Estoy sentada en el sofá, con el pie sobre un cojín que anteriormente Jayden había colocado sobre la mesa para que estuviese más cómoda, cuando Darien aparece en el salón bostezando.
—Buenos días —saluda sentándose a mi lado con una sonrisa pícara.
Inmediatamente los nervios se apoderan de mí, e intento devolverle una tímida sonrisa acompañada de mis sonrojadas mejillas, entonces Darien dirige su mirada hacia mi tobillo con el ceño fruncido.
—¿Qué te ha pasado?
—Jayden y yo hemos salido a correr y me he torcido el tobillo —explico encogiéndome de hombros.
—Así que Jayden y tú... —murmura y se remueve incómodo en el sofá—. ¿Y estás bien? ¿Te duele mucho?
Vuelve a poner de nuevo sus ojos sobre los míos y por un momento siento una extraña presión en mi estómago, que se intensifica cuando una pequeña sonrisa aparece en sus hinchados labios.
—Sí, estoy mucho mejor —respondo formando también una sonrisa.
—¿Estás segura? —su expresión cambia por una de preocupación y coloca una de sus manos sobre mi mejilla—. Si quieres puedo llevarte al hospital...
Noto cómo se acerca más a mí acariciando mi mejilla con su pulgar y muerdo mi labio inferior negando con la cabeza.
—No hace falta, no te preocupes —digo en un susurro acercando inconscientemente más mi cara a la suya.
Nuestras respiraciones se mezclan y Darien apoya su frente sobre la mía, con su mano todavía acariciando mi mejilla. Inevitablemente cierro los ojos notando sus labios cerca de los míos.
Por un instante tengo la necesidad de acortar la distancia que nos separa, pero no me da tiempo dado que Darien decide alejarse de mí.
—Lo siento —dice agachando la mirada y pasa una de sus manos por su pelo con nerviosismo.
—¿El qué sientes? —pregunto extrañada.
—El beso y todo lo que pasó... —contesta tragando saliva—. Yo... Lo siento por besarte... No pretendía...
—No importa, Darien. Yo fui la que se metió contigo en la ducha por voluntad propia, ¿recuerdas? —susurro esto último y sonríe, obvio que lo recuerda.
Está más que claro que los dos recordamos lo que pasó, además apuesto a que no soy la única que no puede dejar de pensar en eso todo el tiempo.
—Por cierto... ¿Te gustó?
Abro los ojos atónita ante la pregunta de Darien, que me mira arqueando una ceja y sonriendo con picardía.
Mierda. Si sigue sonriendo así voy a acabar lanzándome sobre él.
—No lo sé —digo levantando las cejas y noto cómo mis mejillas se encienden.
¿A qué viene esa pregunta ahora?
No lo entiendo, parecía que de verdad sentía lo que había pasado, y ahora me pregunta eso como si estuviese orgulloso porque caí a sus pies.
¡Estúpido Darien!
—¿Cómo que no lo sabes? —pregunta decepcionado—. ¿Lo dices enserio?
—¿Qué es lo que te pasa? ¿Quieres que salte de la alegría por lo que pasó entre nosotros? —pregunto molesta.
—Megan, los dos sabemos que estuvo increíble, admítelo —dice obvio y suelto un fuerte suspiro mientras ruedo los ojos.
—Estuvo bien —admito—. ¿Contento?
—Mucho —asegura acercándose a mí de nuevo y deja un beso sobre mi cuello.
Un escalofrío se reparte por todo mi cuerpo y Darien lo debe percibir, ya que noto cómo sonríe sobre mi cuello y deja varios besos más sobre mi piel.
—Darien, para —susurro pero me ignora y sigue recorriendo mi cuello—. ¡Para, joder!
Los gemelos me van a volver loca. No sé qué están haciendo conmigo. Con la Megan de antes, mejor dicho.
Esa Megan que pasaba radicalmente de los gemelos O'Brien, esa que no era capaz de pasar dos simples segundos con sus hermanastros, la que los odiaba desde pequeña, la que no podía rozarles ni con un palo. Esa que no se acercaba a ningún chico para no sufrir por amor, la que tenía una capa de acero encima, esa capa que ahora parece estar oxidada.
¿Dónde está esa Megan?
Noto cómo mis ojos se llenan de lágrimas que intento reprimir. Me levanto del sofá y comienzo a caminar con dificultad hasta llegar al jardín.
¿Qué me están haciendo? Esa pregunta pasa tantas veces por mi mente... Pero no recibo respuesta alguna. Tengo tanta impotencia, tantas ganas de llorar que me es imposible contenerme.
Esto me está superando.
Lo que estoy empezando a sentir por Darien me supera.
Escucho unos pasos detrás de mí y limpio mis lágrimas lo más rápido que puedo. No voy a permitir que me vea llorando. Mucho menos cuando es por él.
—Lo siento... —susurra.
—Darien, he escuchado tantas veces esas palabras salir por tu boca que ya no sé si creerte —digo limpiando una lágrima que cae por mi mejilla.
—Créeme que lo siento —suplica todavía detrás mía y noto que avanza unos pasos hasta quedar pegado a mí—. De verdad que quiero que me creas.
—No puedo —digo cortante.
—Lo siento, ojalá me creyeras —escucho que dice en un susurro antes de irse.
Entonces mis lágrimas empiezan a escapar de mis ojos sin control y por primera vez siento lo que es tener el corazón roto.
NARRA JAYDEN
Darien entra en la habitación dando un portazo y me levanto inmediatamente de mi cama sobresaltado. No sé qué demonios le pasa, pero puedo imaginarlo.
Estoy seguro que se trata de Megan.
—Jayden, no puedo —asegura sentándose sobre su cama cabizbajo.
—Solamente quedan tres semanas —digo cruzándome de brazos frente a él.
—No, abandono. No puedo seguir más con todo esto... —niega con la cabeza y una lágrima cae por su mejilla.
Esto es malo... ¿Qué mierda le pasa?
Me duele verlo así, aunque no es la primera vez. Mi hermano en cuanto a chicas es muy diferente a mí, el muy imbécil se enamora ciegamente sabiendo que acabarán haciéndole daño.
Desde su última novia, hace más de un año, no ha querido saber nada de chicas. Samantha lo destrozó. Jugó con él y le rompió el corazón en mil pedazos. Él se enamoró de ella perdidamente, mientras ella le engañaba con otros tíos.
Todo aquello fue muy duro para él, lo marcó de por vida. Lo cambió.
—Le estamos haciendo daño, lo sé aunque no lo demuestre —dice pasando sus manos por su cara con frustración—. No quiero que le pase lo mismo que a mí. No quiero que sufra tanto como sufrí yo.
—Está bien. Lo adelantamos, solo serán dos semanas, pero no lo dejes —insisto apoyando una mano sobre su hombro y levanta la cabeza para mirarme.
—Vale —acepta no muy convencido—. Pero te aviso, si le haces daño lo dejo.
Asiento con la cabeza y no puedo evitar formar una pequeña sonrisa.
Esto va a ser muy fácil.
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Mi peor pesadilla
RomansaImagina que tus peores enemigos se convierten en tus hermanastros, que se mudan a tu casa, y tú no puedes hacer nada para impedirlo. Sería una auténtica pesadilla, ¿no crees? Pues eso es lo que le sucede a la protagonista de esta historia; los gemel...