Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)

Capítulo 58

 -No hay mucho más que contar.-dijo encogiéndose de hombros, pero con un poco de temor.

-Yo creo que si, que eres mucho más de lo que cuentas. ¿Qué paso tras la muerte de esa encantadora pareja con la que estuviste dos años?

Ella le cogió la mano y comenzó a acariciarsela con los dedos, tratando de calmarlo.

-Mi hermano me encontró. Acababa de cumplir nueve años, y él era...algo así...no se como explicarlo.-se llevó una mano a la barbilla y jugó con sus labios antes de resoplar con pesar.- Había cambiado.

-¿A qué te refieres?

David cogió aire.

-Él ya no era un niño. Su familia adoptiva no tenía nada que ver con la mía. Sufrió malos tratos y abusos, y por lo que me contó, escapó de ellos después de herir al padre. No quiero hablar de eso, así que por favor no me obligues. No se como hay personas capaces de hacerle eso a un niño.

A ella se le humedecieron los ojos al verlo así. Aquello le había marcado profundamente, pero ella sabía desde el primer momento que todos los que asimilaban a David con un chico malo estaban equivocados. Había mucho más detrás de él. Y al verlo así, abierto a ella, le hizo valorarlo aún más.

-Te aprecio muchísimo, David Ferraro.

Su voz fue como una luz en mitad de tanta oscuridad, de tanto fango y de tanta falta de oxígeno. El chico la miró, y la sintió antes de posar sus ojos en ella, mientras sus labios se buscaban y se besaban.

-Yo a ti más, ojos azules.-le sonrió.

Joder, sólo ella podía hacerle sonreír en un momento así. Ambos contuvieron la respiración unos segundos, para luego respirar el uno del otro, como si ese fuese el único lugar del mundo donde querían y debían estar, a escasos centímetros el uno del otro. Como si ese fuese su lugar. Su hogar. Juntos.

Verónica se percató de que le había dado fuerzas, y que él estaba dispuesto a continuar. El viento rugió fuera y golpeó contra el ventanal con fuerza.

-Mi hermano, bueno, lo que quiera que quedase de él, me dijo que estaba viviendo con un hombre, y que él le daba absolutamente todo lo que quería. Yo no quería volver a pasar por un nuevo proceso de adopción, ni mucho menos volver a pasar algunos días o Dios sabe cuanto, en un orfanato de niños huérfanos de la seguridad social.-tomó un buen trago del agua que la chica le había ofrecido hacía un rato.- Tampoco quería volver a ver a la mujer de servicios sociales. Así que... decidí ir con él.- soltó una leve carcajada, como si se arrepintiese de haber tomado esa decisión.- Cual fue mi sorpresa al ver al mismo hombre con el que me había peleado y que se había liado a golpes conmigo, cuando tenía seis años, hacía ya casi tres años, conviviendo con mi hermano. Y era como si Martin lo adorase. 

Tomo un poco de oxígeno antes de continuar hablando.

-Yo nunca olvido una cara Verónica. Nunca. Y volver a ver la suya fue como volver a mirar a los ojos al miedo. O tal vez a la muerte.

Ella sintió miedo, y David se dio cuenta, con algo de pesar. Aún se le hacía extraño contar su historia. Esa que había guardado bajo llave. La que lo había marcado y lo había hecho ser quien era. Hablar de eso era como liberar a todos sus demonios y dejar que lo mirasen directamente a los ojos. 

-¿Te da miedo verdad? Has intuido lo que pasó después.

Verónica asintió con la cabeza, algo apesadumbrada.

-Comencé a trabajar para ese hombre, ojos azules. No tuve otra elección. Cuando vi que era lo que hacía, y me di cuenta de que nos usaba a mi hermano y a mi para atraer a chicas jóvenes, tenía doce años. Hasta entonces me había limitado a obedecer sin cuestionar sus órdenes, por miedo. Había visto lo que era capaz de hacer, y aquello marcaría a cualquier adulto, mucho más a un niño asustado y solo. Me había pegado antes, pero nunca como la noche en la que le dije que no quería seguir haciéndolo. Que no quería seguir captando a chicas jóvenes y obligarlas a prostituirse. Esa noche casi me muero de la paliza que me dio. Aunque esa no fue la peor que recibí de él. La peor fue con catorce años, dos años después.