Capítulo 25: Que gane el mejor

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NARRA DARIEN

Flashback: La apuesta.

No puedo creer lo que ocurrió anoche. ¿Cómo demonios se les ocurrió tirarnos pintura verde por encima? ¿Qué mente retorcida pensó que eso era buena idea?

Todavía llevo rastros de pintura en el pelo que no he podido quitar a pesar de haberme lavado la cabeza varias veces.

¿Acaso nunca acabarán las bromas?

Desde que tengo uso de razón hemos estado gastándonos bromas pesadas. Al principio eran bromas inofensivas que se fueron intensificando con el paso de los años hasta volverse muy maquiavélicas.

Al igual que mis sentimientos, que también se han ido intensificando.

El día de la boda de mi padre, cuando vi a Megan acompañando hasta el altar a su madre, con ese vestido que le quedaba jodidamente bien, y pensé en que a partir de ese momento tendría que vivir bajo su mismo techo...

Supe que estaba perdido.

—Tenemos que vengarnos —sugiere mi hermano mientras desayunamos.

En realidad no me apetece vengarme. Quiero acabar con las bromas y poder vivir tranquilo sin miedo a que alguien haya intercambiado mi champú por espuma de afeitar. Pero aún así tengo curiosidad por saber qué trama.

—¿Qué estás pensando?

—Podríamos hacer una apuesta. Tenemos que intentar que Megan se enamore de alguno de los dos, ¿qué te parece?

Ambos sabemos que nos odia, somos algo así como sus peores enemigos, por lo que enamorarse de alguno de nosotros sería un auténtico infierno para ella.

—No, paso. No quiero saber nada de ninguna chica, y menos si hay que jugar con los sentimientos de alguien —niego con la cabeza y Jayden rueda los ojos.

Sé lo que es que alguien te utilice y juegue con tus sentimientos, entregarle tu corazón y que lo destroce sin ningún miramiento. Por esa razón lo que ha sugerido Jayden me parece una mala idea, porque sé lo mucho que puede doler algo así.

Además, aunque Megan sea experta en bromas pesadas, no se merece esto.

No quiero verla sufrir.

No puedo.

—Solamente tienes que ser simpático con ella. Vamos, tenemos un mes, hasta que acabe el verano, ¿qué puede pasar?

Tal vez que Megan sufra al ser utilizada por mi hermano...

Aunque también cabe la opción de que se enamore de mí, por muy difícil que me parezca conquistarla, y en ese caso nadie estaría jugando con sus sentimientos.

Mierda. En realidad me parece imposible que Megan pueda sentir algo por mí.

Me odia demasiado como para llegar a sentir una pizca de amor hacia mí. Aunque por intentarlo no pierdo nada, quizás no sea tan mala idea al fin y al cabo.

Es la escusa perfecta para acercarme a ella sin que mi hermano descubra que me gusta Megan desde que éramos pequeños. ¡Incluso fue mi primer beso!

Me he pasado toda mi vida intentado que se fijase en mí, y la única forma de llamar su atención era mediante bromas. Si mi hermano llegase a enterarse de esto estaría toda la vida burlándose de mí.

—Está bien, pero nada de sobrepasarse con ella, ¿de acuerdo? —acepto poniendo una importante condición.

No me gustaría ver cómo mi hermano intenta algo con Megan. Además, si para él solo es una apuesta creo que no es necesario llegar demasiado lejos.

No quiero que la utilice.

Por no hablar de que me matarían los putos celos. Solo llevamos un día aquí y ya he tenido que utilizar mi autocontrol en varias ocasiones, como cuando el idiota del reparidor de pizzas ha intentado ligar con Megan o cuando mi hermano parecía que iba a besarla en el agua.

¿Qué coño me pasa?

Si sigo así voy a terminar rompiéndole la cara a alguien... Mierda. Necesito controlar mis celos, porque, aunque me joda, ahora Megan es mi hermanastra, y posiblemente tenga que verla con otros chicos.

Aunque eso me destruiría...

Porque, siendo sincero, jamás veré a Megan como mi hermanastra.

—Tranquilo, con mi personalidad es más que suficiente para ganarme su corazón. Sé que voy a ganar sea como sea —asegura muy convencido de ello.

Aunque, la verdad, estoy bastante de acuerdo con mi hermano, ya que tiene una personalidad increíble. A veces envidio lo divertido que es y la facilidad que tiene para hacer reír a la gente. Por no hablar de lo cercano que se vuelve enseguida.

Yo, en cambio, soy todo lo opuesto.

Es como si tuviese un escudo que me hace ocultar quién soy en realidad. Pocas personas me conocen tal y como soy de verdad. Creo que con el paso del tiempo y después de ser engañando por la persona a la que quería me he convertido en alguien mucho más reservado y orgulloso.

Aunque en el fondo no soy así.

—¿Y qué hará el que pierda?

—¿A qué te refieres? —pregunta mientras frunce el ceño.

—Ya sabes, el que pierda tiene que hacer algo por el ganador —explico tomando mi taza de café y acercándola a mis labios.

—Ah, claro, pues... —murmura pensativo mientras forma una sonrisa—. Harás mis tareas durante todo el año.

—¿Quién ha dicho que vaya a perder? Sabes que me encantan los retos, y sería estupendo estar todo un año sin hacer mis tareas —afirmo sonriendo con orgullo.

—¡Ya veremos! —exclama riéndose.

—Bueno, pues que gane el mejor —digo estrechando su mano con una sonrisa.

—¡Es decir, yo! —asegura señalándose con el dedo y ruedo los ojos al verlo.

—Ya, claro —murmuro y no puedo evitar soltar una carcajada—. ¿Hay alguna regla?

—Solamente una —dice pensativo mientras da un sorbo a su taza de café.

Tengo la extraña sensación de que va a poner una regla demasiado difícil de cumplir para mí. Pero no me importa, ya que, a decir verdad, siempre he sido de los que piensan que las reglas están hechas para romperlas.

Solo espero que no haya consecuencias.

Aunque siempre suelen haber.

—¿Cuál? —pregunto inquieto.

Jayden deja la taza sobre la mesa y me lanza una mirada de prevención que consigue ponerme los pelos de punta.

—Prohibido enamorarse.

Mierda, era justo lo que me temía.

Lo que mi hermano no sabe es que esa regla llegaba demasiado tarde...

Y la incumpliría muy pronto.

Fin del flashback.

Mi peor pesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora