Capítulo 22

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El camino de vuelta a casa se le hizo extraño. No podía dejar de pensar en las palabras de Verónica. Cogió aire mientras le daba puño a la moto, acelerando, como si la velocidad lograse disipar un poco su recuerdo. En cambio, Verónica entró en su cuarto sin poder parar de pensarlo. Sus padres estaban dormidos, pero ella sabía de sobras que estaba castigadisima. Se desvistió y se puso el pijama, pensando en David y sin quitarse aquellos besos y aquel olor de su cabeza. El aroma que desprendía el joven era mucho mas fuerte que cualquier otra atracción a la que ella pudiese sucumbir. Se tumbó en la cama, agotada por tantos sentimientos abrumadores. No le importaba que David le hubiese dicho que ya no se volverían a ver. Algo le decía que el sentía aquella misma extraña atracción que ella, aquella que una vez que sientes eres incapaz de romper. 

Sus pensamientos fluían en el bosque en el que se habían parado, aquel que no parecía tenebroso al estar con el joven, como si al parar la moto allí estuviesen a salvo del mundo, de esos dos mundos que chocaban al encontrarse. De pronto, una sombra entrando en su habitación llamó su atención. Tanto que pegó un grito ahogado y se levantó de un salto de la cama.


Mientras, conduciendo David recordó las palabras de Verónica en el bosque, y tembló al imaginar su sonrisa.

-¿Me has traído aquí para asesinarme?-le sonrió.

Él se le quedó mirando, pensando que la chica no sabía realmente nada de él, y que le gustaba que bromease con aquello, que ni tan siquiera se le pasase por la imaginación el hecho de que él estuviese realmente implicado en asesinatos y desapariciones.

-Me has pillado.-le dijo él, besándola y atrayendo su cuerpo hacía él.

Sin saber como ambos habían acabado en el suelo, en el césped que estaba algo húmedo, pero que a ninguno de los dos les importó mientras se sentían en la oscuridad. En medio de la nada y en el centro del todo.

-¿Es aquí donde vienes cuando necesitas pensar?-le preguntó ella.

-Creo que pienso en muchos sitios.-bromeó él.- No sólo aquí.

-Pero que listo eres.-dijo ella irónica, segundos antes de volver a besarlo.-

David aparcó la moto en un barrio en el que nadie en su sano juicio se habría atrevido ni tan siquiera a entrar. Aparcó y comenzó a avanzar por aquellas calles llenas de borrachos y de gente pinchándose con jeringas repletas de alguna droga. Otros esnifaban rayas encima del suelo, y otros simplemente se calentaban alrededor de una hoguera que habían improvisado para protegerse del frío que se abría paso en el otoño.

David se imaginó a Verónica en un lugar como aquel y se sintió furioso. Bajo ningún concepto dejaría que eso pasase. Alguien le puso una mano en la espalda, haciéndolo salir bruscamente de sus pensamientos y alejarse de aquella chica castaña y de ojos azules oscuros.

Segundos antes de realizar un agarre, preparado para una posible pelea, se encontró con unos ojos verdes que lo observaban con preocupación.

-Jota, no vuelvas a hacer eso.

El chico se encogió de hombros, pero su semblante de preocupación no cambio.

-El jefe quiere verte. Le ha llegado cierta información, y creo que no es buena.

David tragó saliva. Sabía que su jefe no era una persona fácil, y que era sumamente peligroso cuando estaba cabreado.

-¿Esta donde siempre?-le preguntó, apresurándose.

-Sí.-contestó él.- Y lleva tiempo esperándote, así que no te hagas de rogar y no seas prepotente, como siempre.

David no tenía tiempo ni de responderle. Comenzó a avanzar, temeroso de que le hubiese hecho algo a Verónica cuando él la dejó en su casa.

A su paso dejaba atrás viviendas cada vez más viejas y derruidas. Había mujeres ofreciendo sus servicios en todas partes, y casi tuvo que esquivar a una a la que casi pega un empujón sin querer. Las pintadas en las fachadas eran cada vez más siniestras, y las pocas luces que envolvían aquel lugar haría que nadie en su sano juicio siguiese aquel camino.

-¿No vas a pararte aquí conmigo esta noche, Cobra?

David se giró hacia Cat. Ni tan siquiera recordaba su verdadero nombre. Aquella mujer joven, de unos veinte años como mucho, se le acercó con aquella minifalda y ese top sumamente ajustado enseñando el ombligo. Su cabello negro estaba recogido en una cola y sus rizos negros caían alegres por ella. Sus pestañas alargadas y espesas cubrían unos ojos profundamente negros y perfilados.

-Hola Cat. Esta noche no puedo quedarme. Lo siento.

Los ojos de ella se volvieron algo tristes. Ambos sabían a lo que jugaban. Había sido David quien la había metido en aquello, en aquella vida de prostitución y de aguantar a hombres con sabe Dios que tipo de enfermedad.

-El jefe quiere verme. Tal vez luego, si queda algo de mi, vuelva a verte.

Ella asintió, cambiando la expresión de su rostro al miedo. Todos sabían lo que pasaba cuando el jefe quería ver a alguien. Aunque el jefe actuase de padre como lo hacía con David. Como lo había hecho desde que lo recogió en la calle y se lo había llevado con él. Después del día de la muerte de sus padres y de pasar por una casa de acogida.

-Ojalá quedé algo de ti. No se que otro hombre va a querer pasar la noche conmigo, sin ni tan siquiera querer ponerme una sola mano encima para evitar que otro no lo haga.

Él la observó y se acercó para darle un abrazo. Desde que la hizo entrar en aquel lugar, se había sentido sumamente culpable, por eso intentaba pasar con ella el máximo de noches posibles, aunque fuese hablando o estando tirados ambos en la misma cama. Bastaba con colocarse encima de ella y moverse un poco para que si alguien quisiese entrar se alejase de aquella cama.

-Si me pasa algo, quiero que hagas todo lo posible por irte de aquí, aunque no tengas donde ir.

Ella perdió la mirada en él, aunque ambos sabían que no iba a hacerlo. Que el jefe no la dejaría, y que ella era una de sus distracciones favoritas. Cat tenía algo de suerte en eso, al ser una de sus favoritas el precio por noche con aquella chica era de los más elevados. Sin embargo, a pesar de que todo su dinero pasase antes por las manos de su jefe, el chico se las apañaba para pagarle y así el jefe no se enfadaba con ella cuando recogía el dinero por la mañana. Cat era preciosa. Y muy lista. Aunque hubiese acabado en un lugar como aquel. Era por eso por lo que la había conservado allí, y no las había enviado fuera de España como a las demás chicas. Por lo general aquel solo era un lugar de paso para todas ellas. David se alejó y siguió avanzando. Un borracho se le acercó, diciéndole algo ininteligible, y el chico le pegó un puñetazo, furioso por su situación y lo dejó en el suelo, sin sentido.

Tras sentir como se le salía el corazón del pecho por los nervios, llegó a una entrada franqueada por cuatro hombres. Si David hubiese sido cualquier otra persona, los cuatro habrían intentado detenerlo cuando empezó a avanzar hacia la puerta que ocultaban, pero allí todos lo conocían, y nadie iba a impedir su entrada.

Gracias por leerme, intentaré subir otro capítulo en unos días. Un abrazo y espero que os haya gustado.

Instagram: itssarahmey


Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora