Quisiera ser invulnerable como mi hermano. Puente Brooklyn. "Erik"

91 10 12
                                    

¡Hola! Yo soy Erik Paul Rose. Soy un semidiós, aunque algunos prefieren llamarme semi-ninfa, y soy hijo de la oceánida Tetis. Así es, la misma que llevó a Aquiles en su vientre y lo sumergió en el Río Estigio para hacerlo invulnerable. Eso demuestra claramente que mi madre tiene su favorito, porque a mí nunca me decidió dar algún regalo especial. Digo, ¿por qué Percy Jackson posee la Maldición de Aquiles y yo no? Era muy injusto. Y lo peor, tampoco me habían permitido ir a pelear a lado de mi novia, Tanya. ¿Quién se cree ese enano hijo de Ares? En cuanto termine la batalla le daré una golpiza.

Así que tuve que ir con Travis Stoll y otros siete miembros de la cabaña de Hermes, para defender el Puente de Brooklyn del ataque del ejército de Cronos. Me puse una armadura pesada para extra protección, cargué un escudo ligero de cuero y madera, y mi espada que no tenía ningún talento mágico. Marchamos hacia el Puente de Brooklyn con pocas esperanzas de ganar. Hicimos una especie de barricada con los automóviles, luego de sacar a los mortales dormidos del camino. Yo no podía parar de pensar en escapar al Túnel Queens, aunque sólo fuera por un momento. Quería comprobar que Tanya seguía con vida (no iba a perder a una novia bonita). Pero aunque pudiera escabullirme, tardaría una hora o dos en ir y regresar de allá.

—¡Amigos!— exclamó Travis—. Recuerden que no debemos matar a los semidioses que pelean por Cronos. Sólo tomaron una decisión desesperada y equivocada, no tienen que pagar por ello con sus vidas. Si no es humano, lo convierten en cenizas— desenvainó su espada y apuntó al cielo—. Por el dios que ha acogido a los perdidos y abandonados durante siglos. ¡Por Hermes!

—¡HERMES!— gritamos todos.

—¡También por ti, madre!— agregué—. ¡TETIS!

Los demás lo repitieron, seguido de uno o dos nombres de dioses menores. Cinco arqueros se formaron tras la barricada y los demás tendríamos que luchar contra los monstruos, cara a cara. Un cuerno de guerra rompió el pacífico silencio del hechizo de Morfeo, el ataque había comenzado.

***

Desenvainé mi espada y puse firme el brazo del escudo para resistir la carga. Un telekhine, mitad foca y mitad perro, golpeó mi escudo con su espada y me sacó un poco de balance; de una estocada lo desintegré. Un gigante lestrigón de dos metros de alto quiso golpearme con una tabla de surf, levanté el escudo y la tabla de rompió en pedazos, dibujé un arco con mi espada y lo mandé directo al Tártaro. Las flechas volaban desde ambos lados del puente, de nuestro lado parecía una pequeña llovizna mientras que del otro parecía una tormenta tropical. Ya tenía unas siete u ocho de ellas clavadas en mi escudo, las partía contra los cuerpos de los enemigos y eso les hacía perder el equilibrio. Eso me permitía clavarles mi espada.

—¡Aaahhh! ¡Mueran, monstruos!— grité.

Moví mi espada de un lado a otro, mi escudo bloqueaba y sacaba monstruos de balance.

— ¡Arqueros!— exclamó Travis—. ¡Concéntrense en los lestrigones!

Y como si Travis guiara las flechas con su mente, estas derribaron a los lestrigones que intentaban avanzar hacia nosotros. Las dracaenae nos arrojaban jabalinas en llamas, de milagro no hirieron a ninguno de los mortales que dormían en los vehículos, ignorantes del peligro y la batalla que ocurría a su alrededor.

Tres semidioses con guadañas pintadas en sus corazas se acercaron con espadas en mano. Corrí rápidamente a enfrentarme a ellos. Ya sé que suena tonto, pero yo no suelo pensar antes de actuar, se pierde tiempo al hacerlo. Me rodearon y lanzaron su ataque al mismo tiempo, bloqueé uno con mi escudo, el otro con mi espada y el tercero lo esquivé por poco, aunque logró hacerme un corte en el brazo. El dolor fue indescriptible, maldije a Aquiles y a mi madre por no sumergirme en el Estigio cuando era pequeño.

No es fácil ser un semidiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora