Capítulo 67

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 David trepó por el balcón de Verónica y por unos instantes se sintió como el Romeo del que su madre le contaba su historia una y otra vez, cuando aún era un niño pequeño. Eran casi las diez de la noche cuando aporreó con suavidad el cristal del balcón de la chica. Hacía media hora que se había reunido con Darren en Maison La Noir. Habían fingido un encuentro casual, pero tras acercarse a él en aquel otro prostíbulo de la ciudad, supo que algo iba mal. Darren tampoco sabía nada sobre la amenaza. Ninguno de los suyos sabía nada.

-¿Es por esa chica verdad?

David le mantuvo la mirada. El genio de Darren parecía haberse apaciguado en esas horas en las que había estado sin su arma. De haberlo sabido lo habría desarmado mucho antes. David negó con la cabeza. Bajo ningún concepto quería involucrar a Verónica en todo aquello.

-Por supuesto.-le respondió Darren, aunque ambos sabían que mentía.

David había realizado el camino de vuelta a casa de Verónica lo más rápido que había podido, no obstante, no había podido evitar pensar sobre que era extraño que ninguno de los cuatro jóvenes líderes supiese nada de aquello. 

Los mayores no actuaban así. 

Se repetía aquella frase una y otra vez. De tal forma, o le habían mentido, o aquel detalle también se les escapaba a los otros tres jóvenes, y de ser así, eso solo significaba que Maek o Baref iban a eliminar a uno de los cuatro. Cuando no cuentan con un líder para un plan con sus hombres... eso es la peor señal posible. Por unos instantes, David deseó que le hubiesen mentido. No les deseaba la muerte a ninguno de los otros tres chicos. Aunque, si fuese a él a quien habían echado del plan, si eran alguno de sus hombres los que intentaban matar al padre de Verónica, eso torcería demasiado las cosas para él.

David volvió a llamar al cristal sintiendo el aire frío de la noche en el balcón de Verónica. Bastó con que la chica se girase hacia él para despertarlo por dentro. Joder, era tan hermosa y tan llena de vida. Sintió como su corazón se aceleraba sin pretenderlo cuando vio la alegría en sus ojos mientras se acercaba a él. Le abrió la puerta y se lanzó en sus brazos ante la atenta mirada de una Paloma a la que David ignoro.

-Hola ojos azules.

Ojos azules. Ojos grises, pensó ella. Verónica lo observó, estaba empapado, pero le dio exactamente igual. Su olor se había intensificado con la lluvia, y era como si todo su ser creciese ante esa electricidad estática que él provocaba en ella. Verónica le sonrió, aún en sus brazos, sintiendo como las pulsaciones del chico subían ante su roce, y tan solo pudo hacer caso omiso del mundo cuando él le devolvió la sonrisa. Con esa clase de sonrisa que parecía sacada de una película de Hollywood.

David le pasó una mano por el cabello, anticipándola y atrayéndola hacia él, como si necesitase de ella mas que del oxígeno en aquel momento. Verónica se dejó llevar, apretándose aún más contra su cuerpo antes de olvidarse de respirar entre sus labios. Sus perfectos labios que mordían los suyos y que la hacían estremecer y estar viva al mismo tiempo. Mas viva que nunca. Como si todas aquellas horas de espera hubiesen merecido la pena por aquel beso. Sintió como David jugaba con su lengua y cómo le acariciaba dulcemente el pelo, con un cariño casi inexplicable.

-Ejem.-le voz de Paloma los interrumpió, pero no hizo que sus corazones parasen de latir al mismo ritmo al verse.

David siguió mirando a Verónica, ignorando a la chica, con tanta intensidad que logró marearla. Era como la perfección en persona, y aún parecía un sueño. Como algo que nunca supo que quiso pero que ya es incapaz de vivir sin él. Verónica le sonrió, y de mala gana, se separó un poco de él para no incomodar a Paloma.

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora