que se golpeaban los pies descalzos contra los muebles.

Todos esos gritos me asustaron y comencé a llorar como algunos otros niños, aunque al parecer mi llanto era más fuerte que el de todos, pero eso no fue lo más raro, noté que la recepción del hotel se iluminaba de nuevo, creí que la electricidad había regresado pero no estaba iluminado uniformemente sino que parecía más intenso cerca de mí, mientras que en el fondo del vestíbulo la luz era escasa.

Primero creí que había alguien detrás con una lámpara gigante pero cuando me volví, no vi a nadie. Todos murmuraban y soltaban gritos ahogados menos mi madre, su mirada era de preocupación y entonces lo comprendí, la luz venía de mí. Una luz como la del sol irradiaba de mí, un niño de tres años; al mismo tiempo notaba que me cansaba, dejé de llorar y me desmayé sobre el mostrador.

***

El incidente del apagón no fue lo más raro que me ocurrió, ya había cumplido diez años y la verdad no había pasado nada muy extraño antes de eso (además de que era un niño que brillaba cuando se excitaba), hasta que sucedió lo de aquel extraño día. Algo muy parecido a Sleepy Hollow, el peor día de mi joven vida.

Estaba con mi mamá en la playa, realizando nuestro homenaje a Kane, el dios del sol. Yo tocaba un ukulele, regalo por mi décimo cumpleaños, y ella cantaba, tenía la voz más hermosa del mundo y yo era estupendo para tocar casi cualquier instrumento, éramos el dueto perfecto.

No es fácil ser un semidiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora