El alcaide de Alcatraz es un monstruo. "Lurygon"

89 10 0
                                    

Lo malo de un laberinto es que nunca sabes dónde encontrarás un punto muerto. Eso fue lo que nos pasó cuando entramos por el túnel izquierdo.

El camino iba recto, sin ningún tipo de curvas, intersecciones o desviaciones. Era como un sueño hecho realidad, hasta que nos topamos con roca sólida. Lo peor de todo era que algo nos seguía, pude escuchar el sonido de pies arrastrándose y respiración profunda.

Tyson intentó romper la roca que nos bloqueaba el paso. Yo también ayudé al grandote, golpeando la roca con Telum en forma de un martillo de guerra. Después de varios intentos y súplicas de mis amigos que nos apresuráramos, la roca cedió un poco y nos escurrimos por la pequeña hendidura.

—Cierren la entrada— dijo Annabeth.

Entre todos empujamos la roca hasta bloquear el sitio por donde entramos. La cosa que nos seguía se estrelló contra la roca y soltó un bufido de frustración.

— ¡Lo atrapamos!— dijo Grover.

—O nos atrapamos a nosotros mismos— sugerí.

Guardé mi arma.

Estábamos atrapados, eso era seguro. Nos encontrábamos en un cuarto de unos seis metros cuadrados. Estaba hecho de cemento y la pared opuesta tenía barras de hierro. Era una celda de prisión.

— ¿Qué demonios?— maldijo Annabeth.

Se acercó a las barras y trato de zafarlas, no funcionó. Me aproximé para echar un vistazo. Eran tres niveles de celdas colocadas en forma de anillo alrededor de un patio.

—Es una prisión— dijo Percy—. Tal vez Tyson pueda...

— ¡Shhh!— dijo Grover—. Escuchen.

En algún lugar sobre nosotros, llegó el sonido de un profundo llanto y de una voz áspera que hablaba en un extraño idioma que no conocía.

— ¿Cuál es ese idioma?— pregunté.

El ojo de Tyson se abrió completamente.

—No puede ser.

Tyson se levantó, tomó dos barras de la celda y abrió un espacio suficientemente amplió para que él pasara. Lo seguimos mientras Grover le pedía que esperara, pero Tyson parecía tener prisa por confirmar lo que estaba pensando.

—Conozco este lugar— dijo Annabeth.

—Es Alcatraz, ¿no es así?— pregunté, ella asintió.

— ¿Se refieren a esa isla que está cerca de San Francisco?— preguntó Percy.

—Sí, mi escuela nos llevó a una excursión aquí— dijo ella—. Es como un museo.

Me parecía sorprendente que hubiéramos atravesado el país entero en unas cuantas horas. Annabeth vivía en San Francisco con su padre y ella conocía la zona. Pero lo extraño era que mientras estuve en el Laberinto, sentí como si únicamente hubiéramos andado en círculos por el estado de Nueva York.

— ¡Quietos!— nos advirtió Grover.

Pero Tyson no le hizo caso y siguió hacia el origen del llanto. Grover trató de sujetarlo por el brazo y usar toda su fuerza para detenerlo.

—Tyson detente— dijo el chico cabra—. ¿No lo ves?

Grover señaló hacia arriba y estuve a punto de regresar corriendo a esconderme a la celda por donde habíamos entrado. Había un monstruo ahí dentro con nosotros, uno extremadamente aterrador.

De la cintura para arriba era una mujer (muy fea por cierto). Pero de la cintura para abajo, tenía el cuerpo de un dragón negro con garras curvas y afiladas, y una cola con espinas. De sus piernas brotaban cientos de serpientes vivas que suplicaban por comida. Su parte de mujer tenía similitud con Medusa, piel verde y cabello hecho de serpientes. Lo más extraño era su cintura, en la zona donde se unían su parte de mujer y dragón parecía alquitrán hirviendo. A veces, de esa misma área, brotaba el rostro furioso de una animal: lobo, león, oso... bueno ya entienden la idea.

No es fácil ser un semidiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora