34. Perdido.

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El olor a humo aún continuaba impregnado en el ambiente. Habían pasado un par de noches, pero el olor a ceniza y muerte seguía por todo el lugar.

Daemon despertaba cada cierto tiempo para luego volver a dormir. No estuve consciente de que tan fuerte lo había golpeado hasta que noté la sangre en su cabeza.

Me sentí mal por un par de horas, luego de que su temperatura bajara ese sentimiento desapareció. Luego de que él se encontrara casi estable, me recosté sobre la fría madera de la capilla del pueblo para poder dormir.

Necesitaba descansar al menos un poco, y moverme de un lugar hacia otro me debilitaba mucho más. Noté entonces que la capilla era un lugar al que la gente ni siquiera se atrevía a entrar.

Cuando entré por primera vez, entendí por qué.

Las paredes se encontraban llenos de cuadros acerca de los dioses griegos, solo que de una forma bastante aterradora. Se veían como seres magníficos a los que debías tenerles miedo.

A pesar de eso, me recosté una noche y convertí ese lugar en mi refugio. Al menos por un par de días.

Encontré un baúl donde poner un par de cosas que conseguía del pueblo. Comida, medicinas y un par de mantas.

Decidí dormir ese día a la intemperie porque un par de personas habían llegado a la capilla. Decidí que era mejor que no me reconocieran.

Cuando Daemon finalmente despertó, me encontró observándolo.

El chico trató de expresar su confusión pero la cuerda en su boca se lo impedía. Lo había atado a un poste en caso de que quisiera atacarme.

Mi mente sabía que no iba a hacerlo, pero ya no tenía claro si podía confiar en él o no.

—¿Cómo te sientes?

Daemon me miró y yo solo reí.

—Te expresé muy claro que no quería que me siguieras. Tuviste tu merecido por eso.

Tomé de mi daga y corté la soga de su boca.

—No pude evitarlo.
—¿Cómo me encontraste?
—Era muy obvio lo que harías a continuación. Y sabía a donde llevaba el portal de emergencia del palacio de Skor.

—¿Me estuviste siguiendo todo este tiempo?

Daemon se quedó callado.

—Ya no tienes una maldita cuerda en tu boca, habla.
—Sí, lo hice. Estaba preocupado por ti.
—No tienes ningún derecho.
—Yo...

No lo dejé continuar. Expulsé el fuego de mi mano y lo envolví alrededor de su cuello.

—No hables. O te prometo que quemaré toda tu garganta.

El chico ya no dijo ninguna palabra.

Mirar a Daemon en ese estado, provocaba que una sensación de dolor se apoderara de mí. Sabía todo lo que había pasado, pero a pesar de eso continuaba torturándolo.

O al menos un poco.

—Eres un idiota.

Cerré mi mano y me mordí las uñas. No sabía que haría con Daemon. Dejarlo amarrado a ese poste y continuar con mi viaje o permitir que me acompañara.

Me sentía traicionado.

A pesar de que los días pasaran continuaba teniendo esa idea en mi cabeza.

—Mi hermana te mandó a que me indicaras todo este mundo, ¿cierto?

La expresión de Daemon cambió de ser de dolor a demostrar sorpresa. Era obvio que no se esperaba esa pregunta para nada.

El Mundo de los Sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora