Salvamos a un chico lindo. "Gabrielle"

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Solamente vomité una vez cuando dejamos de rodar por la nieve lo cual me pareció un milagro.

También fue una fortuna que no me partiera el cuello al rodar por la cabina del avión, que se partió cuando chocamos. Estábamos en algún lugar de Quebec, o al menos eso decía el GPS antes de que el avión se estrellara.

— ¡Auch! Oh dioses. No puedo creer que sobrevivimos— dijo Lury—. No vuelvo a subirme a un avión jamás.

—Concuerdo contigo— respondió Keila sobando su cabeza.

—Tenemos que...oh dioses— salí corriendo de la cabina y vomité sobre la nieve—. La comida china no se lleva con las vueltas.

Una mano tocó mi hombro.

— ¿Estás bien Gab?— preguntó Lury.

Me limpié la boca con la manga y asentí. Estaba tan feliz de que estuviera bien y despierto, me dieron ganas de envolverlo nuevamente en un abrazo. Lamentablemente los "tragones" nos interrumpieron.

—Deliciosos semidioses— dijo uno de ellos—. Nuestro rey ordenó que los atrapáramos. Sus empleadores quieren vivo al hijo de Ares, pero nos dieron permiso para comernos a los demás. Tendremos un festín.

—También nos comeremos a esos mortales que trajeron con ustedes—dijo otro—. Son una buena guarnición.

Comenzaron a rodearnos. Conté diez de ellos, todos armados con garrotes, espadas y tablas de surf. Algunos estaban tatuados en distintos lugares del cuerpo: dragones, anclas, corazones y palabras en griego antiguo e inglés que no pretendo repetir.

Keila les apuntaba con su arco. Lurygon tenía listo su escudo nuevo en el brazo izquierdo y una espada griega de bronce en la mano derecha. Yo tomé mis hachas de bronce celestial que colgaban de mi espalda, una era de doble filo y la otra de un sólo filo.

Los ogros atacaron. El más cercano cayó por una de las flechas de Keila en la frente. Lury bloqueó un garrote con su escudo negro y lanzó una estocada a la barriga del gigante que se deshizo en polvo dorado. Corté la pierna de uno y lo rematé cortándole el cuello. Después lancé el hacha de un filo a otro gigante que pretendía atrapar a Lury por la espalda, el hacha se clavó en el pecho del monstruo y este se desintegró.

No pudimos aguantar mucho tiempo, cada vez llegaban más y más "tragones", no pudimos repelerlos a todos. Keila la dejaron inconsciente de un golpe en la cabeza con una tabla de surf. Otros dos ogros me atraparon, sujetándome por las piernas y los brazos.

— ¡Suelta tus armas!— ordenaron a Lury—. De lo contrario, desmembraremos a tu amiga.

Me sujetaba cada uno de una pierna y un brazo, amenazando con tirar de ellos en cualquier momento. Lurygon apretó su espada hasta que los nudillos se le pusieron blancos y, al darse cuenta de que no podía vencer a los monstruos sin que estos me lastimaran, arrojó sus armas sobre la nieve. Los "tragones" estallaron en carcajadas. Nos quitaron las armas y las metieron en un saco. Después nos metieron a los tres en otro saco y nos llevaron arrastrando.

— ¿A dónde nos llevan?— pregunté a Lury.

—Supongo que a la guarida de su rey, donde quiera que esté— respondió él. Después suspiró profundamente—. Si vamos a punto de morir, hay algo que tengo que decirte.

Mi estómago se revolvió, mitad de emoción, mitad de náuseas por la comida china en mi estómago. Creí que por fin se había decidido y confesaría sus sentimientos. Pero lo que hizo fue contarme lo que soñó durante la estadía en el emporio de Daniel. No digo que no fue interesante pero, la verdad esperaba que...bueno no importa.

No es fácil ser un semidiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora