Capítulo 4 Corre

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Lo que tenía que hacer a cambio para que Alexander no me vendiera con sus clientes era jugar, al principio creí que era una especie de broma pero olvidé que sus juegos son crueles. En resumen, todo lo relacionado con él no puede ser nada bueno.

En este momento, estamos jugando a Adivina el objeto, estoy atada a una silla y vendada de ojos esperando que Alexander reúna los objetos.

-¿Lista?. Preguntó y pude escuchar como entraba corriendo en la cocina, antes de que pudiera contestar algo metálico rozaba mi brazo izquierdo.

-Na...navaja. Dije inmediatamente y la retiró de mi brazo.

-Cuéntame la historia. Dijo mientras se ponía de cuclillas y desataba mis pies.

-Cuando tenía nueve, vivíamos en Valle y teníamos una vecina que tenía una hija, yo la empujé del columpio y se rompió el brazo, me castigaste por eso, tengo una cicatriz detrás de la oreja. Dije cerrando los ojos a pesar que estaba vendada y no podía ver de todas formas.

Duele recordar cosas.

Ojalá los recuerdos se puedan perder en un bosque mental y no regresarán atormentar jamás.

El segundo objeto que pude sentir fue una fusta haciendo presión en mi cuello.

-Es tu fusta, cuando tenía doce intenté escapar en un centro comercial, me golpeas te con ella hasta casi matarme, me tuviste que llevar a un hospital y luego me sacaste a escondidas para fugarnos de la ciudad antes de que los doctores pudieran llamar a la policía.

-Fue tu culpa. Comenta y mueve su fusta para pegarme en la pierna como si fuera un animal, me hace gritar. -Siempre te has portado mal... Yo solo trato de corregirte. Insinuó convencido de esa gran mentira.

A diferencia de los primeros dos objetos, el tercero traía buenos recuerdos, unos de los pocos que había tenido en mi vida.

Sentía algo suave como una almohada que le había obsequiado a Alexander un año después de que empezáramos a vivir juntos, tenía la cara de un cerdito, una vecina me lo había obsequiado en mi cumpleaños y yo lo guardé para él.

-¿Un suéter? Pregunté, aún sabiendo lo que realmente era.

No dijo nada solo me quito la venda de los ojos para ver la almohada, estaba un poco sucia pero era la misma.

-Este ha sido mi segundo mejor regalo... mi mejor regalo eres tú.
Dijo cortando la soga que me ataba las muñecas y moví mis manos sin levantarme de la silla, no lo haría a menos que él me diera permiso, tras unos segundo estaba apoyándose en mis piernas, podía sentir su mirada clavándose en mí y antes de darme cuenta me da una bofetada, no puedo evitar soltar un grito ahogado ante la impresión.

-Eso es por no adivinar. Murmuró y se concentró en mis ojos, para poder ver su reflejo en mí, me sentí incómoda así que bajé la mirada a mis piernas pero el me volvió a abofetear y recordé que odia que evité su mirada.

-¿Sabes? Me estoy cansando de ti y eso no es bueno. Murmuró poniéndose de pie y saliendo por la puerta. -Eres tan... Tan aburrida.

¿Aburrida? ¿Acaso mi sufrimiento no era su diversión?

● ● ●

Son las tres de la mañana y Alexander no ha llegado, ha pasado mucho tiempo desde que se fue y para ser sincera estoy un poco preocupada, no he dejado de dar vueltas en la cocina.

No tengo forma de comunicarme con él y me dejó encerrada como habitualmente lo hace.

He intentado tratar de abrir la cerradura de la puerta pero era una tarea sumamente difícil.

RED Sobreviviendo al Infierno COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora