Capítulo 51

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 Ella la agarró, con un cosquilleo en el estómago, como si todas las mariposas del mundo se hubiesen reunido en él. No paraba de pensar en lo que había pasado hacía un rato, y sin pretenderlo, se ruborizó un poco cuando el le sonrió.

-No voy a saltar por mi balcón.-dijo, algo asustada por considerarse un poco torpe.

Probablemente se resbalaría y caería al suelo. David hizo un gesto teatral, y volvió a sonreirle, como si hubiese dejado de tener esa fachada de chico duro con ella, al menos por el momento.

-Súbete.-le contestó, serio, y dándose la vuelta.

Verónica entendió que quería que se subiese en su espalda. Su fornida y dura espalda. Se estremeció al pensar en acariciarla con sus dedos, quizás tal vez hasta arañarla.

-¿Vas a poder conmigo?

Él rio, y lo hizo tan fuerte que Verónica temió que se enterase su madre, pero a pesar de eso, ese sonido fue tan maravilloso que le dio exactamente igual.

-Podría con veinte como tú. -le dijo de forma jactanciosa.

Ahora fue ella la que se rió, aunque una sombra de duda le doliese en el corazón.

-Pues vete a buscar a esas veinte.-le contestó.

El se volvió y la cogió en peso, haciéndole cosquillas y cargándosela en su hombro.

-No quiero a ninguna otra que no seas tú.-le aseguró, diciendo las palabras exactas que ella necesitaba escuchar.

David la soltó en el suelo y volvió a besarla. Como si sus labios tuviesen un imán que lo atrajesen hacia ellos. Como toda la locura que despertaban el uno en el otro. La chica era consciente del peligro de lo que iban a hacer, pero no había peligro lo suficientemente grande como para asustarla cuando se trataba de él. Colocó sus manos en su espalda, con cuidado, como si estuviese tocando el cielo. Notó sus músculos moverse cuando el colocó sus manos hacia atrás, indicándole que se subiese. Ella pegó un salto y se subió encima de él, colocando luego sus manos alrededor de los hombros del chico.

Ese olor era suficiente para hacerle olvidarse del resto del mundo. Como si esa fragancia fuese la razón de su existencia. Todas sus conexiones nerviosas respondían ante aquel olor, haciéndola imaginarse cosas que jamás se había imaginado que quisiese hacer.

David saltó por el balcón, con el peso de Verónica en su espalda, y queriendo sujetar ese peso todos los días de su vida. Como si fuese la mezcla idónea para tener los pies en el suelo y para elevarse al cielo al mismo tiempo. Lo tenía todo bajo control, solo bastaba con agarrarse al balcón y luego caer sobre alguno de los coches que había abajo. Debía de aguantar bien el equilibrio para caer de pie. Joder, que suave era su piel. La notaba rodeando sus hombros, como si el fuese un soporte que ella necesitaba. Pegó el salto y sonrió divertido y con malicia el escucharla pegar un pequeño grito detrás de él. Ella no se esperaba que saltase, ¿pero qué pensaba? ¿Que un chico como el iba a tener cuidado? Aunque todo en ella le hiciese querer tenerlo para no dañarla, pero sabía de sobras lo que hacía. Confiaba en él mismo, y ella iba a aprender a confiar.

-¿Qué pensabas, ojos azules?

-Podríamos habernos matado.

El rió, divertido y seguro de si mismo, con esa seguridad que la hacía temblar. David la miró, era tan inocente...

-Nadie muere saltando desde un primer piso. Puedo asegurártelo.

Y entonces hubo una sombra en su semblante. Como cuando algo del pasado de alcanza y te devasta por dentro. Ajena a ese dolor, ella lo observó, y se percató de sus mangas cortas, y de que ella tenía frío con una chaqueta.

-¿Cómo puedes ir así por la vida?

Él volvió a reir, sabiendo que esa chica había interrumpido su hilo de pensamientos.

-Nadie puede tener frío al lado tuyo.-le dijo agarrándola, aún ambos encima de un peugeot, sintiendo como las chapas del coche cedían ante su peso.

La atrajo hacía sí, y la buscó con su lengua. La chica sabía que estaban en un lugar visible, y que ya había varias personas mirándolos, entre ellos probablemente alguno de sus vecinos, o la cotilla de su vecina, la señora Mirandez, pero aquello no le importó cuando rodeó su cuello con sus brazos y dejó que sus lenguas se encontrasen, lentamente, y luego rápido, sintiendo sus labios y haciéndola estremecer. Como si ambos hubiesen nacido para besarse, y no parar de hacerlo. Jamás pensó que otra persona podía hacerla sentir así. Ni mucho menos, que un chico tan perfecto como David, se fijaría en ella. Como si tuviese una historia escrita con él mucho mas hermosa que las que leía en sus libros. Como si él fuese su destino y su camino. Un camino que no quería dejar de recorrer. Se acordó de las veces que le dijo que ya no volverían a verse, y tan sólo pudo agradecer en su fuero interno, mientras aún sentía sus labios y su lengua jugando con la suya, que el chico hubiese cambiado de opinión y hubiese decidido luchar por lo suyo, aunque ella jamás imaginase cuánto tendrían que luchar ambos y todos los peligros a los que se encontrarían.

-No quiero volver a pasar tanto tiempo separada de ti.-le dijo.

Él se alejó de sus labios y con una mano de sus manos agarró una de las de la chica y la besó, con un cariño y una dulzura que hicieron que ambos se sorprendiesen.

-Te prometo que lo intentaré.

Y eso fue suficiente. A pesar de que sus demonios internos no quisiesen aceptar aquella respuesta, para ella fue suficiente.

-Será mejor que desaparezcamos antes de que mi vecina vaya corriendo a mi casa a contarle esto a mi madre.

David se quedó prendado de su sonrisa, pero pensó que al igual que con el guardia que le agarró el pelo a Verónica y la hizo sufrir durante unos instantes, antes de que él llegase y le pegase un puñetazo en el centro comercial, él iba a ajustar cuentas con aquella señora que al parecer le causaba problemas a su chica. Su chica, aquel pensamiento le resultó tan extraño que se sorprendió.

Sacudiendo la cabeza, saltó hacia el suelo y le tendió una mano para que la chica la agarrase, cogiéndola en peso y ayudándola a bajar. Un ruido le llamó la atención, y tan sólo pudo sonreír ante la mirada avergonzada de ella.

-Vamos, será mejor que alimentemos a tu estómago antes de que se coma a alguien.-bromeó, tan sonriente que llamaba la atención de todas las chicas que pasaban por aquella calle.

Ella le dio un golpe suave, con tanta suavidad que mas bien parecía una caricia. David miró a Verónica con una intensidad que la dejó sin aire.

-Estás tardando.

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Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora