Para Ricardo Ross la vida no le ha parecido fácil. Después de la muerte de su hermana sintió como su estabilidad mental desapareció justo como todos sus amigos y personas que lo rodeaban. Él únicamente quería mantener una vida normal pero sus deseos...
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Rachel.
La sombra que rodeaba el Palacio era extraña pero a la vez reconfortante.
Desde la llegada de Ricardo Ross al Rsomnus* lo único que hacía era preocuparme por él.
Y por mi Reino.
—Debes explicárselo Alore.
Alore me miraba con cierta sonrisa en su rostro. Días atrás cuándo la envíe junto a Ricardo esperaba que le agradara.
Como siempre, estaba equivocada.
—Sabes que no me agrada. —Como tu reina, te lo ordeno.
Los ojos de Alore se chocaron con los míos, sin embargo no hizo más que reír.
—No te he obedecido cuándo éramos hermanas, ¿crees qué te obedeceré ahora?
Suspiré.
No valía la pena tener una pelea con ella a estas horas de la noche.
—Por favor. Estoy exhausta.
Ella sonrió pero a pesar de eso ya entendía cual sería su respuesta.
《No.》
—No.
Me levanté del sillón.
Ella se veía contenta de conversar conmigo pero mi mente no podía soportar escuchar su voz si ni siquiera me ayudaría.
—Adiós.
Alore trató de disculparse pero yo ya no lo escuché. Troné mis dedos haciéndola desaparecer.
Me acerqué hasta la ventana y sin más me dejé caer.
La caída por la última ventana del Castillo me relajaba tanto que solía hacerlo seguido. Sentir el viento por mi piel y mi cuerpo siempre me hacía recordar mi pasado.
Y en esas ocasiones era bueno.
Abrí mis ojos, el suelo estaba tan cerca que si no abría un portal rápido moriría de golpe.
《No te detengas. Cae y muere.》
Mis ojos se abrieron tan rápido con mis manos que el Sertys* se abrió a pocos segundos de llegar al suelo.
