Capítulo 50: Por los viejos tiempos

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—¿Mamá, tienes planes esta noche? Es el cumpleaños de Beth y vamos a salir a celebrarlo —pregunto cuando descuelga el teléfono—. ¿Podrías quedarte con los mellizos tan solo por esta noche?

—¡Pues claro que sí! —exclama—. Ya era hora de que su abuela los cuidase por una vez. ¡Pensaba que nunca me lo pedirías!

Cuelgo la llamada con una gran sonrisa en la cara y miro a Darien desde la otra punta del sofá. Tiene a Dylan dormido sobre él y a Emma al lado jugando con su peluche favorito, un osito de peluche que me regaló mi padre cuando nací y que decidí guardar para cuando tuviese hijos.

—Dime que ha dicho que sí —suplica Darien ansioso por saber la respuesta.

Asiento y suelto una carcajada al ver su gesto de victoria. La verdad es que él no es el único que tiene ganas de que llegue esta noche, todos tenemos muchas ganas de salir de fiesta como en los viejos tiempos.

Tomo a Emma en brazos y Darien hace lo mismo con Dylan tomándolo con mucho cuidado de no despertarlo, pero fracasa en el intento. Salimos del apartamento y ponemos a los mellizos en sus sillitas del coche para ir a casa de nuestros padres.

Todavía es mediodía pero hemos decidido dejar a los niños ya con mi madre para así poder descansar un poco y arreglarnos sin distracciones. Cuando llegamos mi madre abre la puerta y nos recibe ansiosa por ver a sus nietos. Aunque no le hacía ninguna gracia que Darien y yo estuviésemos juntos siendo hermanastros, está encantada con los mellizos, igual que Anthony.

—¡Hola, pequeños! Hoy nos lo vamos a pasar genial —habla dirigiéndose a los mellizos que sonríen al verla—. ¡Ay, sois tan bonitos! ¡Os voy a comer con patatas!

No entiendo cómo pretenden que un bebé se ría cuando le dicen eso. ¡Le están diciendo que se lo van a comer! Como si fuese una bruja o un payaso diabólico que come niños. ¡Es horrible!

Por no hablar de las nanas para dormir: «Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá...» ¡¿Es enserio?! ¿Cómo pueden creer que es buena idea dormir a un niño haciéndole creer que vendrá un monstruo y se lo comerá? No tiene ningún sentido crearle un trauma así a tus hijos con tal de dormirlos.

—¿Os quedáis a comer? —pregunta mi madre alzando la vista—. He preparado lasaña con una bechamel deliciosa.

—Mamá, no tienes ni que preguntarnos. ¡Pues claro que nos quedamos!

Entramos en la cocina, donde se encuentra Anthony, y nos sentamos en la mesa todos juntos. Los niños nos miran desde el carrito doble mientras devoramos la espectacular lasaña de mi madre y ponemos a nuestros padres al tanto de cómo va nuestra vida de padres primerizos recién independizados.

—¿Por qué no os váis a dormir para estar bien descansados para esta noche? Yo me ocupo de los mellizos —propone mi madre cuando acabamos de comer mientras recoge los platos de la mesa.

—Sí, gracias, esta noche no he dormido nada —suspiro con cansancio—. Dylan se ha pasado toda la noche llorando, como de costumbre, y estoy muerta de sueño.

Subimos las escaleras y entro con Darien en mi antigua habitación. Está tal y como la dejé, no ha cambiado nada. Darien se quita la camiseta y se tumba sobre la cama mientras yo busco en el armario algo con lo que dormir más cómoda. Me pongo un pijama de seda y me tumbo a su lado.

—¿Esta noche vas a beber? —pregunto apoyando mi cabeza en su pecho.

—Solo agua —bromea y suelta una pequeña risa incrédula—. ¿Tú qué crees? Pues claro que voy a beber, es nuestra primera fiesta desde que somos padres.

Mi peor pesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora