Han pasado varios meses desde que me enteré de que estaba embarazada, y por el momento todo sigue igual, excepto por las náuseas matutinas y los antojos y el hecho de que un nuevo humano se está formando en mi interior, claro está.
Pero nadie ha descubierto mi pequeño secreto todavía, y ni siquiera hablo del tema con Beth y Jayden, lo cual hace que al no mencionarlo parezca que no exista.
Aunque sí lo hace.
El problema es que no sé cuánto tiempo más podré ocultarlo, dado que mi barriga empieza a crecer y en algún momento será imposible ocultarla por mucho que utilice ropa ancha y oscura.
Las primeras semanas quise contárselo a Connor, estuve apunto de hacerlo en varias ocasiones, pero no fui capaz. Decidimos (en realidad lo decidió él) formalizar nuestra relación y no sabía cómo se tomaría el hecho de que su novia tuviese un bebé de otro. ¿De saberlo me habría dejado?
Meto la cuchara en la tarrina de helado de chocolate y la dirijo a mi boca. Por fin es sábado, y Connor y yo estamos tirados en el sofá mientras vemos una serie. Ha sido una semana ajetreada con las clases online, ya que tenemos muchos exámenes antes de que lleguen las vacaciones de primavera.
—Oye, Megan, ¿no crees que últimamente estás comiendo demasiado? —pregunta Connor observándome comer con una especie de mueca.
—¿Me estás llamando gorda?
—No, solo digo que comes demasiado y eso no es bueno. Esta es la tercera tarrina de helado que te comes hoy —explica—. ¿Has oído hablar sobre la obesidad? ¿Sobre lo perjudiciales que son los atracones?
—¡¿Pero tú te estás oyendo?! —grito fuera de mis cabales—. ¡Estás insinuando que estoy gorda! ¡¿Y qué pasa si lo estoy, eh?! ¿Te gustaré menos entonces?
—Oh, vamos, sabes que yo no he dicho eso. No empieces otra vez con tus cambios de humor —rueda los ojos mientras se cruza de brazos—. Joder, lo que tengo que aguantar... ¿Vas a ser así siempre?
—¡Te odio! —exclamo tirándole el cojín que tengo al lado—. ¡Nadie te obliga a estar conmigo, así que puedes largarte!
—¿Se puede saber qué puta mosca te ha picado? —pregunta alzando la voz y veo cómo aprieta la mandíbula—. Llevas unas semanas insoportable y no entiendo la razón. ¿Qué es lo que te pasa?
Lo ignoro. Sigo comiendo helado y actúo como si no lo hubiese escuchado. No quiero discutir con él sobre esto. No quiero tener que explicarle a qué se deben mis cambios de humor o mis antojos.
—¡Megan, contesta! —exclama dándole un manotazo a la tarrina y derramando todo el helado por el suelo—. ¡Quiero una puta respuesta! ¡Y la quiero ya, joder!
Me quedo petrificada y mis ojos se abren muchísimo por el asombro. Jamás lo había visto así. Nunca me había hablado de esa forma ni con tanta brusquedad. Connor apenas dice palabrotas, de hecho. Siempre se comporta muy correcto y es la primera vez que lo veo tan fuera de sí.
—Estoy embarazada.
Ha sido casi un susurro, lo he dicho tan bajito que pensaba que no lo habría escuchado. Pero sí lo ha hecho.
—¿Qué? Pero si no hemos... ¿Qué estás diciendo, Megan? ¿Cómo...?
—Es de Darien —explico.
—¿Me has engañado? —se levanta del sofá y se pasa las manos por el pelo—. ¿Cómo has podido? ¿Cómo has sido capaz de hacerme esto? ¡Confiaba en ti!
—No, yo no...
—¡Y yo aquí como un imbécil mientras tú seguías follando con él! —grita furioso dándole una patada al sofá—. ¿Cómo he podido estar tan ciego? ¿Desde cuándo estás con él? ¡Respóndeme!
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Mi peor pesadilla
Roman d'amourImagina que tus peores enemigos se convierten en tus hermanastros, que se mudan a tu casa, y tú no puedes hacer nada para impedirlo. Sería una auténtica pesadilla, ¿no crees? Pues eso es lo que le sucede a la protagonista de esta historia; los gemel...