Prólogo.

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El cielo del lugar era espléndido

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El cielo del lugar era espléndido. A diferencia de muchos días atrás el lugar no estaba mojado ni caluroso. Era un clima templado. Tan perfecto que parecía mentira.

Las estrellas iluminaban ligeramente el lugar. Pero lo que hacía que brillara con mayor fuerza era una de sus lunas.

Kersa era una de las lunas en el Mundo de los Sueños. Kersa tardaba un par de días e incluso meses en aparecer. Muchos de los que la veían se quedaban asombrados ante tanta belleza. La mayor parte decían que la única razón por la que Kersa salía era debido a un acontecimiento importante.

Para muchos la aparición de Kersa había sido ignorada. No había sido un acontecimiento importante para ninguno por lo que preferían ignorarla.

En cambio para Daemon Leris la aparición de Kersa no le parecía una coincidencia. Él sabía que algo importante sucedería aquella noche. Y como lo imaginó así fue.

Ya era pasado de media noche y lo que pensó que sería algo bueno terminó en un terrible caos. El chico había sufrido una gran parálisis a todo su cuerpo que le impedía moverse.

Detenido observando todo lloró en silencio. Todo el caos que se había provocado también era un poco de culpa del chico. Cuando los gritos de guerra cesaron el chico finalmente pudo liberarse de lo que lo detenía. Su cuerpo nuevamente podía moverse como él quisiera y en esos momentos eso era algo bueno. Porque sabía que nada lo detendría.

Él se encontraba corriendo por el bosque, huyendo. La rapidez con la que corría era incomparable, para nada parecida a como un humano correría.

El único problema en todo eso era que sus piernas fallaban sintiéndose cada vez más y más pesadas. Por su mente aparecía la idea de detenerse y quedarse tirado, esperando su muerte. Pero si lo hacía fallaría a mucha gente que lo necesitaba.

Kersa aún brillaba con fuerza después del caos y por lo menos eso hacía que el chico no lograra perder tanto la cordura. A pesar de eso, él sabía que no volvería a ser el mismo después de haber visto eso. No después de haber visto al amor de su vida morir frente a sus ojos.

La sensación de ver aquello aún lo mantenía intranquilo y nervioso. Las lágrimas se habían detenido desde hace un momento. Él tenía que ser fuerte aunque ya no sabía durante cuánto tiempo más podría serlo.

Mientras continuaba corriendo, él escuchaba el ruido de los caballos cerca; tarde o temprano lo encontrarían. Si continuaba moviéndose así faltarían muy pocos minutos para que lo atraparan. Debía prepararse para atacar.

Quitó su espada negra del estuche que tenía y siguió corriendo.

Daemon ya había recorrido una gran distancia a pie, pero eso no lo detenía. A la luz de la luna corría mientras escapaba por su vida. Era extraño porque la razón para la que le habían entrenado era justo para eso. Sobrevivir ante cualquier horrenda situación pero en especial; para que sea alguien fuerte. Desde que cumplió sus catorce años estuvo preparándose para algo que él desconocía pero que en aquel momento tuvo algo de sentido. Lo entraron día a día para convertirlo en un monstruo, en alguien sin sentimientos. Un cuerpo para batallar sin poder sentir dolor o algún otro daño.

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