Capítulo 5: ¡¿Fiesta?!

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Ya han pasado varios días desde que los gemelos se mudaron a mi casa y parece que hayan pasado siglos.

La convivencia con ellos es horrible, por más que intento evitarlos están en todas partes. Cada vez que voy a la cocina a por algo de comer están ellos, cuando salgo a tomar el sol al jardín están ellos... ¡Incluso cuando quiero entrar al baño está alguno de los dos dentro!

Además, nunca se molestan en poner el dichoso pestillo del baño. Ayer mismo tuve un vergonzoso y desafortunado encuentro con Darien. Entré al baño, ya que pensé que no había nadie, y me encontré con él recién salido de la ducha.

¡Por poco me da un infarto!

Me moría de la vergüenza, y eso que le dió tiempo a ponerse una toalla alrededor de la cintura, que si llego a ver algo que no debía entonces sí me habría dado un infarto.

No mientas, te hubiese encantado entrar unos segundos antes.

Lo peor de todo fue el estúpido comentario obsceno que hizo Darien: "La próxima vez que quieras verme desnudo no me des un susto, solo tienes que decírmelo".

¡Cuánto lo odio!

En este momento estamos todos reunidos en el salón. Mi madre ha dicho algo sobre una "reunión familiar", aunque yo no lo consideraría tan familiar. Los gemelos no son mi familia y nunca lo serán.

Pero mi madre ha pensando que estaría bien reunirnos de vez en cuando para repasar algunas normas y hablar sobre cómo crear una buena convivencia. Lo que ella no sabe es que es más que imposible crear una buena convivencia con los gemelos O'Brien. Eso jamás pasará.

Están todos discutiendo sobre las normas de la casa, como si a mí me importara. Es mi casa, así que las normas son para los gemelos, no para mí. Mi madre también ha dicho algo sobre una luna de miel.

—¡¿Qué?! —grito llamando la atención de todos—. ¿Qué es lo que has dicho?

—He dicho que este fin de semana nos vamos de luna de miel —vuelve a explicar mi madre—. ¿No has escuchado nada de lo que hemos hablado? ¿En qué estabas pensando, Megan?

—Yo sé en lo que pensaba... —murmura Darien a mi lado con una sonrisa.

Ruedo los ojos y le golpeo con el codo para que no siga hablando, provocando así una pequeña carcajada de su parte.

—¿Nosotros también iremos?

—Es una luna de miel, para los recién casados, ya sabes... Para que puedan hacer el amor toda la noche —contesta Darien y nuestros padres lo miran horrorizados.

—¡Darien, eso que acabas de decir no es apropiado! —le regaña su padre y no puedo evitar reír al verlo avergonzado.

—Bueno, no discutáis —interviene mi madre—. Pues dicho queda todo.

—Pero mamá, no puedes dejarme sola con ellos... —protesto formando una mueca.

—¿Prefieres una niñera?

Cuando era pequeña tuve una y era horriblemente maligna. Me obligaba a comer brócoli todos los días. Además, no me dejaba ver dibujos en la tele, decía que los dibujos animados hacían que los niños crecieran en un mundo infeliz.

Era demasiado rara, la verdad.

—No, gracias —niego con la cabeza repetidas veces—. ¡Buen viaje! No os preocupéis por nosotros, estaremos bien.

—Usad preservativo, por favor, que no queremos un nuevo hermanito.

—¡Jayden! —grito horrorizada ante su comentario y le lanzo un cojín.

Unas horas más tarde...

Mi madre y Anthony guardan las maletas en el maletero y suben al taxi, después de despedirse de nosotros con un abrazo por parte de mi madre que casi consigue dejarme sin respiración.

—Esperamos que sigáis vivos cuando volvamos. ¡Y más os vale no hacer una de las vuestras! —advierte mi madre por la ventanilla del taxi—. Todavía sigo sin saber por qué demonios habían huellas verdes por toda la casa.

Me encojo de hombros al mismo tiempo que el taxi arranca y nos despedimos de ellos saludando con las manos mientras vemos cómo el vehículo desaparece al llegar al final de la calle.

—¡¡¡FIESTAAAA!!! —exclaman los gemelos a la vez con mucho entusiasmo.

¡¿Han dicho fiesta?!

—No, no, no... ¡Fiesta no! —ordeno negando con la cabeza y de brazos cruzados.

Mi madre ya nos ha advertido, como se entere de que en su ausencia hemos hecho una fiesta nos castigarán eternamente, y no me apetece pasar el resto de mi vida castigada por una noche de diversión.

—No seas aguafiestas —murmura Jayden a la vez que rueda los ojos—. Ya verás, lo pasarás muy bien, te lo aseguro.

En realidad, suena tentador. Hace mucho que no voy a una fiesta, en concreto desde la graduación, y estaría bien poder perder de vista a los gemelos durante una noche.

—Pues lo limpiaréis todo vosotros, porque yo no lo haré —aseguro mientras camino hacia la entrada de casa.

—¡A sus órdenes, mi sargento! —exclama haciendo un gesto militar con las manos.

✧ ✧ ✧

Alguien ha abierto la puerta de mi habitación. ¿Quién diablos me tiene que despertar ahora? Mis siestas tienen que ser largas, de tres horas como mínimo.

—Megan, ve poniéndote guapa, la fiesta empieza dentro de una hora —informa Darien apoyándose en el marco de la puerta con los brazos cruzados.

—¿Perdona? No necesito ponerme guapa porque ya lo soy —digo incorporándome sobre la cama—. ¿Qué hora es?

—Qué creído te lo tienes... —murmura arqueando una ceja mientras sonríe.

—Tú te crees un Dios griego, eso sí es ser demasiado creído —sonrío irónica—. ¿Me puedes decir ya qué hora es?

—Las nueve —dice mirando la hora en su móvil—. Vamos, levántate, no te quedes dormida de nuevo.

—Vale, está bien... Ya me levanto, pero cierra la puerta —gruño y él hace la intención de irse pero se detiene.

—Para tu información, sobre lo de Dios griego, nadie me lo ha negado —me guiña un ojo y sale de la habitación dejándome boquiabierta.

Me levanto pesadamente de la cama y me dirijo al baño. Después de una rápida ducha me seco el pelo y me hago alguna que otra onda con la plancha, luego me visto y por último me maquillo.

He elegido un vestido azul eléctrico y un maquillaje bastante natural con un poco de brillo plateado en los ojos.

Perfecta, como siempre.

Bajo las escaleras y veo que ya ha llegado bastante gente. Todos están hablando entre ellos y bebiendo vasos con cerveza.

Entre la multitud logro ver a Beth, que está hablando con un grupo de chicos y me acerco a ella. No conozco a nadie por el momento, aunque algunas personas me suenan de haberlas visto por el instituto.

—Vaya, qué sexy, ¿no? —la miro de arriba a bajo con una sonrisa socarrona.

Lleva un vestido negro ceñido que acentúa sus curvas y le queda espectacular. Envidio la seguridad que tiene llevando un vestido así. Yo no me atrevería.

—¡A ver si esta noche ligo! Aunque en realidad lo dudo, por alguna extraña razón los tíos me tienen miedo —bromea y no puedo evitar reír.

La fiesta ha empezado y está bastante entretenida. La música retumba por toda la casa y Beth y yo no podemos dejar de cantar todos los temazos que suenan. Por no hablar de que todavía no he visto a los gemelos, cosa que agradezco.

Me lo estaba pasando realmente bien hasta el momento en el que alguien ha decidido cambiar la música y poner una estúpida canción lenta y sensual.

A partir de este momento mi noche da un giro demasiado inesperado.

Mi peor pesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora