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[Punto de Vista Judith]
Si tenía que estar enfadada, desde luego no lo estaba. Ni lo más mínimo.
Jamás había visto a Louis así; jamás me había hablado de esa manera. Puede que su reacción sí fuera motivo para mosquearme yo también, pero sólo podía estar preocupada. Mucho.
Estaba dolido. Estaba realmente dolido.
Y enfadado, él sí.
Di cuarenta vueltas por la habitación antes de que Rosa entrara y cerrara la puerta tras ella.
- ¿Qué ha pasado?
Le expliqué todo como fui capaz; estaba demasiado nerviosa y cuando eso ocurría el hecho de enlazar unas palabras con otras resultaba una operación demasiado complicada.
- Explícaselo, Judith -dijo al cabo de un par de minutos-. Dile que Alex me besó a mí.
- Pero, Rosa...
- Da igual, confío en Louis. Si tú se lo pides no se lo contará a Niall, así que hazlo y déjate de líos. Estáis muy bien como para estropearlo por una tontería -asentí.
- De todas formas... Eres tú quien debería contárselo a Ni...
- Ese es otro tema -me cortó, poniendo los ojos en blanco y reí ligeramente-. Hazlo, díselo, y se acabarán los problemas.
- ¿Sabes? -Comencé tras un breve silencio-. No me importa lo que ha ocurrido. Quiero decir... Estaba cansada de estas escenitas con Max, y me enfadaban mucho, pero con Louis... Sólo me preocupan.
- Por dos cosas -añadió al instante-. La primera, sabes que Louis no es así, que esto es un hecho aislado.
- Sí -admití.
- La segunda... A Louis le quieres.
Nos miramos fijamente.
- Sí.
- Venga, anda, vete a hablar con él.
En cinco minutos estaba saliendo por la puerta, ante la atenta mirada de todos.
Desde pequeña había sido muy nerviosa; es algo que a mis veinte años de vida tenía perfectamente asumido. Y conocía muy bien todo lo que pasaba cuando esos estados de nerviosismo se apoderaban de mí: tendía a enterarme más bien de poco, solía dolerme la tripa y me mordía las uñas cada cinco segundos. Por eso no era de extrañar que me confundiera de calle al intentar llegar a casa de Louis. Ni que una de mis uñas acabara convertida en nada justo después de aparcar, ya en el sitio correcto.
Y, por supuesto, me dolía la tripa.
¿Y si iba mal?
¿Y si estaba demasiado enfadado?
O, peor, ¿y si le veía tan lleno de dolor como le había visto hacía un rato?
No soportaba verle así.
Llamé al timbre con bastante inseguridad.
Esperé.
Tuve que repetir la operación al no obtener respuesta.
¿Por qué no abría? ¿No estaba? ¿Dónde podía estar?
Me mordí otra uña.
Justo cuando empezaba a sacar el móvil del bolsillo para llamarle, dos ojos azules me abrieron la puerta. Su expresión no había cambiado desde la última vez que la había visto.
- ¿Qué quieres? -Preguntó secamente.
Una punzada de angustia recorrió mi estómago.
Genial.
- ¿Puedo pasar? -Le pedí, con la voz temblorosa.
Era increíble la cantidad de emociones que era capaz de provocar en mí.
Resopló con fuerza y se apartó unos milímetros de la puerta, sin dejarme acceso del todo. Esta vez, fui yo quien puso mala cara.
- Si tanto esfuerzo te supone me voy.
- Tú misma, yo no te he pedido que vinieras.
Abrí la boca.
- ¡Pero Louis! -Le empujé hacia dentro sin importarme si quería verme o no. Cerré la puerta con una mano, sin mirarla, y clavé mis ojos en él-. ¿Qué te pasa?
Sentí cómo contenía la respiración.
- ¡Pasa que nunca me dices la verdad! -Pronunció esas palabras como nunca le había oído decir nada-. Eso pasa. Pasa que nunca eres clara conmigo. Y estoy cansado, estoy cansado de esto y estoy cansado de ti -su tono de voz siguió siendo elevado pero arrastró las últimas palabras como si le costara pronunciarlas.
Temblé.
¿Cansado de esto?
¿Cansado de mí?
Contuve las lágrimas.
Era lo que me merecía, incluso aunque todo esto lo hubiera desencadenado algo de lo que yo no tenía culpa.
- ¿Estás cansado de mí? -Pregunté con un hilillo de voz, contrarrestando su fuerte tono.
- Estoy cansado de ser tu diversión -siguió hablándome de igual modo y tragué saliva.
- ¿Qué? ¿Mi...? -Suspiré-. ¿Eso es lo que crees que eres? ¿Eso es lo que sientes que eres? -Hice una pausa-. ¿Mi diversión?
"No voy a llorar, no voy a llorar..."
- Qué soy sino.
"Más. Mucho más. Todo."
¿Por qué no me salían las palabras?
- Mucho más... -Conseguí decir. Si me dejara explicarle...-. Eso no, desde luego, además, Louis...
- No soy lo que quiero ser -me interrumpió.
- Déjame hablar...
- Y no entiendo por qué, y eso me hace darle vueltas a las cosas, y me hace estar mal -su voz... Su preciosa voz seguía siendo fría-. Y me hace dudar. ¿Por qué no más?
- Louis...
- ¿Por qué no más? -Volvió a interrumpirme-. ¿Por qué, Judith? ¿No soy suficiente?
- Lou...
- ¿No te he demostrado en todo este tiempo que te quiero?
Me quedé congelada. Mirándole, incapaz de decir nada.
Me quería.
Me quería.
Y yo le estaba haciendo daño.
- Nunca me lo habías dicho...
- ¡Pero ya lo sabías!
Una lágrima se escapó veloz de mis ojos, probablemente por la distancia dolorosa, y no solo física, que nos separaba en esos momentos. La atrapé al instante queriendo que no se hubiera dado cuenta.
Lo hizo, claro.
Se acercó a mí despacio.
- Perdóname... No quiero gritarte, no quiero hablarte así -extendió su brazo y rozó el mío pero lo dejó caer al instante-. Lo siento. Perdóname, por favor.
- No... No, perdóname tú a mí -aferré con fuerza su camiseta buscando algún signo de mejoría en sus ojos; seguían estando tristes-. No soporto verte así, Louis. Tú no eres así. Perdóname.
Apoyé mi cabeza en su pecho y sentí su mano colocándose en mi cintura con delicadeza, como si tuviera miedo.
- Sí pasó algo con Alex, pero no... -Se retiró de mí y comenzó a andar hacia otro lado. Sostuve su mano y le obligué a detenerse-. Para, escúchame.
- No quiero hacerlo.
De nuevo frialdad.
- ¿Me pides sinceridad y ahora no la quieres?
- No.
Cerró los ojos en un gesto de dolor y me hice chiquitita. No podía verle así. A él no.
- No es lo que imaginas... ¿Por qué no me das un voto de confianza?
- Te he dado muchos -contestó cortante.
- ¡Y yo a ti! -Por primera vez conseguí elevar el volumen de mi voz y hacer que sonara segura-. Y nunca he dejado de escucharte, incluso aunque en un principio me resultara difícil hacerlo -su mirada recorrió todos los rincones donde nos encontrábamos hasta que se detuvo en mí-. ¿Vas a escucharme? Por favor... -Prácticamente supliqué. Asintió-. No puedes contarle esto a nadie -comencé-, a nadie. Y sólo te lo estoy contando porque Rosa me ha dado su permiso para hacerlo -leí la confusión en su cara-. Alex besó a Rosa. Ayer, en la fiesta. Por eso me fui con él, necesitaba hablar. Con una amiga -recalqué-. Eso era también de lo que hablábamos en la cocina esta mañana -su rostro se fue transformando en cuestión de segundos-. Y pareces haberlo olvidado, pero ayer te dije que hoy quería hablar contigo. Quería decirte que he sido la persona más boba de este planeta durante mucho tiempo por no darme cuenta verdaderamente de lo que tenía delante. Pero ya lo veo, lo veo con total claridad. Lo que tengo delante es insuperable y... Merece toda mi confianza -hice una pausa y caminó hacia mí-. Quería decirte que no quería seguir teniendo miedo, ni dudas. Quería decirte que quería estar contigo, de la manera que tú quieras, y todo el tiempo que tú quieras -se formó un nudo en mi garganta. ¿Y si eso ya no valía de nada? ¿Estaba cansado de mí?-. Y ya está, no tengo más que decirte.
Dejé de hablar sabiendo que si seguía eso iba a acabar en un llanto desconsolado. Dirigí mi mirada al suelo y cuando una cierta tranquilidad volvió a mí y me sentí con valor de levantar la cabeza se había aproximado completamente a mí.
- Soy un imbécil -dijo con la voz rota.
- No, no lo eres -negué al instante.
- Sí, sí lo soy. Te he hablado fatal. Joder, te he hablado fatal -me cogió la cara. Odiaba ese brillo en sus ojos porque sabía lo que significaba. Sólo quería que brillaran de felicidad-. Lo siento, lo siento muchísimo. Perdóname, por favor...
- Tranquilo -le acaricié la mejilla y cerró los ojos acercando su cara a mi mano-. Tienes derecho a enfadarte si algo te molesta, pero la próxima vez... -Me mostró ese azul que tanto adoraba de nuevo-. Vamos a hablar las cosas, ¿vale? No salgas huyendo.
- Estaba acojonado... Como nunca en mi vida. No sabes la de cosas que se me han pasado por la cabeza estos días.
Reí; sin alegría alguna.
- Te daba miedo la posibilidad de que estuviera jugando contigo... Louis, si no confías en mí...
- Confío en ti -me abrazó con fuerza.
- No, no del todo -nos separé-. Piensas que eres mi diversión, lo has dicho.
- Estaba enfadado, eso es todo. He dicho cosas que no pienso. ¿Crees que estoy cansado de ti? Claro que no -dijo sin darme tiempo a contestar-. Quiero estar contigo toda mi vida. No estoy cansado de ti, ha sido... El enfado. El enfado me ha dicho decir esas cosas. Y lo siento. Sé que te importo -añadió.
Asentí.
- Mucho más de lo que imaginas -pasé mi dedo índice por sus labios y se fueron curvando en una sonrisa-. Una vez me dijiste que te daba igual que no confiara en ti, porque me ibas a acabar demostrando que podía hacerlo... Supongo que ahora me toca a mí.
Dejé escapar un suspiro y sus manos estuvieron sobre mis mejillas en un segundo. Acercó su rostro al mío, de tal manera que nuestros ojos quedaron muy juntos.
- Te quiero -dijo en un susurro.
Atrapé sus labios al instante de oír sus palabras y nos besamos como si eso fuera una especie de primera vez para nosotros.
- ¿Sigues queriendo estar conmigo? -Pregunté, aún con sus labios sobre mí.
- Siempre.

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Muchas, muchas, muchas gracias a todos por los comentarios, los votos y las visitas :)

@LookAfterYou28

All their little things | Fan-fic de Louis Tomlinson y One DirectionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora