4. Electricidad.

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Me desperté de forma abrupta y al instante logré darme cuenta de que ya no me encontraba en ningún bosque

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Me desperté de forma abrupta y al instante logré darme cuenta de que ya no me encontraba en ningún bosque. O en un cementerio. Estaba en mi casa. Con exactitud, recostado en mi cama. Me levanté y observé a través de la ventana. La luna finalmente había desaparecido y un gran sol iluminaba el día.

No recordaba haber llegado a mi casa, solo haberme quedado dormido en aquél bosque. No era posible que Martín hubiese hallado la forma de traerme hasta acá por sus propios medios. Algo extraño había sucedido.

Agarré mi teléfono y marqué el número de mi amigo. Esperé por un momento pero no hubo respuesta. Lo intenté un par de veces más sin tener éxito.

Dejé el celular sobre el escritorio y me miré en el espejo. La ropa que traía puesta en mi cuerpo el día anterior había sido remplazada por prendas que no recordaba haber utilizado en mi vida. Bajé de inmediato las escaleras y vi como mi madre recién estaba a punto de hacer la comida.

—Hijo, te levantaste más temprano de lo normal.
—Sí.
—Bien, ¿quieres desayunar?
—Sabes madre —mi madre me mira con una sonrisa—, en realidad Martín me invito a desayunar.

Mi madre sonríe.

—Ve, pero antes ponte tu uniforme.

No tenía tiempo para cambiarme por lo que guardé el uniforme dentro de la mochila. Revisé mi celular y Martín aún no había llamado.

《Carajo.》

Un mal presentimiento atravesaba mi cuerpo.

Salí de mi casa tan rápido como pude después de despedirme de mi familia. Empecé a correr tan rápido como lo hacía antes. Desde pequeño me caracterice por mi velocidad al momento de correr, gané concursos y conocí un par de amigos, como: Alina Verniel. Ella había sido una de las personas que me habían traicionado en el pasado.

《Ignora eso. Sigue corriendo.》

Atravesé con velocidad toda las casas hasta llegar a la de Martín. Recorrí las casas hasta llegar a la de Martín. Toqué la puerta algo desesperado a lo que su hermana me abrió.

—Alexis.
—Ricardo.

El tatuaje de un ojo azul en su cuello logró distraerme.

—¿Está Martín?

Son las 6 de la mañana, como no va a estar Ricardo.

—Sí, pero sigue dormido. ¿Quieres pasar a verlo?
—Sí.

Alexis abrió la puerta por completo dejándome entrar.

—Si se besan trata de no hacer tanto ruido... —dijo a la vez de guiñarme un ojo.

No podía pensar en ese momento en las burlas acerca de Martín y de mí. Subí las escaleras atravesando la gran habitación de Alexis Carvajal y llegando ante la puerta de Martín.

El Mundo de los Sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora