Aldo empieza a dudar. "Gabrielle"

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La crisis se puede manifestar en muchas maneras. En mi caso fue el miedo de perder a mi novio y un sentimiento que comenzó a aflorar poco a poco, uno que creí había muerto desde le invierno pasado.

Desde que Lury se fue con Annabeth y los demás, Aldo no había pasado mucho tiempo conmigo. Se dedicaba a entrenar, dormir y tontear con las hijas de Afrodita. En ocasiones me ponía atención y usaba sus encantos para volverme a enamorar, era algo parecido a una tortura que disfrutas.

Yo no era la única que sufría por amor. James había intentado hablar con Anna pero fue imposible hacerlo sin que ella quisiera despedazarlo. Mary escribía el nombre de Lury en los muñecos de paja justo antes de desmembrarlos. Era una visión muy triste, todo sumiéndose en la desesperanza debido a la invasión que se acercaba.

Todos los días acudía a las prácticas de preparación para la batalla. Eran impartidas por Clarisse, la hermana de Lury. Eran diferentes a las clases de esgrima que daba Quintus. Hace un par de años, cuando nos enseñaba se comportaba de manera cruel y se burlaba de todos, pero esta vez se lo tomó con absoluta seriedad. Nos enseñó a combatir cuerpo a cuerpo con casi cualquier tipo de arma.

—Perder el arma durante la batalla siempre es una posibilidad— dijo Clarisse—. En ese caso, deben encontrar algo con lo que puedan defenderse y rápido. No importa si es un arma enemiga o de un aliado caído. En ese momento sólo deben preocuparse por su propia vida. Si pueden salvar a alguien, háganlo. Pero no se arriesguen demasiado. Recuerden: En una batalla tan grande, todos contamos mucho.

Practiqué con James y Edward. Ellos me enseñaron a usar las armas donde eran expertos, arco y lanza respectivamente. La verdad es que el arco se me dio bastante mal, pero pude arreglármelas para no matar a nadie con una flecha. Por otro lado, con la lanza era mejor pero, según Edward, no la manejaba correctamente.

—No, señorita Gabrielle— me decía Edward—. No es un martillo de guerra o un hacha de batalla. No la blandas, pincha con ella.

Intenté hacer lo que me dijo mi amigo, de verdad que sí. Pero el movimiento de blandir me salía mucho mejor que el de pinchar. Creo que se debía a que el arma de mi padre era un tirso: un bastón con una piña en el extremo y con enredaderas de vid. En fin, lo hice bastante bien a mi parecer.

Mary partía su tiempo entre el entrenamiento e intentar hacer crecer plantas de defensa, pero siempre le salían mal y terminaban atacándola. Se había separado del grupo desde su beso con Lury y como Joshua era su mejor amigo, él también se fue. Lorraine pasaba la mayoría del tiempo en la cabaña de Hermes, durmiendo e intentando contactar con Nico di Angelo en sueños.

Así que, en resumen, Mary y Joshua pasaban su tiempo evitándonos en la forja. Lury se había ido de misión y corría el peligro de morir, tal vez (¿O debería decir: "otra vez"?). Keila patrullaba, ayudaba con las trampas y cazaba monstruos por el bosque. Lo que nos dejaba a James, Edward y yo.

Aldo comenzó a portarse de una forma diferente. No sólo conmigo, digo en general. Al principio parecía feliz de estar en el Campamento Mestizo conmigo y yo me sentía igual. Por muy odioso que fuera a veces y lo mucho que me molestaba que pasara tanto tiempo con las hijas de Afrodita, era un chico dulce, divertido y valiente.

Pero ahora ya no era igual. Había perdido esa alegría que lo caracterizaba, dejó de participar en las actividades del campamento y por lo tanto no pasaba tiempo conmigo. Lo único que seguía haciendo era tontear por ahí con las otras chicas del campamento que pensaban que era guapo. Quiero aclarar: no soy una chica posesiva, soy una firme creyente de que en una relación cada quien debe tener su propio espacio, pero eso era demasiado. Sin embargo, no le dije nada.

Un día cometí el error de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Buscaba a mi novio, no lo había visto desde el desayuno y con tantas desapariciones que habían ocurrido y la amenaza de invasión al campamento, se entiende que estaba preocupada. Pregunté a sus compañeros de la cabaña de Hermes y nadie sabía, a los chicos de otras cabañas y a Quirón, ellos tampoco sabían. Fui a buscarlo al bosque. Recogí mis hachas y fui directamente al Puño de Zeus, donde los campistas hacían guardia.

No es fácil ser un semidiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora