Capítulo 14

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 De nuevo aquel uniforme de siempre, y otra vez aquel flequillo lacio cubriendo su frente, recto. Ladeó la cabeza mientras suspiraba. Eran las 7 y media, sus amigas estarían allí en quince minutos. Tiempo escaso para desayunar, pero esa mañana ella no tenía hambre, así que tan solo bebió un gran trago de leche justo antes de despedirse de su madre y salir a la calle. Se sentó en su escalón de entrada, dispuesta a esperar a Eva y a Paloma. El sol aún no estaba fuera, y hacia bastante frío. Debería de haber hecho caso a su madre y coger el chaquetón. Miró al cielo, ensimismada al tiempo que se abrazaba a sí misma. La luna aún estaba en lo más alto, observadora y letalmente silenciosa. Unos pasos acercándose la hicieron volver a bajar la mirada, justamente hacia su izquierda. Sonriente, se levantó haciendo que su flequillo saltara al mismo tiempo que se abalanzaba sobre los brazos de Eva y de Paloma. El día anterior se había quedado dormida y les había pedido que se fuesen sin ella.

-No os vais a creer lo que tengo que cont...

-¿A que no sabes qué?-la voz de Paloma la interrumpió dejándola con la palabra en la boca.

Verónica apreció como le brillaban los ojos, por lo que optó por dejarla hablar.

-¡Oh! ¡Habíamos quedado en no decírselo! -Eva la observó furibunda al tiempo que le colocaba una mano en la boca a la entusiasmada chica.

Las tres chicas de uniforme eran las únicas personas en toda la calle, alumbrada por farolas de tenue luz.

-¿Cómo no vamos a decírselo?

Verónica se colocó entre ambas, interesada.

-¿Decirme qué? ¡Vamos! ¿Qué pasa?

Eva y Paloma intercambiaron una mirada, tal vez decidiendo sí se lo contaban o no.

-Tarde o temprano va a enterarse.-dijo Paloma

-Sabes cómo es...probablemente no se lo crea.

-¿Por qué no iba a creérselo?

Verónica odiaba no poder participar en la conversación.

-¿Creerme qué?

Ambas la ignoraron como el universo ignora a los satélites. Eva agarró a Paloma y trató de adelantarse a la perdida chica.

-Porque sabes cómo es, siempre trata de buscar algo bueno en todas las personas. Sí se lo decimos probablemente dudará de que haya hecho eso y tratará de buscarlo. No tiene por qué enterarse por otras personas. Sabes que la gente evita hablar de él.-susurró.

Ajena a la conversación e intentando averiguar qué sabían sus amigas y ella ignoraba, Verónica se había acercado al tiempo que un nombre cruzó su cabeza a la velocidad de la luz. Un simple nombre, pero capaz de paralizarla como ninguna otra cosa. Un sólo nombre, capaz de hacer que se estremeciese y que todo su cuerpo temblase como si se encontrase bajo un alud de nieve.

-¿Qué pasa con David?

Su voz sonó temblorosa en unos finos labios. Palabras que surcan el crepúsculo de un nuevo día.

Eva perdió su mirada en ella, inquisidora, como si sintiese curiosidad por unos instantes, justo antes de volverse hacia Paloma, haciendo más caso al enfado que a la curiosidad.

-No sé para qué sacas el tema.-reprochó Eva, sagaz mientras le lanzaba una mirada furibunda a la otra chica.

Paloma no se quedó atrás, y la miró prepotente cruzando los brazos.

-Te dije que se enteraría.-elevó las cejas y la barbilla.

-No tenía que enterarse de que él era uno de ellos.

Eva se pasó las manos por la cabeza.

-¡Se ha enterado porque tú has sacado el tema!

-¡¿Queréis parar de una vez y contarme que es lo que ha pasado con David?!

Verónica no se reconoció. Era la primera vez que gritaba a sus amigas. Agachó la cabeza ante dos miradas medio sorprendidas y medio preocupadas.

-Ayer por la noche robaron en un museo y mataron a un guardia de seguridad y dejaron en coma a otro.

Eva le agarró las manos y Paloma se acercó a ella.

-Dicen que David estaba entre los ladrones.

Verónica se quedó unos instantes en shock.

-No puede ser-susurró.

Eva resopló y Paloma sonrió.

-Te dije que no se lo creería.

-Siempre dudando de que las personas sean malas.

Verónica mantuvo la mirada perdida. No podía ser.

-¿A qué hora fue el robo?

-Dicen que sobre las doce y media.

Verónica echó cuentas, algo aturdida mientras se dejaba guiar por sus amigas hasta el instituto. Guardó silencio unos minutos, ajena al cambio de tema de las otras dos jóvenes.

-Una media hora antes estaba conmigo.-dijo al fin, retomando la anterior conversación. Se enfadó con el mundo durante unos instantes, pensando que aquel chico había estado con ella antes de matar a un hombre, dejar medio muerto a otro y robar un museo. Aquella idea hizo que una ira profunda manara de ella.

-¿Qué?

Eva y Paloma se acercaron a ella en medio de aquella multitud de jóvenes que esperaban en el patio. Hacía unos instantes que habían llegado a la gran puerta de su colegio de secundaria.

-Ayer..sobre las doce estaba conmigo.

Su mirada era tan decidida que ninguna de las otras dos chicas la pusieron en duda. Además, Verónica nunca mentía.

-¿Qué hacía contigo?-preguntó Eva.

-¿Y si estaba contigo porqué le acusan de robo y asesinato?

Paloma y Eva hablaron al unísono.

-Eso quisiera yo saber. Me gustaría hablar con él.

Eva le puso las manos en las mejillas y la obligó a mirarla a los ojos. Distinguió la preocupación en ellos perfectamente.

-¿Qué hacía ese chico contigo?

Verónica la evadió, apartando sus manos y tomando una cierta distancia.

-¿Sabes que ese chico no trae nada bueno verdad? ¿Sabes que es mejor que lo ignores? Claro que lo sabes Vero...Así que olvídalo antes de que sea demasiado tarde.

Verónica cogió aire, dispuesta a responder. Sin embargo, se limitó a dejar que el aire se escapase de sus labios y a colocarse un mechón de cabello detrás de la oreja. Sus amigas la conocían demasiado bien. Sabían que ella era la clase de chica que siempre estaba soñando con encontrar a aquel que la hiciese vibrar, y ahora, a cada minuto que pasaba, estaba más segura de que lo había encontrado. Él no podía ser un asesino. No él. O tal vez sí.

El timbre inundó justo en ese momento el lugar, señalando el inicio de clases. Era curioso, hacía veinticuatro horas había mirado escandalizada a los jóvenes macarras que entraban ilegalmente en el instituto con sus motos. Ahora, en cambio, tan sólo deseaba volver a ver a ese joven entrando triunfal y amenazador por aquella puerta, pisando el césped y persiguiendo al conserje. La sombra del miedo a que lo que contaban de él fuese verdad le hizo sentirse sumamente triste, pero una parte de ella seguía necesitando volver a verlo. Con todo su ser. 

Muchas gracias por leer. Un abrazo.

Instagram: itssarahmey

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora