32. Tormenta.

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Durante horas no supe que hacer. Estaba tirado en el suelo, confundido por todo y sin ánimos siquiera de caminar.

Daemon había desaparecido de mi vista, pero eso no había quitado la rabia que siento contra él. Al principio sentí tristeza, que fue remplazada por un gran enojo.

Daemon dejó que mi hermana muriera frente a sus ojos.

El amor de Daemon era mi hermana.

El enojó que sentía se derivaban de dos cosas. Las mentiras de Daemon, y el hecho de que estuviera enamorado de mi hermana.

Creí haber superado el tema de las mentiras de mi hermana, pero en esos momentos me sentía traicionado por ambos.

No entendía por qué rayos no se atrevió a decirme. Me hubiese dolido, pero no tanto como por descubrirlo por un recuerdo.

Hubiese sido mejor si me lo decía.

El color azul poco a poco había ido disminuyendo hasta quedar en un tono de azul tan oscuro como la noche misma, solo que ninguna luna o sol iluminaba el reino.

Como pude traté de levantarme pero caí al suelo. La herida que sufrí al caer se había vuelto una molestia al momento de caminar.

Me levanté apoyándome con ambos brazos. Recojí las armas que había tirado al suelo y me quedé viendo a todo mí alrededor.

El lugar se encontraba vacío y sin ningún ruido cerca. Lo único que escuchaba eran aquellas manchas blancas moviéndose de un lado a otro.

Empecé a caminar sujetando mi pierna tratando de que el dolor desapareciera. No quería continuar este viaje, ya no tenía el enfoque para hacerlo.

Sólo deseaba volver a dormir en alguna cama. Nada más que eso.

Volví al santuario del miedo, el olor del fuego se apoderó instantáneamente de mí.

La llama aún se encontraba encendida con fuerzas a pesar de que hubieran pasado las horas. Las escaleras seguían abiertas por lo que bajé sin pensármelo.

Si caía por las escaleras y moría, al final no iba a ser tan malo.

Pero no había muerto por cosas peores, caer por las escaleras solo me lastimaría y era algo que ya no quería.

Llegué al piso de abajo y atravesé una de las puertas de madera en el pasillo. Dentro se encontraba una habitación algo amplia.

No había nada más que una gran cama y una antorcha apagada.

Eso era todo lo que necesitaba.

Encendí la antorcha con el fuego proveniente de mis manos y me quité mis zapatos. Dejé mis armas hacia un lado y subí a la cama.

Por suerte esta era suave y sus sábanas acojedoras. Olvidé la claustrofobia que solía tener a veces, olvidé lo que Daemon hizo, y traté de olvidar aquella imagen de Connor asesinando a mi hermana.

Pero por más que intentaba el recuerdo de aquello no se iba. Y una vez más, estaba destruyendome.

***

A duras penas logré dormir. Esperaba despertar con más ánimos y ganas, pero continuaba igual que la noche anterior. No sabía si ya había amanecido, tampoco sabía cuanto tiempo ha pasado. Pero ya me sentía harto de estar acostado.

Coloqué mis zapatos y recojí mis armas. Salí de aquella habitación y atravesé las escaleras. Al subir me di cuenta como la llama del fuego había empezado a disminuir. Además que el cielo lucía en un tono de azul claro.

El Mundo de los Sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora