Skyler
La puerta estaba entreabierta, cuando la empuje para abrirla completamente, me dio la impresión de que el lugar llevaba cientos de años abandonado pero no era así, tan solo habían trascurrido un par de horas desde que me había marchado sin embargo no existía duda alguna, era la sala de mi casa pero parecía que un tornado arrasó con todo, quizás la lluvia que estaba cayendo afuera se había convertido en una tormenta y entrado a mi casa a saludar.
Entre insegura, caminando sobre cristales rotos de algún portarretrato, sintiendo una opresión en el pecho tan grande que no encontraba la manera de razonar lo que mis ojos estaban contemplando.
-¿Hay alguien en casa?. Pregunté caminando más de prisa hasta a entrar a la cocina en donde se encontraba la figura de una mujer acurrucada contra los gabinetes y pasando sus manos nerviosamente por todo su rostro cubierto por lágrimas.
Esa mujer es mi madre.
Me puse de cuclillas ante ella, tomando suavemente sus manos para que dejará de repetir esos movimientos una y otra vez pero al realizar esta acción dejo al descubierto una marca roja que adornaba su ojo y que estaba comenzando a adoptar tonalidades púrpuras y me alejé bruscamente de ella.
-¿Qué pasó?. Cuestioné sorprendida pero mi voz no parecía nada más que un murmullo y cuando ella separó sus labios para contestar tan solo fueron gimoteos y llanto en sí. -Buscaré ayuda.
Me puse de pie y fui en busca del teléfono de la casa pero al entrar nuevamente a la sala me di cuenta que la puerta principal estaba cerrada, alguien la había cerrado después de que yo entré, caminé hasta ella y volverla abrir para salir por el jardín principal debajo del techado para evitar la primera lluvia de la temporada pero no duró mucho tiempo.
-Sander. Murmuré deteniendome al instante al ver lo sentado en el césped, aún traía puesta la camiseta del colegio y sus ojos estaban rojos, con la mirada ausente hasta que me senté a su lado siendo empapada por pequeñas gotas de lluvia y observé sus nudillos rojos y ensangretados. -Por favor, dime que esto no es mi culpa. Pedí y el suavemente tomó mi mano para dar le un ligero apretón.
-Me quiero morir. Dijo con voz firme, seguro de las palabras que salían de su boca pero yo estoy segura que él no quiere dejar de vivir, tan solo busca la forma de no pensar más.
Me había pasado muchas veces, piensas que morir es la mejor solución, pero realmente no buscas morir, solo quieres terminar con los problemas.
-No digas eso. Supliqué con la voz rota. -Estamos bien, siempre lo estamos ¿recuerdas?.
Yo quiero llorar, gritar, suplicar hacer cualquier cosa para encontrar un poco de consuelo pero la expresión en su rostro me dejaba en claro que se dio por vencido, que esta cansado de mantener la calma. Y eso es lo peor de todo, quiero decir cuando existen personas que se mantienen lúcidas toda su vida, aguantando, soportando y rogando... Hasta que un día no pueden seguir coleccionando heridas y sucede lo inesperado, lo que muchos de nosotros no estamos tanteando y simplemente toda esa tristeza, ese coraje, y todo el dolor que llevan dentro lo dejan salir. Esto no es malo o quizás sí en parte, cuando esta explosión es debastadora pero a veces no ocurre en su totalidad y no queda nada, no hay nada, solo vacío.
-Las cosas no siempre son así, no puedes construir sobre ruinas y eso ellos no lo entendieron, ella tiene razón, tu y yo estamos destinados al fracaso.
-¿Quién es ella?. Cuestioné sin entender sus palabras y pensando en que tal vez, esta bajo los efectos de alguna droga ya que de un momento a otro ríe enigmáticamente.
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RED Sobreviviendo al Infierno COMPLETA
No FicciónNuestros padres murieron hace ocho años. Él nunca me haria daño, porque soy su princesa. Él cuida de mi y nos mantiene a salvo. Él es un buen hermano. O por lo menos eso me obliga a decir. Si miras con atención tras la ventana de nuestra casa, sabrá...