—Mañana es tu cumpleaños, por fin serás mayor de edad en todo el mundo —anuncia Darien acariciando mi barriga—. ¿Cómo te sientes al respecto? ¿No estás feliz?
¿Que cómo me siento? Abrumada, pero muy feliz. Mañana seré oficialmente adulta y en seis semanas salgo de cuentas, lo cual me agobia un poco ya que todavía no nos hemos podido independizar. Además, este año sería mi último año de carrera pero con el nacimiento de los bebés he decidido posponerlo al año siguiente.
Quiero responderle pero un fuerte dolor en mi vientre hace que ahogue un grito a lo largo de mi garganta y me incorpore sobre la cama. Mis ojos se humedecen por el punzante dolor que siento.
—¿Estás bien? —pregunta muy asustado tomándome de la mano con fuerza.
—Me duele, Darien. Me duele mucho...
—Vale, tranquila. Nos vamos al hospital ahora mismo —me ayuda a levantarme de la cama y bajamos las escaleras muy poco a poco—. Siéntate un momento, voy a por la bolsa de los bebés, por si acaso.
Todavía queda más de un mes para que nazcan los mellizos, pero ya lo tenemos todo preparado para la ocasión. Es lo que nos recomendó la matrona, por si el parto se adelanta ya que al ser mellizos es más común que esto ocurra. Pero no entiendo qué esta pasando. Mi instinto me dice que todavía no es la hora. Algo anda mal.
—Todo saldrá bien —intenta consolarme mientras baja las escaleras corriendo.
Aunque intente tranquilizarme se nota mucho que está nervioso; su respiración está agitada, le suda la frente, y además tiene una mueca de preocupación que se le hace imposible ocultar. Estoy segura de que sus palabras son más para consolarse a él mismo en lugar de a mí.
Asiento sin parar de llorar debido al dolor y con su ayuda vamos hasta el coche. Al sentarme en el asiento del copiloto cierro los ojos y respiro profundamente, pero el dolor se hace mucho más intenso y arqueo mi espalda en el asiento mientras me sujeto con fuerza en la manecilla de la puerta.
—Ya casi estamos —anuncia con la mirada perdida en la carretera mientras conduce a toda velocidad—. ¡Vamos, acelera un poco que tengo prisa, gilipollas!
Toca el claxon para que el coche que hay delante vaya más rápido, pero el conductor le saca el dedo medio por la ventanilla y sigue con la misma velocidad. Darien, que está al borde de perder los nervios, decide adelantar al coche por el carril contrario pero un coche aparece de cara y ambos tienen que dar un frenazo.
—Darien, me estoy mareando... —digo mientras se incorpora en el carril.
Lo empiezo a ver todo negro, siento que una sensación de frío recorre todo mi cuerpo y tengo unas enormes ganas de vomitar. Darien me asegura que estamos llegando pero su voz cada vez se escucha más lejos, hasta el punto en el que dejo de escucharlo y pierdo el sentido.
NARRA DARIEN
—Doctor, dígame, ¿cómo está?
Al llegar al hospital he tenido que avisar a los enfermeros y celadores para que entren a Megan con una camilla, ya que se había desmayado. Según me ha dicho una de las enfermeras ha sido una bajada de tensión por el dolor tan fuerte que sentía.
—Megan está estable, pero tiene una sobredistensión uterina así que los bebés tienen que nacer ya —explica el doctor sin ningún atisbo de preocupación—. Vamos a provocarle el parto e intentaremos que nazcan por parto natural, si no es así habrá que hacerle una cesárea.
Asiento y me paso una mano por el pelo con nerviosismo. Esto es demasiado. Se suponía que los mellizos no nacerían hasta dentro de un mes y medio. ¿Cómo puede estar pasando esto? Sabíamos que se podía adelantar el parto, pero nunca habría imaginado que tanto. Es muy pronto.
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Mi peor pesadilla
RomanceImagina que tus peores enemigos se convierten en tus hermanastros, que se mudan a tu casa, y tú no puedes hacer nada para impedirlo. Sería una auténtica pesadilla, ¿no crees? Pues eso es lo que le sucede a la protagonista de esta historia; los gemel...