11. Destructor.

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En un instante en mi mente todo pareció cambiar

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En un instante en mi mente todo pareció cambiar. No quería respuestas ni tampoco estaba confundido. Sólo tenía en mente una cosa.

Necesitaba escapar.

El lapso al cual había entrado no parecía normal. No era algún tipo de sueño como en días pasados. Este se sentía demasiado real.

Caminé detenidamente alejándome de lo que parecía ser el cadáver de mi amigo. 

Estaba enfocado en que nada de eso era real pero mi mente cada vez empezaba a dudar más de eso. No entendía como este lapso había aparecido y por qué todo se encontraba en llamas. 

—Tu lo asesinaste.

Di vuelta para encontrarme a Alec mirándome con cierto temor en su rostro. Se encontraba con la mayor parte de su ropa rasgada y en muchas partes quemadas. Él agarraba fuertemente sus brazos con ambas manos a la vez que temblaba.

—No pude ser yo.

Los ojos de Alec se veían distintos. Más oscuros. 

—Tienes que controlarte o terminaras asesinando a todos.

Miré hacia atrás donde el cuerpo de Martín se encontraba tirado. A su alrededor ya habían empezado a arder llamas justo como en todas las demás personas que corrían y se tiraban al suelo tratando de salvarse del fuego.

—Yo no hice nada de esto.

—¿Estás seguro? 

No dudaba ni un poco que yo no había hecho nada de lo que sucedía a mi alrededor. 

No podía. Ni siquiera podía controlar una espada a la perfección para destruir y hacer que todo estuviera en llamas. Era imposible que fuera yo.

—Sí.

Él sonrió. 

—Te demostraré que no. 

Alec empezó a acercarse con lentitud hasta mí. Empecé a sentir tanto miedo que inconscientemente tomé de la espada. 

No tuve siquiera que nombrarla para tenerla en su tamaño original. Apreté con tanta fuerza el mango de la espada que sentí como empezó a arder. 

Tiré la espada en un instante viendo como esta poco a poco empezaba a quemarse y a convertirse en ceniza. Me lancé al suelo tratando de extinguir las llamas de la espada pero parecía que cuándo me acercaba se destruía incluso más rápido.

Solo tuvieron que pasar un par de minutos para que la espada desapareciera y en su lugar quedaran solamente cenizas. 

Sentí como mi corazón latía con tanta fuerza como si estuviera agitado. Pero no era eso. 

La espada estaba conectada a mí. Habíamos formado algo parecido a una conexión pero sin más ahora había desaparecido. Justo como una parte de mí. 

—Déjame mostrarte.

Alec tomó mi quijada con suavidad y la levantó de forma que mis ojos pudieran verlo. 

Los dedos de Alec tocaron mis labios con suavidad. No entendí lo que fue eso pero supe el efecto que provocó en mí. 

Lentamente empecé a levantarme del suelo pero no con mis pies o con mis brazos.

Empecé a flotar.

Mis brazos se abrieron por si solos hacia los lados —como si fueran alas— y yo quedé por encima de Alec quién me miraba con una sonrisa.

Miré hasta mis manos las cuáles empezaban arder con fuerza. Cerré ambas manos tratando de librarme del fuego pero este se mantenía ahí y empezaba a expanderse por todo mi cuerpo.

—Es lo que eres. 

Sentía como el fuego invadía todo mi cuerpo. 

—Un Faert. 

La pureza del fuego hizo que me tranquilizara y que me dejará llevar por este.

—La destrucción en forma de fuego.

Eso bastó.

Al abrir mis ojos sentí como todo el fuego salió expulsado fuertemente de mí. Toda la vida a mi alrededor se desintegró en un instante. 

No paré ahí. 

Las paredes del edificio habían empezado a flotar y cayendo sobre las personas vivas. Quería detenerme pero se sentía tan bien y satisfactorio que era imposible.

Ese no era yo. 

—La destrucción de todo.

Ninguna de las palabras que el chico decía podía ser ciertas. Yo no era la destrucción de nada. Estaba equivocado.

Era destructor de mí mismo pero no del mundo. No de todo.

—Debes controlarte. O todo terminara en caos debido a ti. 

Caí.

Alec me miraba de arriba para abajo mientras reía.

—Yo no soy eso...
—Eres un destructor Ricardo. Admítelo. 

Sus palabras me enfurecieron. Levanté mis manos hasta él y dejé que el fuego hiciera su trabajo. 

No murió. 

Solo desapareció dejando una infernal risa en el aire.

—Contrólate o todo acabara en caos. 

El cielo parecía tomar nuevamente su color celeste y todo parecía volver a la realidad.

Me quedé tirado en el suelo mientras el fuego que tenía dentro de mí desaparecía poco a poco.

No supe porque pero empecé a llorar.

Me sentí débil e inútil.

—Rick.

Lograba ver como Martín pronunciaba mi nombre sin embargo no podía escucharlo.

Él se acercó a mí y me tomó entre sus brazos sin embargo yo no lograba sentir nada.

Ni una sensación.

Empecé a sentirme muerto en vida.

***

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