10: 40 de la noche y desde que llegamos del restaurante Alexander se la ha pasado encerrado en su oficina, intenté tocar varias veces pero no tuve el valor suficiente para hacerlo, mi cabeza estaba hecha un lío por lo que me había contado Sebastían, algo andaba mal.
Había comido dos platos de cereal, me había dado una ducha y había intentado ver la televisión pero nada me tranquilizaba, me sentía ansiosa por saber que demonios era lo que Alex estaba haciendo en la oficina.
Estaba acostada de cabeza en el sofá viendo un programa sobreactuado en el televisor cuando un par de pies descalzos se aparecieron por la entrada de la estancia, inmeditamente me enderecé para ver a Alexander quien se sentó a mi lado sin decir una sola palabra, hasta que finalmente rompí el silencio.
-¿Estás enojado?. Dije posando mi mano sobre la suya mientras el negaba con la cabeza. -Puedes contar conmigo ¿lo sabes? Siempre voy a estar a tu lado dispuesta a...
-Por favor Lucy, ahórrate todo eso. Dijo mal humorado. Obedecí sintiéndome mal, rechazada, tonta. -Lo único que necesito es esto. Agregó abalanzando se sobre mí, besándome desenfrenadamente aunque yo no le respondía por miedo a lastimar su labio inferior.
-Te amo... ¿tú me amas?. Preguntó subiendo me la camiseta a la altura del vientre y yo asentí buscando aire.
Sus caricias eran apresuradas y un poco bruscas pero aún así comencé a revolver su cabello hasta que se separo unos centímetros de mi.
-Vayamos a la cocina. Susurró jalando de mi brazo para seguirlo, casi caemos al entrar en la cocina pero él me tomó de la cintura y me subió sobre la barra sonriendo descaradamente. -Quítate la ropa. Sentenció devorandome con la mirada y mis ojos viajaron al foco encima de nosotros, inmediatamente el leyó mis pensamientos y negó con la cabeza.
-Quiero verte. Sentenció y vacilé.
-Me da pena.
-Vamos, eres mía, siempre lo serás ¿Cierto?. Preguntó mientras seguía besando mi cuello.
-Sí. Dije entre quejidos y besos.
-Dilo. Ordenó y reí levemente pero ante mi osadía él golpeó suavemente mi muslo haciéndome soltar un pequeño grito de sorpresa. -Me encanta como se ve tu piel después de un golpe. Susurró más para sí mismo que para mí.
-A mí me encantas tú, sólo tú. Quiero estar contigo siempre y así será por qué soy solo tuya, Alexander. Pronuncié y comencé a bajar los tirantes de mi blusa y quitarme la parte de abajo de la pijama, insegura de lo que estaba haciendo o de lo que sentía en ese momento pero de todas formas desabroché el sujetador dejando mis senos al aire para que el los pudiera tocar sin ningún estorbo.
Prácticamente fingió dibujar mis senos con sus manos, de una manera suave y delicada, tocando cada célula de mí de una manera muy dulce y tranquila.
Logré sentí las manos de Alexander sobre mis caderas tratando de quitarme las bragas para acelerar el proceso, estaba desesperado, ansioso. Supongo que quería aliviar su estrés conmigo, pero mientras fuera de esta forma no me importaba, así que dejé que Alexander separara mis piernas.
-Eres preciosa. Susurró muy bajo mientras jugueteaba con mis pechos.
Sentí un escalofrío al sentir que Alexander se introducía en mi intimidad rítmicamente y mis pechos se empezaron a emocionar ya que se endurecieron aún más, hasta que mi respiración se volvió agitada, deseosa.
Quería que Alexander me tomara de nuevo y me hiciera feliz, sonreí mientras el seguía en el proceso y no dejaba de enfocar mi mirada en sus ojos, sus enigmáticos ojos que no se podían perder, cualquiera que los viera se enamoraría de aquel par de ojos grises, eran tan hermosos aunque ahora solo existiera lujuría en ellos.
Bastaba un movimiento de Alex para jadear y a él parecía fascinarle escucharme. Tan escandalosa y dispuesta hacer lo que el quiera.
Le di un beso que pareció incomodar su labio roto pero después aumento la fuerza de sus embestidas dándome a entender que todo estaba bien pero antes de poder llegar a otra cosa él salió de mí.
Sentí la verguenza apoderándose de mí, así que traté de cubrirme con las manos al tiempo que él se alejaba de mí.
-¿Qué pasá?. Pregunté de cierta forma molesta y frustrada.
-Ven te ayudó a bajar, mañana tienes que ir al colegio así que hoy no. Sentenció ofreciéndome una mano para bajar pero la rechacé.
Maldita escuela.
-¿Hablas en serio?. Cuestioné sin ilusiones, ¿sólo estaba provocándome?. Eso no era justo, pero él asintió.
Sentí mi dignidad herida.
-No me mires así. Pronunció de manera seria.
-Entiendo, entonces solo lo haremos cuando tú quieras ¿No es así?.
Retomé mis prendas y volví a vestirme mientras que él abría una lata de refresco, no podía creer que me dejará así, era inaceptable.Era humillante.
-Sabes que no es eso.
Quizás sólo estaba esperando que yo tomará iniciativa.
Lo abracé por detrás tocando su pecho y parte baja de su abdomen pero el se apartó de inmediato.
-Ya te dije que hoy no. Volvió a repetir.
-No pasa nada sí hoy...
-¡NO!. Gritó harto.
-¿Cuándo?. Pregunté retrocediendo un par de pasos.
-Cuando no vayas a la escuela.
-Faltan tres días para que llegué el fin de semana, es mucho tiempo ¿acaso tu no... quieres?. Dije sorprendiéndome ante mis propias palabras.
-Claro que quiero pero me interesa aún más que mejores tus calificaciones... no has entregado ningún trabajo Lucy, si sigues así no pasarás el ciclo, entraste a mitad de año y no te has puesto al corriente. Dijo dándose media vuelta hacia la habitación dando la charla por terminada.
-¿Por lo menos dormiremos en la misma cama?. Pregunté con un nudo en la garganta y él se detuvo a su medio caminar dando la vuelta para mirarme y asintiendo levemente.
-Solo trato de cuidarte pequeña, estoy que me muero por ti pero somos más que esto. No estés triste, estaremos juntos pronto, lo prometo. Dijo jalando una de mis mejillas para obligar a sonreírle mientras mi orgullo lo quería asesinar.
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RED Sobreviviendo al Infierno COMPLETA
Non-FictionNuestros padres murieron hace ocho años. Él nunca me haria daño, porque soy su princesa. Él cuida de mi y nos mantiene a salvo. Él es un buen hermano. O por lo menos eso me obliga a decir. Si miras con atención tras la ventana de nuestra casa, sabrá...