Capítulo 51: Mi mejor sueño

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Tres años después...

Saco las llaves del bolso y abro la puerta de casa. Hace un año pudimos comprarnos una pequeña casa con un jardín delantero para que los niños puedan jugar fuera. Es muy acogedora, y aunque no es tan grande como la de nuestros padres, es perfecta para nosotros. Es nuestro hogar.

Estoy muy cansada después de un largo día en el colegio en el que trabajo, rodeada de niños pequeños a los que adoro pero que acaban con toda mi energía. Además al volver a casa sigo ocupándome de mis mellizos de casi cuatro años que a veces me vuelven loca, sobre todo Dylan, que ha sacado los genes O'Brien.

Me quito los zapatos para poder caminar descalza por casa y entonces piso un coche de juguete que hay en el suelo y me caigo al suelo. Suelto una quejido y me levanto a trompicones. Los mellizos siempre dejan sus juguetes esparcidos por todas partes a pesar de que les pido continuamente que los dejen en el baúl de madera.

Subo las escaleras mientras desabrocho los botones de mi blusa y entro al baño. Me doy una larga y necesaria ducha y al acabar me pongo el pijama y me recojo el pelo con una pinza. Bajo al salón y me siento en el sofá para ver un rato algo en la televisión que no sean dibujos animados.

Tengo que disfrutar de este momento de tranquilidad hasta que lleguen los niños a casa. Darien ha ido a recogerlos al colegio y me ha dicho que los llevaría al parque a que jugaran con sus amigos, así que no sé cuánto tiempo tengo exactamente para estar sola, pero quiero aprovechar cada segundo hasta que regresen.

Una hora más tarde, después de haberme bebido una copa de vino y haber visto un capítulo de una serie, escucho la puerta abrirse. Se acabó mi tranquilidad.

—¡Mami! —Emma entra corriendo con una gran sonrisa en la cara—. ¡Mira, mira! Lee lo que pone, ya verás qué bonito.

Dirijo mis ojos a su camiseta rosa, que es lo que está señalando, y me extraño al ver que no es la misma camiseta que le había puesto esta mañana para ir al colegio, es una camiseta distinta. Qué raro. ¿De dónde la ha sacado? Pero mis dudas se disipan al leer lo que hay escrito en letras rojas.

«¿Quieres casarte con mi papá?»

No puede ser real. Tiene que ser una broma. Sí, tiene que ser eso... ¿O no? Dirijo mis manos a mi boca, por un momento mi mandíbula casi toca el suelo, y abro los ojos atónita. Las piernas me tiemblan como dos flanes incluso estando sentada y mis ojos se llenan de lágrimas.

Escucho la voz de Darien al otro lado de la puerta diciéndole a Dylan que es su turno. Miro hacia la entrada y mi hijo aparece con un ramo de flores casi más grande que él. Se acerca hasta mí y me lo entrega. Estoy tan alucinada en este momento que no me percato de que Darien ha entrado y está frente a mí con su mano extendida para que me levante del sofá.

—¿Qué me dices? —pregunta más nervioso que yo cuando estoy frente a él.

—¿No hay anillo? —es lo único que se me ocurre decir mientras suelto una pequeña risita nerviosa. Él me imita.

—Sé que no ha sido fácil conseguir llegar hasta aquí, pero lo hemos logrado. Han habido muchos baches en el camino, pero los hemos superado juntos. Sé que he sido un completo idiota, que he hecho cosas de las que me arrepiento cada día, ya lo sabes. Pero al final ha merecido la pena todo lo que hemos vivido porque nos ha llevado hasta este preciso momento.

Se me ha formado un nudo en el estómago y mis lágrimas han empezado a caer sin control por mi rostro. Me tiembla todo el cuerpo y me sudan tanto las manos que quizás si me pone un anillo se me resbale del dedo. Madre mía. No me creo que esto esté pasando... ¡Se está declarando!

—Todo ha sido por ti, soy la persona que soy hoy gracias a ti, porque tú me haces ser mejor, me haces querer ser la persona que te mereces. Y cuando estoy contigo todo mi mundo se detiene y soy la persona más feliz del mundo. Ya nada va a poder con nosotros, nada nos va a separar, y quiero pasar el resto de mi vida a tu lado. Contigo y con la familia que hemos formado.

Darien se arrodilla frente a mí, y tengo que limpiar las lágrimas de mis ojos para poder grabar en mi retina este momento para siempre. Saca una pequeña caja del bolsillo de su pantalón con las manos temblorosas y la abre mostrando un anillo con una preciosa piedra brillando en el centro.

—¿Quieres casarte conmigo?

—¡Sí, claro que quiero! —exclamo y me pone el anillo, que por suerte no se resbala.

Se levanta y coloco mis manos en sus mejillas para unir nuestros labios en un beso. Me envuelve la cintura con sus brazos y me eleva unos centímetros del suelo sin dejar de besarme. Es entonces cuando nos damos cuenta de que no estamos solos...

—¡Ah, qué asco! —exclama Dylan.

—¡Cállate, es un beso de amor! —le regaña su hermana con una tierna sonrisa.

—Al final la pesadilla no ha resultado ser tan mala, ¿no? —dice Darien sonriendo cerca de mis labios sin soltarme.

Aunque todo comenzó así, con la peor pesadilla que podría haber tenido. Con los odiosos gemelos a los que detestaba desde pequeña mudándose a mi casa y convirtiéndose en mis hermanastros. Con todas la bromas pesadas, con los gemelos apostando enamorarme, con mi corazón roto por culpa de esa apuesta...

He vivido muchas cosas malas, sí. Pero al final no todo fue tan malo, los gemelos se convirtieron en mi familia, y a pesar de que no empezamos con buen pie, me hicieron pasar un verano divertidísimo. De odio al amor hay tan solo una pequeña distancia y ellos supieron cómo acabar con ella. Sobre todo Darien, que acabó enamorándome por completo.

Y me alegro de que eso pasara, porque ahora tengo más claro que nunca que es el amor de mi vida. Además, ha luchado con uñas y dientes para demostrar que no es el idiota que yo creía, para arreglar sus errores, para ser el hombre que en realidad es, aunque él diga que es todo gracias a mí, pero no es así, porque él es increíble con o sin mí.

Así que, a pesar de todo, mis odiosos y estúpidos hermanastros se han convertido en mi familia. ¡Y voy a casarme con uno de ellos! La Megan de entonces no se habría creído que todo esto pasaría, que acabaría teniendo hijos y prometida con Darien. Y es que, como me decía mi padre cuando era pequeña, lo mejor siempre está por venir.

¡Y vaya si tenía razón!

Miro a los mellizos, Dylan está formando una mueca de asco y Emma sonríe. Les hago un gesto para que se unan a nuestro abrazo y vuelvo a mirar a Darien con mis ojos cristalizados. Una lagrima cae de nuevo por mi mejilla y formo la sonrisa más sincera que jamás haya formado.

—No ha sido una pesadilla. Ha sido el mejor sueño que he tenido en mi vida.

Mi peor pesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora