Han pasado varias semanas desde mi cita con Connor y desde entonces no hemos vuelto a tener ninguna más ya que estamos muy ocupados con la universidad, aunque nos vemos todos los días para ir juntos a la biblioteca a estudiar y hacer trabajos.
Hoy ha venido Beth a casa, apenas nos hemos visto en semanas, así que teníamos mucho de lo que hablar. Le he contado lo de la cita, lo desastrosa que fue la idea de una cita doble, sin entrar en detalles que prefiero olvidar (como lo que pasó en el baño, por ejemplo), y que no sentí nada cuando Connor me besó.
—Vaya mierda, Meg —exclama ante esto último—. Tienes demasiado presente a Darien todavía, o alomejor estás forzando algo que no tiene que pasar.
Puede que tenga razón, tal vez Connor y yo solo debamos ser amigos, pero pensé que podría cambiar eso, que podríamos llegar a ser algo más. Él me confesó lo que sentía por mí y puede que si lo intento acabe yo también sintiendo lo mismo. Quizás se trate de eso, creo que no lo estoy intentando lo suficiente.
Me quedo pensativa mientras veo que Beth se echa perfume de un frasco que hay sobre mi mesita de noche. De repente unas ganas terribles de vomitar se apoderan de mí. Me levanto de un salto de la cama y voy corriendo hacia el baño con la mano sobre mi boca para contener las arcadas.
Pero de nada sirve, dado que termino vomitando de todas formas.
—Meg, ¿estás bien? —pregunta Beth con preocupación al otro lado de la puerta.
Oh, Dios... No, no, no. ¿Cómo no me he podido dar cuenta antes? No me ha bajado la regla, hace días que debería de haberla tenido. ¡Mierda! Esto no puede ser. Es imposible... Yo no... Joder.
Beth, al no recibir respuesta, abre la puerta del baño muy despacio y asoma la cabeza. Cuando me ve sentada sobre la tapa del váter sollozando e inmersa en un mar de lágrimas entra y cierra la puerta rápidamente para acercarse hasta mí.
—Tengo un retraso... —es lo único que consigo murmurar mientras las lágrimas no dejan de recorrer mis mejillas.
—¡No me jodas! —exclama poniéndose de cuclillas delante de mí—. Meg, ¿te has acostado con Connor y no me lo has dicho?
—No, no ha sido con él —niego limpiando mis lágrimas con las palmas de las manos.
Se queda pensativa, con el ceño levemente fruncido, y cuando se da cuenta de a quién me refiero abre los ojos como platos. No le había hablado sobre lo que ocurrió entre Darien y yo en Nochevieja.
—¡Voy a ser tía! —exclama emocionada tapándose la boca—. ¡Qué fuerte, Meg!
—¡Cállate, te van a oír!
—Entonces... ¿Darien es el padre?
—Todavía no sé si estoy embarazada, deja de darlo por hecho —gruño cruzándome de brazos—. Pero sí, es Darien.
—¿Cuándo ha pasado esto? —pregunta incrédula colocando sus manos sobre sus caderas con las cejas alzadas.
—Durante la fiesta de Nochevieja, nos fuimos a mi habitación y... Bueno, el resto es historia —respondo encogiéndome de hombros avergonzada.
—Sabía que tarde o temprano acabaríais follando de nuevo —asegura divertida y le doy un golpe en el brazo a lo que ella responde con un gruñido.
—Ya que has predecido que nos volveríamos a acostar, podrías haberme avisado de que pasaría esto —digo con sarcasmo y ella niega con la cabeza.
—Venga, vamos a comprar un test de embarazo ahora mismo, ¡necesito saber si voy a ser tía! —me agarra del brazo y me arrastra fuera del baño.
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Mi peor pesadilla
RomanceImagina que tus peores enemigos se convierten en tus hermanastros, que se mudan a tu casa, y tú no puedes hacer nada para impedirlo. Sería una auténtica pesadilla, ¿no crees? Pues eso es lo que le sucede a la protagonista de esta historia; los gemel...