Después de regresar del centro comercial tenía pensado ir a casa y dormir un poco pero realmente mi mente no deja de hablar sobre todas las cosas que tengo que hacer y aún no he hecho así que he decidido tratar de ganar algo de tiempo y darle una vuelta a la nueva princesa del CPIAT además de dar le instrucciones al personal que se encarga de cuidar a las niñas. Camino a paso lento por el pasillo jugueteando con la llave que abre la puerta en donde he dejado encerrada a la chica la noche anterior, sí no me pase con sobredosis de anoche debe de estar despierta así que sin más abró la puerta para ver a la chica atada a la cama por sí se le ocurre escaparse y le sonrío cerrando la puerta tras de mí.
Luce fatal, tiene el maquillaje corrido y sus párpados están hinchados por el llanto, como no he querido que se lastimé la garganta tratando de gritar en busca de ayuda, le he puesto un trozo de cinta adherente pero me siento con ánimos de charlar con alguien, por lo que he tomado mi navaja de la guantera del coche y me dedicó a deslizarla en el borde de su vestido rosa que se ha subido un poco, en lo que supongo ha tratado de liberarse del amarre y ella tiembla con un toque de miedo en sus ojos.
-Te quitaré la cinta pero no me gustan los gritos ¿entiendes?. Digo antes de tirar del trozo de adhesivo y ella parece tomar una bocanada de aire. -Laila, un nombre bastante feo a mi parecer. Comento con ironía.
-¿Así? Pues tu nombre tampoco es una auténtica maravilla, ha decir verdad tenía un jerbo que se llamaba igual que tú, murió el verano pasado pero eso no se lo contaré a un extraño, así que déjame ir, mi abuelo tiene mucho dinero y él te puede dar la cantidad que tu le pidas. Dice tratando de negociar su libertad y por un momento me atrae la idea pero puede ser más complicado.
-Esto no se trata de dinero, linda.
-¿Qué te hice? Ni siquiera te conozco. Murmura con la cara perpleja y lanzó un suspiro para retirar la navaja de sus piernas y mejor deslizarla cerca de su cuello y ella suelta un pequeño grito ahogado.
-Hmmm... no lo sé, déjame pensarlo... ¡Oh ya sé!. Te cruzaste en mi camino. Dije y sus facciones me dejaban ver que no tenía la más mínima idea de cuales eran mis intenciones.
-¡Jaja! Buena broma pero ya fue suficiente. Dijo mirando en todas direcciones de la habitación tapizada de color amarillo pastel y techo en color negro.
-¿Qué buscas?. Pregunté y ella me miró como si mi pregunta fuera la más estúpida del planeta.
-A mi tío Thomas, imbécil ¡Duh! Obviamente estoy tratando de ver en las cámaras ocultas. ¿Estamos en vivo ahora?. Preguntó y callé ante su tonta pregunta. -¡Esta bien! Caí en la trampa, un saludo a la perra de mi amiga que seguramente fue la que les dio mis datos y al equipo de producción y quiero mandar otro saludo a mi hermano Sebastían y a nuestra querida invitada secreta...
-¿Eres tonta o sólo estás fingiendo?. La interrumpí tratando de comprender su falta de claridad en todo este asunto ¿acaso no era obvio que esto no era una broma?
-Gracias por tu cumplido, lo anotaré en mi lista de "Vete a la Mierda y desatame". Contestó retorciéndose en la cama mientras se sacudía en un berrinche de histeria.
-Creo que la que se va a ir a ese lugar es una señorita grosera que tiene aliento alcohólico y que por cierto me está estresando.
-Lo siento, Lady "No soporto a las chicas por que soy un marica odioso".
-Llamar me de esa manera es infantil, además ni siquiera sabes que significa esa palabra así que si no quieres que te corte la lengua de esa boquita mal hablada y sucia que tienes, no me vuelvas a llamar así. Sentencié severamente y por un momento sus humos se relajaron.
-¿Qué quieres de mí?. Preguntó mirando me seriamente y dejé la navaja a un lado.
-La pregunta aquí es: ¿Qué estarías dispuesta a ofrecer me tú para salir de aquí?. Respondí y se quedó callada meditando la pregunta, aunque en el fondo solo saldría de aquí en una bolsa plástica, ahora era de mi propiedad.
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RED Sobreviviendo al Infierno COMPLETA
Non-FictionNuestros padres murieron hace ocho años. Él nunca me haria daño, porque soy su princesa. Él cuida de mi y nos mantiene a salvo. Él es un buen hermano. O por lo menos eso me obliga a decir. Si miras con atención tras la ventana de nuestra casa, sabrá...