Me ofrecen la inmortalidad en un folleto. "Gabrielle"

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La cita había salido... no lo sé.

Pasamos un tiempo estupendo en Central Park, vimos muchos animales lindos y tomamos algo caliente, pero lo que de verdad me quitó el frío fue cuando Lurygon tomó mi mano, mis mejillas se encendieron y sentí muchas mariposas en el estómago.

Lury es muy dulce y no es feo, pero me parece que es algo inseguro de sí mismo. ¿Me gusta? Cuando tenía poco tiempo de conocerlo, te habría respondido inmediatamente que no. ¿Ahora? No estoy segura.

El ogro gigante lestrigón canadiense, como yo llamo a aquellos monstruos, interrumpió nuestro momento. No sabía cómo sentirme al respecto sobre eso. ¿Aliviada? ¿Furiosa? Era confuso en mi mente.

No todo estuvo perdido, Lury descubrió un nuevo poder que tenía. Lo había llamado telumkinesis en latín, que es controlar las armas con tu mente, lo único malo de ese nuevo poder era que lo dejaba agotado.

Se apoyó de mí hasta que Argos nos recogió, aunque me di cuenta que también lo hacía por qué quería abrazarme, no me molestó en absoluto, me gustan los abrazos. Cuando llegamos al Campamento Mestizo sanos y salvos, llevé a Lury a su cabaña y lo deje dormido en su litera para que recuperara su energía.

En la cabaña de Dionisio todo estaba tan solo sin Pólux y Cástor, ni siquiera el hecho de ser la capitana me hacía sentir mejor, ¿capitana de quién? ¿De mi misma? Wow, que impresionante.

Fui a la Casa Grande y le pregunté a Quirón por James y Edward. Ninguno de los dos había salido del campamento a ver a sus familias, la mamá de James vivía demasiado lejos y no podía visitarla en estos momentos. El padre de Edward estaba de viaje dando conferencias en Francia. Casi deseé poder estar ahí, pero no tenía sentido, no tenía a nadie.

—Fueron a una misión de rescate— respondió Quirón—, pero volverán pronto. ¿Quisieras jugar damas, querida?

—Uh... no gracias señor— dije, lo más amable posible—. Tengo algo que hacer.

—Bien, querida. Hasta luego y cuídate.

Me fui de ahí dejando a Quirón solo con un tablero de damas.

Recorrí el campamento para despejar un poco mi mente, realmente estaba vacío. No había más de cinco campistas en cada cabaña, exceptuando la cabaña de Hermes, la cual siempre tenía más ocupantes que cualquiera de las otras. Había pasado dos inviernos aquí antes, pero este año, el Campamento Mestizo contaba con menos campistas que antes.

Thalia y yo éramos las únicas que estábamos solas en nuestras cabañas, pero jamás me acerqué a hablar con ella, me resultaba intimidante con su ropa punk y sus ojos azul eléctrico, iguales a los de su padre. Había practicado un par de veces con nosotros, sus armas eran una lanza y un escudo que tenía grabada la cabeza de una gorgona. Era una réplica del escudo de la diosa Atenea, la Égida, que llenaba de terror a cualquiera que lo viera, ya fuera monstruo o semidiós.

***

Los pegasos aterrizaron junto a las cabañas unas horas después, se veían realmente agotados, cada uno de ellos cargaba a dos semidioses. James, Edward y Anna desmontaron acompañados de un chico con una espada de oro, una chica alta de pelo ondulado y otra chica bajita con gafas y las puntas de su cabello pintadas de rojo, pero ni señal de Donnie el sátiro. Edward sostenía un cuenco con un pequeño tallo. Caminé hacia ellos.

— ¡Chicos!— abracé a James y Edward—. Qué bueno que están bien. ¿Qué sucedió?

—Donnie... él se sacrificó por uno de los semidioses— dijo Edward con voz entrecortada—. Murió haciendo su deber.

—Iremos a plantar este durazno en el que reencarnó— dijo James señalando el pequeño tallo—. ¿Dónde está Lury? Él también conocía a Donnie. También a Tanya y Erik.

No es fácil ser un semidiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora