Luke albergaba deidades antes que Carter y Sadie. ¿Quienes son esos? "Lurygon"

104 13 6
                                    

Caí y grité. Por si sola la altura me causaba mucho miedo. Caer desde una montaña sin paracaídas y sólo con un par de alas de bronce, era aterrador.

Abrí los brazos y los agité. De inmediato me estabilicé. Las alas parecían volar por si solas. Pronto me reuní con mis amigos que también volar con comodidad. Detrás, el taller de Dédalo ardía y despedía humo.

— ¡Aterricemos!— dijo Annabeth—. Estas cosas no durarán mucho.

— ¿Cuánto?— preguntó Rachel.

—Mejor no lo averiguamos— dijo Annabeth. No podía estar más de acuerdo.

El único que no parecía asustado, al contrario, disfrutaba del vuelo como un niño en Navidad, era Percy. Volaba arriba y abajo, girando y saludando a los montañeros y escaladores.

Aterrizamos sobre un punto de observación para turistas sobre las montañas. Estaba vacío excepto por una cafetería y una tienda de recuerdos, pero los encargados no parecieron notar a cinco adolescentes cayendo del cielo con unas alas de bronce. El material que mantenía las alas unidas ya había comenzado a deshacerse, las plumas se habían estado cayendo. Gracias a Zeus habíamos aterrizado a tiempo.

Caminé hacia uno de los binoculares del mirador para ver hacia el taller de Dédalo. Ya no se veían las ventanas, ni el humo; sólo el costado de la montaña. El Laberinto había cambiado de lugar.

—El taller se ha movido— aventuré—. Sólo los dioses saben a dónde.

— ¿Ahora qué?— preguntó Percy—. ¿Cómo volvemos al Laberinto?

—Tal vez no podamos— dijo Annabeth—. Si Dédalo murió, entonces el Laberinto se ha derrumbado. Tal vez eso detenga la invasión de Luke.

Eso era decepcionante. A pesar de que ambos eran malos a su manera, la idea de que el Laberinto y Dédalo se habían ido sonaba bastante triste. Además de la Señorita O'Leary por supuesto.

—No— dijo Nico—. No ha muerto.

— ¿Cómo lo sabes?— pregunté.

—Yo sé cuándo las personas mueren. Es algo que siento, como un zumbido en mis oídos.

—Entonces, ¿qué hay de Tyson y Grover?— preguntó Percy.

Nico negó con la cabeza.

—Eso es más difícil. Ellos no son mortales o semidioses. No tienen alma mortal.

—Tenemos que bajar al pueblo— dijo Annabeth—. Tendremos más posibilidades de encontrar una entrada al Laberinto ahí.

—Podríamos sólo tomar un avión— sugirió Rachel.

Percy se estremeció.

—Yo no vuelo.

—Lo acabas de hacer— le dijo Rachel.

—Sólo volé bajo. Aun así fue arriesgado. El aire es territorio de Zeus. Además no tenemos tiempo para un avión. El Laberinto es más rápido.

Yo prefería volar, pero Percy tenía razón. La manera más rápida de regresar era el Laberinto.

—Entonces necesitamos un auto que nos lleve al pueblo— dijo Annabeth.

Rachel miró hacia el estacionamiento. Su expresión era similar a la de alguien que tenía algo amargo en la boca y no pudiera escupirlo.

—Yo me encargo del auto— dijo.

— ¿Cómo harás eso?— le pregunté.

—Confía en mí.

No es fácil ser un semidiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora