Capítulo 48: El mejor regalo

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—¿Familiares de Megan Walker?

La enfermera se detiene a unos metros de distancia de nosotros y todos nos ponemos en pie de inmediato. Llevamos esperando noticias nuevas sobre el estado de Megan y los bebés bastante tiempo, y por fin vamos a saber cómo se encuentran. Esperaba con ansias que llegara este momento.

—¿Ha salido todo bien? —pregunto al acercarme a ella sujetando con ambas manos el café para no derramarlo.

—Sí, enhorabuena, has tenido unos hijos preciosos y sanos —informa con una tierna sonrisa—. ¿Quieres entrar a verlos?

—S-sí... Claro —balbuceo nervioso y dejo el café sobre el asiento para seguirla.

—¡No es justo! —exclama Beth—. ¡Yo también quiero ver a mis sobrinitos!

—Primero el padre, después podréis entrar el resto de la familia, ¿de acuerdo?

Beth asiente malhumorada mientras se cruza de brazos y yo sigo a la enfermera hasta la habitación de Megan. Cuando abre la puerta para que pase necesito coger aire antes de atravesarla. Todavía no me creo que esto sea real... Acabo de ser padre y voy a conocer a mis hijos por fin.

—Los mellizos han nacido con el peso adecuado para no necesitar incubadora a pesar de ser prematuros —me explica la enfermera adentrándonos en el interior de la habitación—. Han tenido mucha suerte.

Lo primero que hago es buscar a Megan con la mirada, la cual está profundamente dormida y, aún acabando de dar a luz, está tan preciosa como siempre (o más). No puedo evitar sonreír al verla. Temía que le pasara algo, que no la volviese a ver, pero todo ha salido bien gracias a su fortaleza.

Me percato de que al lado de su cama hay dos pequeñas cunas. Voy hacia allí y por primera vez veo los rostros de mis hijos. Son adorables, tienen los mofletes grandes y unas diminutas naricitas. No he visto algo tan bonito en la vida, y está claro que han sacado la belleza de Megan.

—¿Los puedo coger? —pregunto con los ojos húmedos por las lágrimas.

—Sí, claro. Mejor os dejo solos —dice la enfermera antes de salir de la habitación.

Tomo a Emma con mucho cuidado y dejo un beso en su pequeña cabeza. Me siento en el sillón que hay en una esquina y la acomodo en mis brazos. Las lágrimas se escapan de mis ojos por la felicidad que siento al ver a mi hija por primera vez.

—Hola, pequeña, soy papá. Encantado de conocerte —susurro mientras ella hace unos tiernos morritos—. Eres tan preciosa como tu mamá, ¿sabes? Y espero que algún día seas tan fuerte como ella.

—Da... ¿Darien? —murmura Megan con voz cansada—. ¿Dónde están los bebés?

Me levanto y coloco a Emma entre sus brazos para después coger a Dylan, que está sacando la lengua y sonrío al verlo. Él se parece más a mí, aunque espero que no tenga mi personalidad, o entonces Megan se volverá loca. Aunque sería gracioso que fuera un bromista como mi hermano y yo lo fuimos. Bueno, Jayden sigue siéndolo.

—Se parecen a ti —dice Megan mientras se le dibuja una gran sonrisa en la cara.

Estoy apunto de decirle que se equivoca totalmente, que en realidad se parecen a ella, de hecho tienen su misma nariz, pero unos golpes provenientes de la puerta me interrumpen. Nuestros padres, mi hermano y Beth entran en la habitación con prisa por conocer a los bebés.

—Enhorabuena, hermano —Jayden pasa un brazo por mis hombros mientras sonríe al mirar a Dylan—. No me creo que estos bebés tan bonitos sean tuyos.

—¡Ay, Dios, qué ricura! —exclama Beth sentándose sobre la cama de Megan.

Nuestros padres se aproximan para poder conocer a sus nietos y nos felicitan. Toda la habitación se llena de felicidad, sonrisas y mucho amor hacia las nuevas personitas que han llegado a este mundo. Siento una gran emoción de que esta sea mi familia.

Mi peor pesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora