36. Destrozado.

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Al despertar, el dolor en todo mi cuerpo hizo que gritara. Esperaba morir, antes de caer suponía que lo haría.

Y que podría descansar en paz.

Pero tuve la suerte de vivir. Y en cuanto el dolor abandonó mi cuerpo, pensé en dos personas. Alore y Leroy.

Les había fallado. Ambos estaban muertos por mi culpa.

—Te recuperarás.

Daemon había susurrado esa palabra como si tuviera algo de verdad en ella. Pero no era así, porque había parado de sentir.

Todos mis poderes se habían esfumado, y nunca podría recuperarme de esa caída.

—¿Dónde está?
—Listo para ser quemado.

Asentí sin entusiasmo.

El cuerpo de Alore se encontraba en el medio de un gran circulo compuesto por ramas. En el Rsomus, las muertes de Warrior Dreams era motivo de condolencia y dolor.

Los cuerpos de los guerreros eran quemados, y si tu historia era considerada que había logrado algo contribuyente en la vida de los demás se los sepultaba.

No podíamos hacer eso con Alore.

Por lo que quemarla parecía ser la mejor opción. Daemon se encargó de todo, dejándome a mí para que de esa forma pudiera pensar.

El chico había tomado la cabeza caída de Alore para poder colocarla junto a su cuerpo. Yo no podía voltear a ver, por miedo a saber con que me encontraría.

Maldije en mi mente tanas veces que empezaba a enloquecer.

Me levante y miré a la chica, plantada entre las ramas. Rompí a llorar.

Creí haber estado acostumbrado a eso. El dolor de perder a las personas podía superarlo, pero ver cómo eran asesinadas frente a mí iba a terminar conmigo.

Cuando Alore fue asesinada por Connor, el miedo me invadió de una forma feroz y repulsiva. Impidiendo hacer algo para detenerlo.

—Iter maret lyrius...

Daemon recitaba un conjuro mientras en sus manos un par de llamas de color azul ya comenaban a prenderse. A pesar de intentar no mirar a Alore, me era imposible.

Si hubiese luchado con más esfuerzo. O si hubiese asesinado a Connor la vez que luchamos en la torre, aquello no hubiese sucedido.

Sin embargo, no lo había hecho. Y las personas que me importaban tenían que pagar las consecuencias.

—Descanza en paz, princesa de fuego.

Daemon lanzó las llamas contra la chica y ella ardió en un instante. Su cuerpo empezó a quemarse con tranquilidad para luego explotar y liberar grandes llamaradas contra el cielo.

El olor que desencadenaba su cuerpo era el mar. Tan pacífico y tranquilo que hizo que mi dolor aumentara con intensidad.

Volví a llorar.

Me senté en el frío suelo lleno de ceniza y miré a Daemon. Entonces, recordé a Rachel y como había perdido a dos hermanos sin siquiera saberlo.

—¿Qué sucederá con Rachel?
—No lo sé.

Connor no había muerto.

Pero mi profecía había acabado. Y yo no deseaba nada más que volver a mi hogar, junto a mi familia y amigos. A pesar de que no tuviera ninguna excusa que utilizar.

Connor continuaba con vida, y mi vida aquí no había terminado. Pero yo estaba tan cansado y rendido acerca de todo que volvería a casa.

Sin importante nada.

El Mundo de los Sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora