¿Has leído La Ilíada? "Lurygon"

87 11 2
                                    

Thalia es una buena compañía, las Cazadoras no. Phoebe y las demás chicas hacían comentarios acerca de mí, se quejaban que Thalia permitía que un
chico las acompañara. Me sentí tentado a recordarles que gracias a este "chico" estaban vivas y no aplastadas por un tanque, pero no lo hice. No quería problemas.

—Gracias por venir en nuestra ayuda— me dijo Thalia—. Eres un buen amigo, Lury.

—No fue nada— respondí con modestia—. Presentí que podías necesitar ayuda con el tanque, era muy grande.

— ¡Fue genial como lo volaste en pedazos! ¿Cómo Tártaros lo hiciste?

Metí la mano al morral y saqué una granada de fuego griego, la última que me quedaba, se la di a Thalia para que pudiera verla de cerca.

—Ares nos las regala, o a veces las fabrican los hijos de Hefesto. Ya sabes, yo no puedo lanzar rayos o controlar alguna fuerza de la naturaleza. Yo hago volar cosas.

Ella se rio y me devolvió la granada. Durante el combate de esta noche usé la mayoría de las armas que traje, incluido el arco. Pero me temía que esto no había terminado, el ejército de Cronos era demasiado grande para ser derrotado únicamente por nosotros. Temí que alguna de las cabañas hubiera sido derrotada o aniquilada, y Cronos tuviera un acceso libre a Manhattan; no todos los semidioses del campamento eran guerreros.

Después de tomar prestados algunos vehículos, llegamos al Hotel Plaza junto a Central Park. Era un edificio cuadrado al estilo renacentista francés, con cientos de ventanas, incluso las esquinas del edificio las tenían. Del lado norte había un pedestal donde hubo una estatua que probablemente estaría peleando, la entrada tenía una escalinata de mármol con tres alfombras rojas y cinco columnas griegas la custodiaban; al mismo tiempo, estas sostenían una terraza. En una fuente había una estatua viviente de Pomona, la diosa romana de los huertos y la abundancia.

Esperaba ver algunos heridos y agotados, después de todo la batalla había sido intensa, pero nada en el mundo me había preparado para lo que vi al entrar a la recepción.

***

El vestíbulo era lujoso y bastante bonito. Varios semidioses y Cazadoras estaban repartidos por los sillones, ya fuera que estuviesen heridos o cansados. Los hijos de Apolo iban de ahí para allá atendiendo a los heridos. En la esquina lejana había algunos cuerpos completamente cubiertos con mantas: los que habían fallecido.

Vi a Erik Rose entrar con un ramo de flores en las manos, se detuvo a hablar con Drew de la cabaña de Afrodita y luego subió al ascensor. Mary estaba sentada junto a su hermana Miranda, quien tenía una pierna vendada. No vi a James, quise pensar que era porque estaba haciendo labores médicas, tal vez cantando Wind of Change para curar a alguien grave. Tampoco vi a Edward o a Tanya, ella no tenía mucho entrenamiento de combate y él no era el más fuerte, ojalá estuvieran bien. Lorraine estaba dormida sobre un sillón, no parecía herida, gracias a los dioses. Tuve miedo de acercarme a revisar los cadáveres, me daba pavor levantar las mantas y ver el rostro de alguno de mis amigos, en especial
el de Gabrielle. Pero me acerqué de todos modos, era mejor si lo sabía de una vez. Eran cinco cuerpos, dos de ellos usaban ropa plateada así que los descarté de inmediato. Los otros tres eran de una chica y dos chicos, ninguno de ellos me parecía conocido. Confieso que me sentí aliviado. Claro que también era muy triste que haya muerto gente, pero me alegraba mucho que no fuera alguno de mis amigos.

Decidí ir a la terraza para buscar a James o Gabrielle. Pero como nunca antes había estado en el Plaza, me perdí. Estuve tocando puertas por todo el primer piso, algunas habitaciones estaban vacías, otras estaban ocupadas por mestizos malhumorados o agotados que me gritaban que me fuera. Luego de un rato, por fin alguien me abrió la puerta. No podrían imaginar mi alegría al ver a James frente a mí, sano y salvo. Mi mejor amigo me envolvió en un abrazo que por poco me hace llorar.

No es fácil ser un semidiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora